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Viaje de vuelta al LSD

El cineasta danés Thomas Vinterberg recupera en ‘La comuna’ parte del espíritu del movimiento hippy de los sesenta, del que han quedado algunos títulos emblemáticos en el cine. De la carretera de ‘Easy Rider’ al alucinado fumeta de ‘Puro Vicio’.

Un instante de 'La comuna' de Vinterberg

MADRID.- Muchos, en estos tiempos de pocos recursos económicos y futuro inestable, habrán fantaseado con la posibilidad de vivir algún día en comunidad con sus mejores amigos, compartir gastos y vida. La idea de aquellas comunas hippies de los 60 y 70, que ha resistido en algunos rincones del planeta –La Alpujarra, Tennesse o Copenhague– y vuelve a brotar en otros, es recurrente. El cineasta danés Thomas Vinterberg aprovecha su propia experiencia de infancia y juventud para recuperar ahora, en ‘La comuna’, el espíritu de estos grupos y señalar algunos de sus puntos débiles.

Con Ulrich Thomsen y Trine Dyrholm en los papeles principales, la película arranca con la misma vitalidad con que nace esta comuna en el Copenhague de 1975, en una gran casa. Poco a poco va adquiriendo un tono más íntimo y el vigor del comienzo se resiente. Paradójicamente, Vinterberg no da la espalda a la narrativa más convencional, aunque vuelve a los escabrosos territorios emocionales que ya ha transitado antes, especialmente en Celebración (1998). La gran pregunta que se hace se lanza al enfrentar la ilusión de la comunidad frente a las tragedias personales. Su ‘comuna’ es una herencia, aunque un poco menos colorida, de aquellas del movimiento hippy.

El gran demente Charles Manson

Poco antes de la eclosión del hipismo estaba ambientada Foxfire. Laurent Cantet, adaptando una obra de Joyce Carol Oates, mostraba la historia de una comuna de chicas en una ciudad obrera de la América de 1955. Rabiosamente feminista, la película retrataba una sociedad incapaz de soportar este tipo de vida.

Otras comunas del cine tampoco han resultado grandes ideas, especialmente perversa fue La Familia, que lideró el gran demente de aquellos años, Charles Manson. Sobre el grupo y su cabecilla se hicieron algunas películas. Además de los documentales, probablemente la más conocida sea Helter Skelter (Manson, retrato de un asesino), que dirigió Tom Gries en 1976, con un inquietante Steve Railsback como protagonista. Aquella comuna hippy se hizo tristemente famosa por sus asesinatos, sobre todo por el de Sharon Tate. Es la imagen más oscura del movimiento contracultural americano que se expandió por todo el mundo y que dominó con mucho más color en el cine.

La cara b de la contracultura yanqui de la mano de 'Helter Skelter'

La cara b de la contracultura yanqui de la mano de 'Helter Skelter'

Choopers y ácido

Jach Nicholson, Peter Fonda y Dennis Hopper protagonizaron una de las películas emblemáticas del movimiento hippy, referencia de la contracultura americana, Easy Rider (Buscando mi destino). Dirigida por el propio Hopper en 1969, se alzó como símbolo del cine independiente, reconfirmado con el enorme éxito de taquilla que tuvo, consiguiendo cien veces el presupuesto que había necesitado. Genial Nicholson, inolvidable Hopper en su ‘chooper’, alucinado y entregado Peter Fonda en su Harley, la película, además, tiene una de las bandas sonoras más potentes del cine, con temas de Jimi Hendrix, The Band, The Byrds, Steppenwolf o Roger McGuinn, que cedieron los derechos de las canciones.
Dos años antes, la ‘pandilla’, con el gran Roger Corman a la cabeza y con guion de Jack Nicholson, había estrenado The Tryp. Peter Fonda era el protagonista, Paul Groves, un realizador de anuncios para televisión sumido en una profunda crisis. Para ayudarle, su amigo John (interpretado por Bruce Der) le iniciaba en el consumo de LSD, la droga psicodélica que marcó a la generación hippy de los sesenta. Fue la primera película que hablaba del consumo del ácido lisérgico y de su nexo con el movimiento cultural.

La libertad es el lema

Milos Forman adaptó en 1979 el musical que triunfó en Broadway a finales de los sesenta. Hair, con John Savage en el papel principal, contaba la historia de un joven que llegaba a Nueva York para prepararse antes de ir al infierno de Vietnam, pero finalmente terminaba en un grupo hippy, disfrutando de la libertad y, claro está, de la música, de un recién descubierto mundo nuevo.

A los quince quema el coche de sus padres y se fuga. A los diecinueve se hace rico con su banda de rock. A los 24 se convierte en presidente de EE.UU. y comienza a moldear el país: la mitad de la población tiene menos de 25 años, en el Congreso se consume LSD y la libertad es el lema. Barry Shear, un director de series de televisión y tv-movies, se sumó con esta historia a la corriente del cine hippy. Wild in the Streets, que es España se tituló muy desafortunadamente El presidente’, se estrenó en 1968 y, aunque el resultado es bastante bizarro, en él hay que destacar noventa minutos de buena música.

Joaquin Phoenix en 'Puro vicio'

Joaquin Phoenix en 'Puro vicio'

El festival de Woodstock

Una de las reuniones hippies más importantes de la historia, la del Festival de Woodstock, no podía faltar en el cine. Michael Wadleigh firmó en 1970 la película documental más importante de este legendario encuentro, Woodstock, 3 días de paz y música. El mismísimo Martin Scorsese y la imprescindible Thelma Schoonmaker hicieron el montaje y captaron con su mirada la verdadera naturaleza de aquel tiempo.

Hace solo siete años, Ang Lee volvía a aquel concierto con Destino Woodstock, una adaptación al cine del libro de Elliot Tiber y Tom Monte, en la que se cuenta el nacimiento del festival. Un homenaje en toda regla. Y el mismo año, Richard Curtis se llevó el sexo, las drogas y el rock and roll a un barco en el mar del Norte donde, en la ficción y en la realidad, se montó una emisora pirata en Inglaterra en 1966. Radio encubierta, con Philip Seymour Hoffman, Bill Nighty, Rhys Ifans, Kenneth Branagh, Emma Thompson, Nick Frost… contaba la historia real de ese grupo que se entregó al rock and roll, cuando la BBC solo emitía dos horas de esta música a la semana. La banda sonora es imponente. Más LSD, hachís y alcohol circulaban por la reciente y psicodélica película de Paul Thomas Anderson, Puro vicio. Ambientada en los 70, en California, con Joaquin Phoenix en el papel principal, la película es una adaptación del libro de Thomas Pynchon narrada al ritmo de un fumeta pemanentemente colocado.

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