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'Una vida mejor' denuncia y retrata cómo el sistema castiga a los más frágiles

La película francesa, protagonizada por Guillaume Canet, cuenta el agujero negro al que la crisis económica empuja a un emprendedor que solo quiere mejorar su condición social

M. J. ARIAS

Que el título no engañe. Una vida mejor no es una película de esas en la que los protagonistas se conocen, se enamoran, pasan por una serie de vicisitudes a cada cual más rocambolesca y acaban viviendo felices y comiendo perdices. Cierto es que en un primer momento puede dar esa impresión, pero pronto la trama se sumerge en algo más complejo alejándose de los tópicos. Su intención es transmitir un mensaje de denuncia contra ese sistema que ahoga a los más frágiles. Para ello se sirve de personajes cercanos, una apariencia a ratos de documental y localizaciones reales en las que vive gente que debe sobrevivir con menos de un euro al día a solo unos minutos de París.

Una vida mejor cuenta la historia de Yann (Guillaume Canet), un cocinero de colegio que aspira a poder escalar peldaños en la escala social. No pide demasiado, solo salir de la cocina del colegio y entrar en la de un restaurante. Cuando conoce a Nadia, una camarera de origen libanés madre soltera de un niño de nueve años, ambos se lanzan juntos a la aventura de abrir su propio negocio. Han encontrado el lugar perfecto, un local de madera con chimenea rodeado de árboles y al lado de un lago. Están enamorados y llenos de ilusiones.

Solo les falta algo, el dinero para cumplir su sueño. ¿Cómo conseguirlo? Pidiendo un préstamo al banco. No tienen otra opción. Ilusionados, convencidos de que todo irá bien, Yann y Nadia se arrojan en los brazos de un sistema, el financiero, que no tiene corazón y que no duda en poner la zancadilla a todo aquel que se deja atrapar por sus tentáculos. Pronto se darán cuenta de su error, que no es otro que el aspirar a una vida un poco mejor. Para que el banco aceptase concederles el préstamo, cayeron en la tentación de pedir varios créditos personales que ahora les ahogan. Están solos en esto. Ellos dos son las caras de una crisis mundial fraguada hace unos años y de la que aún hoy se siguen viviendo las consecuencias sin ver la luz al final del túnel.

Guillaume Canet encarna a un cocinero de colegio que aspira a una vida mejor y que se topa con la dura realidadUna vida mejor cuenta la historia de una pareja en Francia, pero es universal. Lo mismo que les ocurre a ellos les ha pasado a miles de familias en todo el mundo. Aquellas que se dejaron seducir por la idea de tener su propia casa y cayeron en las redes de las subprime en Estados Unidos. O esas familias que en España soñaron con una casa propia y pidieron una hipoteca que ahora, con el paro superando el 20% y cuatro años de crisis, no pueden pagar. Se han quedado sin casa y todavía tienen que seguir pagando por ella. No hay manera de sacar la cabeza. No hay dinero ni forma de conseguirlo y la pequeña familia que Yann y Nadie han formado se rompe. La tensión puede con ellos. Ella se marcha a Canadá a trabajar. Él se queda en Francia, con un niño que no es suyo, intentando sobrevivir y aferrándose a un sueño, el de tener su propio restaurante, al que tendrá que renunciar.

Cédric Khan, guionista y director de Una vida mejor, la ve así: 'Una denuncia del sistema liberal y de la brutalidad con que se trata a los más frágiles'. Para ello eligieron como protagonista a uno de los rostros más populares del cine francés, Guillaume Canet, que con su aspecto de hombre común consigue que lo que se cuenta sea más universal. Aunque su personaje no es un cualquiera, está cargado de fuerza. Es imperfecto. Aspira a una vida mejor y está dispuesto a luchar contra todo el sistema si hace falta para conseguirlo. Solo cuando se ve con los pies tan hundidos en el fango que casi no puede caminar y con un niño a su cargo es capaz de dar su brazo a torcer para renunciar a un sueño.

Una vida mejor es una película cotidiana en su argumento, que denuncia lo que está ocurriendo y que pretende abrir los ojos a quienes aún no se hayan dado cuenta de lo imperfecto e injusto del sistema y de su crisis económica. Pero pese a las penurias, las negativas, la falta de ayuda y de solidaridad y la denuncia que supone Una vida mejor, también hay un halo de esperanza en los propios personajes. En medio de su desgracia, Yann sigue luchando por él, por su chica y por el niño que al final siente como suyo.

Una vida mejor coincidirá en cartel con otra película que retrata la crisis desde el punto de vista opuesto, El fraude. La película francesa que este viernes se estrena cuenta la historia de una pareja de clase trabajadora que intenta mejor y a la que el sistema se lo impide. En la otra cara de esta moneda que es la crisis, la película protagonizada por Richard Gere y Susan Sarandon que se estrena la próxima semana y que fue presentada en el Festival de San Sebastián. El fraude es la historia de un rico empresario al que una mala decisión financiera y otra personal le obligan a idear un complicado plan basado en el engaño que le ayude a escapar de las consecuencias.

Ambas cuentan la crisis y sus consecuencias desde dos polos opuestos. Una vida mejor se centra en la clase trabajadora, los ciudadanos de a pie a los que la crisis ha pasado por encima como una apisonadora. El fraude, por el contrario, gira alrededor de la figura de un hombre que no es víctima de la crisis, sino todo lo contrario. Es uno de sus instigadores. El mensaje es el mismo: Todo sigue igual y siempre pagan los mismos.

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