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La vigencia de desobedecer el cuento

Juan Carlos Mestre y Juan Carlos Monedero revisitan 'La Cenicienta', el tradicional relato infantil de los hermanos Grimm. Una nueva lectura pedagógica que nos presenta a una mujer indómita, libre, rebelde e incómoda para la autoridad.

Clemente Bernard

ESTHER GONZÁLEZ

MADRID.- Juan Carlos Mestre y Juan Carlos Monedero han dado un giro copernicano a La Cenicienta, el tradicional relato infantil de los hermanos Grimm. La propuesta de estos autores, enmarcada en el proyecto “Te cuento” de la Editorial Alkibla - que comprende una colección de libros en los que se combinan nuevas versiones de cuentos clásicos con reportajes fotográficos sobre temas de actualidad- introduce un cambio radical en el contenido pedagógico del mencionado cuento que supone una revolución en el paradigma de su uso como recurso didáctico para el aprendizaje integral y como modelo para la transmisión de valores.

Es un libro para leer a solas, para leer en familia y para leer en el ámbito comunitario

Los contenidos, sentimientos y actitudes que destila esta nueva versión de La Cenicienta, alejada de cualquier estereotipo, hacen de ella una obra que debería incluirse en los programas educativos y culturales fomentados desde los sectores públicos, y no sólo en los dirigidos a la infancia sino también en los dirigidos a adultos. Es un libro para leer a solas, para leer en familia y para leer en el ámbito comunitario, y en todos los casos para reflexionar acerca de los intrincados caminos por los que transcurre la andadura de los hombres y mujeres que construyen la Historia y para recordar que lo que nunca debemos perder es la memoria. Como persona, como mujer y como ciudadana me identifico con esta moderna Cenicienta que reivindica el derecho a la felicidad en el sentido que Walter Benjamin entendía como capacidad de percibirse a uno mismo sin temor.

Una Cenicienta, la de Juan Carlos Monedero y Juan Carlos Mestre, que bebe de las fuentes pedagógicas de la gran Hipatia de Alejandría, mujer indómita, libre, rebelde y tan incómoda para la autoridad que mantener sus principios morales le costó la vida, una de las más antiguas maestras que nos ha legado inolvidables enseñanzas sobre igualdad, respeto, libertad y tolerancia y que luchó hasta su muerte para mejorar mediante el conocimiento y la ciencia el entorno social en que vivía. Si como dijo Karl Marx, los filósofos se han ocupado de interpretar el mundo de distintos modos y de lo que se trata es de transformarlo, obras como ésta pueden ayudarnos a modificar la realidad social mediante la génesis de nuevos estados de conciencia a través del uso de palabras cargadas de nuevos significados. Tengamos presente la sencilla pero sabia voz de la Cenicienta pakistaní Malala Jousafzai: “un libro, un lápiz, un niño y un profesor pueden cambiar el mundo.”

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Clemente Bernard

Una Cenicienta que no sueña con ser princesa ni con asistir al baile del príncipe, pero sí con acudir a las asambleas donde el pueblo celebra y decide su porvenir

Nos encontramos ante un texto que es un canto a los desfavorecidos y a los que, sin hogar, sólo hallan cobijo bajo el techo de las estrellas, techo al que no ha llegado aún ni la fibra óptica ni la luz eléctrica. Una Cenicienta que no sueña con ser princesa ni con asistir al baile del príncipe, pero sí con acudir a las asambleas donde el pueblo celebra y decide su porvenir, donde se recibe a las mujeres en igualdad y no se las trata como sirvientas, objetos fetiches, artificios de decoración o fuegos artificiales y donde son llamadas por su propio nombre. Que desea escuchar palabras insurrectas frente a los mandatos establecidos porque en ellas reside la esperanza de libertad. Que se inquieta pensando en su padre al que aqueja dolor de espalda y que se preocupa más que por ella misma por los que sufren, enseñándonos una magistral lección de cómo entender el amor entre iguales. Que no desea calzar el zapatito de cristal que porta en sus manos la realeza afincada en la tradición sino “volar y desobedecer la costumbre.”

Una Cenicienta que señala con dedo firme a los poderosos que siguen siendo los mismos amos desde tiempos inmemoriales, esos que tan a menudo “convierten en tristeza todo lo que tocan”. Se erige entonces en la voz de los sin rostro en una sociedad donde espanto efectivamente rima con encanto y donde, efectivamente, justicia no significa justicia pero muchas palabras significan miedo.


Una Cenicienta que representa a tantos niños y niñas con infancias difíciles, amigos de las flores, del mar, de las nubes, de las culebras y de los ruiseñores, que representa a esa muchacha “que trae un recado de las estrellas y sufre” y sueña con un país donde “se abrazan con la boca cerrada lo bello y lo justo” porque “no tiene miedo a los sueños” y es valiente.

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Es por ello un libro que sana, que abre caminos de futuro, que enciende luces que nos acercan a lo invisible

Completan este excelente trabajo las ilustraciones de Clemente Bernard, impactantes y magníficas fotografías que nos acercan a las difíciles situaciones en las que muchas mujeres viven inmersas aún hoy en día, condenadas al ostracismo y a la invisibilidad y sometidas a los duros embates de la marginación, el abandono y la soledad. Potente documento gráfico que muestra la realidad en toda su crudeza y al mismo tiempo lo hace con exquisita sutileza y sensibilidad. Bernard hace visibles a estas Cenicientas del siglo XXI y nos las muestra en toda su capacidad de resistencia ante el sufrimiento, en su voluntad a prueba del dolor, en su lucha por conquistar nuevos espacios, en su fuerza ante la opresión, en su saber ser y expresarse en el silencio y en su aptitud para amar por encima de cualquier horror. Son mujeres fuertes y valientes que no se achican ante la adversidad y que saben que, tal y como citó Nelson Mandela, “el valor no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él”

Tenemos en las manos una obra que es armónica combinación de denuncia social y lirismo poético, escrita en un lenguaje de máxima delicadeza y entendida la poesía con el concepto mestriano de ser “una manera de estar en el mundo haciéndonos responsables unos de otros”. Es por ello un libro que sana, que abre caminos de futuro, que enciende luces que nos acercan a lo invisible y que es una declaración de derechos, desde el ya mencionado derecho a la felicidad hasta el derecho a que el sufrimiento sea abolido definitivamente, un libro, en suma, de imprescindible lectura, que pide ser leído y releído por su perfección estética, por sus contenidos éticos y por el proyecto de porvenir que subyace entre sus líneas imantadas de bien, de verdad y de belleza, esa belleza a la que, a decir del maestro Gamoneda, no van a parar los cobardes.

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