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Violencia en lienzo para reflexionar

Kepa Garraza adelanta en Arco su nueva obra, en la que subvierte el mundo del arte por otro con nuevos valores

GUILLERMO MALAINA

Kepa Garraza (Berango, Vizcaya, 1979) es en el día a día un pintor contumaz, pegado al realismo en su esencia más pura. Pero en la ficción de su última obra se ha transformado en el líder de una organización terrorista llamada BIDA (Brigadas Internacionales para la Destrucción del Arte), cuya causa no es otra que la aniquilación del sistema artístico actual para procurar el renacimiento de uno nuevo, mejor y sustentado en otros valores.

Un sabotaje al Guernica, de Pablo Picasso, en el Museo Reina Sofía, un terrorista a punto de inmolarse con una bomba a la cintura en el Louvre de París, la destrucción de esculturas y el secuestro de galeristas son algunas de las acciones perpetradas por esta organización pictórica, concebida como un gran grupo revolucionario de extrema izquierda y reconocida internacionalmente en las portadas de los diarios más prestigiosos del mundo.

Esta es la trama que Kepa Garraza urde en sus lienzos desde hace un año y medio en su taller de la parte vieja de Bilbao, al borde de la ría del Nervión. Un adelanto de su serie un cuadro grande y seis pequeños llegará a Arco a partir del 11 de febrero. Pero el trabajo completo, que constará de 25 obras, no se expondrá por primera vez hasta pasado ya el verano en la galería Salvador Díaz de Madrid. ¿Su nombre? Porque seremos cientos por cada uno de los vuestros.

La organización terrorista que ha creado Garraza está inspirada en grupos armados ya trasnochados de la extrema izquierda de los años setenta, como el Baader-Meinhof alemán o las Brigadas Rojas italianas. El autor sabe del riesgo: 'El terrorismo genera polémica. Espero que la gente tenga la suficiente amplitud de miras y sentido del humor para ver esto como lo que es: un juego serio que quiere dar pie a la reflexión', se defiende el pintor vasco.

El aprovechamiento de la violencia en su vertiente artística tampoco es una novedad en el caso del joven pintor vizcaíno. Más bien es una de las cualidades intrínsecas a su obra anterior, impregnada por acciones más o menos agresivas, como en la serie Imágenes de Violencia, Pasión y Muerte.

'Vivimos inmersos en una sociedad donde la violencia y el odio al enemigo es algo patente. Tras el ataque a las Torres Gemelas en 2001, ha habido una explosión del uso del terrorismo como un icono mediático. Es muy fácil utilizarlo cuando alguien quiere acojonar al personal, cuando tiene que vender una idea para invadir un país o robar el petróleo de Irak. Quería hacer algo para llamar la atención sobre ello, para hacer ver que ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos', argumenta.

La segunda inquietud que guía los pinceles de Kepa Garraza está motivada por el propio mundo del arte. En este campo, el pintor de carne y hueso se parece en algo al líder en la ficción de la organización BIDA por su voluntad de subvertir el orden artístico establecido.

'Hay discursos del mundo del arte que están diseñados para que no sean accesibles a un público amplio. El arte de hoy en día es elitista y está vinculado a los poderes públicos y privados. Todo el arte, aunque se nos quiera vender como un elemento de crítica o cambio social, siempre intenta legitimar la sociedad a la que pertenece', asegura Garraza.

A primera vista, el uso de la violencia como tal puede resultar políticamente incorrecto, pero Garraza desbarata cualquier crítica plausible que se le pudiera hacer al respecto con una naturalidad demoledora.

'La violencia es algo muy contemporáneo. La mayor parte de la gente tiene una percepción de la violencia a través de los medios de comunicación, del cine, de la literatura Hay imágenes violentas por todos los lados porque la sociedad lo demanda. Estoy convencido de que si el público no lo demandase, los medios evitarían la violencia. Es la ley de la oferta y la demanda. Y si además la violencia está ahí, en todos los medios, por qué no en el arte', se pregunta sugerente

Y deja claro dónde pone él sus límites para evitar interpretaciones malintencionadas: 'Ni siquiera tengo claro que la violencia sea mala en la ficción. Forma parte del ser humano. En mi obra sólo me hago partícipe de esa obsesión global por la violencia', finaliza.

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