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Violencia Machista Un alegato para abrir los ojos a la violación

La periodista Isabel Valdés publica Violadas o muertas, un “libro de urgencia” contra todas las “manadas” y sus cómplices.

Isabel Valdés

Lula Gómez

“Esto va solo de abrir los ojos. Abrir los ojos y ver esa fina pero penetrante capa que lo cubre todo y subyace todo. Y precisamente porque está en todas partes, para quien no quiere verla, no está en ninguna”, escribe la periodista Isabel Valdés en Violadas o muertas, de Península breve. El libro se define como un alegato contra todas las “manadas y sus cómplices” y está escrito con rabia. Con la rabia que la reportera ha recogido en la calle de las miles y miles de mujeres indignadas con la sentencia de La Manada primero, y la puesta en libertad de los cinco hombres que metieron a una chica de 18 años en un portal y la penetraron anal, bucal y vaginalmente.

“Las bromas que generaban los vídeos y las fotografías de La Manada también sirven para explicar la complicidad o la connivencia (o ambas) que la cultura de la violación (en cualquiera de sus estadios) necesita para seguir rampante y campante. Por este motivo, esto iba a abrir los ojos y darnos cuenta de cómo nace, se construye, se extiende y se mantiene. Ellos porque son criados con el rol activo en la barbarie. Nosotras porque lo somos en el pasivo. Todos engordados y malnutridos con la misma burda mentira del patriarcado”, espeta la reportera de El País en las páginas del volumen que ahora sale a la venta. Interrogada sobre la supuesta neutralidad que corresponde a su oficio, la periodista asevera que hay temas donde no cabe la distancia. “Nunca podríamos ser neutrales con un nazi o un pederasta. Hay temas donde los medios debemos posicionarnos a favor de la igualdad y en contra de la violencia. No hay más”.

Portada del libro, Violadas o Muertas

Portada del libro, Violadas o Muertas

La narración es trepidante y está estructurada por unos capítulos tan angustiosos como los que debió padecer esa joven “cuando le jodieron la vida”, dice la escritora en el primer capítulo del libro. Se titula “37 minutos” y su lectura duele: narra de una manera fría y quirújica ese lapso de tiempo en que la introdujeron el portal pamplonica para vejarla, grabarla, robarla y humillarla. A continuación, en “Once horas y cuarenta y cinco minutos”, se relatan dos mundos, el de ellos, reflejado en los mensajes en los que se jalean y celebran haberse follado entre cinco a una mujer y el de ella, “abatida” y absolutamente confusa, en shock, tanto como para ni saber si la habían penetrado cuatro o cinco hombres. En ese tiempo ella fue asistida por médicos, especialistas y declaró. En ese tiempo, ellos –esos “hijos sanos del patriarcado”, como los define la autora, fueron cercados. Su fiesta empezaba a cambiar de tono.

Y tras esa importante y valiente denuncia de la víctima, un acto que puede haber provocado un antes y un después de la sociedad española ante las violencias machistas, Isabel Valdés da un tiempo al lector para subrayar que no habla de un caso aislado y resaltar que en España se denuncia una violación cada ocho horas. Aprovecha también para dedicar unas líneas a las muchas violencias contra las mujeres: malos tratos, matrimonios forzados, desigualdad salarial… y al hartazgo de las féminas contra esas violencias. “El mundo, el de las mujeres, llevaba un tiempo despertando de una calma chicha que había durado demasiado. Y crujía por todas partes… La Manada puso la realidad ante las narices de todos”, apunta la periodista que habla de este momento como “el fin del silencio”.

Recuerda también a Nagore Laffagge, otra joven violada en San Fermines en 2008. En su caso, opuso resistencia. La mataron. Sería lo que la periodista y escritora define como una “violada ideal”, porque calla, porque ya no puede hablar. Ese concepto hace alusión también a las actitudes por las que se juzgó a la víctima antes, durante y después, lo que ha venido haciendo la justicia patriarcal. Es decir, en el previo: ojo con las miradas, las minifaldas, un tacón demasiado alto o el estado de embriaguez; si te ocurre: grita y di “no” de una forma rotunda, no importa cuántos sean, que te estén intimidando o su edad… Araña, grita, pelea, déjate la piel… Y por último: si has sido violada, denuncia inmediatamente y “llora, adelgaza 15 kilos o engorda 20, deja el instituto, la universidad, el posgrado o el doctorado si estás estudiando, el trabajo en caso de que te hayas incorporado a la vida laboral; si tomas la temeraria decisión de seguir con esas rutinas, hazlo bajo los criterios del duelo de los años cincuenta”, apunta el texto.

"Nuestra revolución camina, a ratos lenta y a ratos desbocada, pero blindada, en bloque sin repliegues. Es imparable"

El libro que Isabel Valdés define como “de urgencia” termina con un capítulo que la autora ha titulado “Bienvenidas a la resistencia”. En él, Valdés narra el jueves 26 de marzo de 2018, el día que se leyó la sentencia, una de las más esperadas, más polémicas y con mayor agitación de la historia de la democracia española, una jornada que venía precedida de un 8M que hizo historia en España por la movilización de las mujeres en las calles, un hecho que saltó a las portadas de todo el mundo.

“Nosotras esperábamos… Esperábamos que la justicia creyese y compartiese, que se hubiese metido en nuestra piel…”, asevera la periodista para intentar entender aquel veredicto que solo hablaba y penaba por abuso a aquella barbarie. “De fondo latía la percepción, también distinta, sobre cuándo, cuánto y cómo nos sentimos intimidadas o violentadas… Porque esto va de poder. El suyo…”, prosigue para cerrar con la sensación que arde estos días en las calles, un alegato –el del feminismo- contra todas las manadas, la de una revolución que no tiene vuelta atrás. “No vamos a ceder espacio. Ya no. Nuestra revolución camina, a ratos lenta y a ratos desbocada, pero blindada, en bloque sin repliegues. Es imparable”, concluye la reportera.

El libro cuenta además con un prólogo de la abogada Cristina Almeida y un epílogo de Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, que cierra el volumen con un “ojalá algún día podamos afirmar que la ley emana realmente del pueblo”. 

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