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Zahara de Javier Krahe

En Zahara solía jugar al ajedrez y frecuentaba Casa José María y otros paraderos donde jugaba a ser clientela habitual, parroquiano sin fama. Siempre decía que no cuando le pedían que actuase en esa segunda patria, junto a la playa que hizo suya hacia 1978

El cantautor Javier Krahe. EFE

JUAN JOSÉ TÉLLEZ

CÁDIZ.- Javier Krahe ha muerto en Zahara de los Atunes, junto a la playa que hizo suya hacia 1978 y que pareciera haber inspirado aquella canción en la que él y su hermano Jorge se ocupaban del mar, con voz propia, con el bolero de Alberto Pérez o el rock de Fito y los Fitipaldis. Por entonces, cuando morían los 70, Krahe ya había vuelto de Canadá, donde trabajó de librero hasta que lo echaron paradójicamente por leer. Cambió el estudio de publicista por un mal micrófono en La Mandrágora, en Madrid, donde rindió tributo a Georges Brassens con Marieta y fue construyendo una obra genuina, personal e intransferible.

Escribió extraordinarias canciones de amor y de humor, pero detestaba los himnos: “Me sorprende mucho que canten cosas mías en las manifestaciones”. Sin embargo, no le hizo remilgos a cantar Cuervo ingenuo, con Pablo Iglesias, el líder de Podemos. Fue la canción que la TVE de 1986 censuró en la retransmisión de un concierto especial de Joaquín Sabina, porque zahería al PSOE y a la incorporación de España a la OTAN, que se confirmaba por referéndum aquel mismo año: “Lo único que puedo agradecerle al Ejército español es que protegiera de la especulación urbanística este trozo de costa”, vino a decir en el pregón de las fiestas de este paradero a mitad entre Barbate –que todavía era entonces de Franco—y Tarifa, junto a la bahía de los alemanes, en un laberinto de sol y arena jalonado de búnkeres de la Segunda Guerra Mundial.

"Entonces estaba Casa Remiro, de los hermanos Juan y Antonio Cazalla, que era un sitio estupendo, pero hoy es una próspera ferretería. Tampoco está El Patio, de Joaquín Malia, que sólo estuvo un año abierto en la época en que Sabina venía a casa y nos íbamos muchas noches allí".

Cuando Krahe llegó a Zahara, el finibusterrae de la picaresca según Cervantes, también fueron haciéndolo el propio Sabina, que terminó prefiriendo Rota, Sisa o Luis Eduardo Aute, cuando Kiko Veneno paraba por la calle Cañón de Conil de la Frontera. Tardaron algo más en dejarse caer por semejante paradero entre dominguero y hippy los antípodas de la beautiful people del pelotazo y el lujo: Pastora Vega, Imanol Arias, El Gran Wyoming, María Barranco, Aitana Sánchez-Gijón, Bibi Andersen o las hermanas Flores. No había orillado todavía la larga oleada del turismo patrio o foráneo y Krahe defendió hasta donde pudo la virginidad de esa playa irrepetible en donde el infarto le ha quitado del tabaco y de los escenarios: “Viva Zahara de la Sierra”, concluía un artículo suyo en una revista de golf, para evitar que los lectores se sintieran atraídos por el paraíso litoral que acababa de describir en los párrafos anteriores.

Allí, estrechó lazos con Javier Ruibal y con el carnaval gaditano, cuyo pito incorporó a su instrumental y con el que se identificó tanto que, poco amigo de manifiestos, llegó a firmar en abril de 2013 un escrito de protesta por la detención de dos chirigoteros que se empeñaban a seguir cantando en la nocturnidad y alevosía de Cádiz.

En Zahara, solía jugar al ajedrez –aunque a ratos se desencantara porque no tenía tiempo suficiente para estudiar nuevas aperturas finales-, tal como también hacía en algún que otro pub próximo a su domicilio madrileño de la calle del Pez. En Zahara, frecuentaba Casa José María y otros paraderos donde jugaba a ser clientela habitual, parroquiano sin fama. Siempre decía que no cuando le pedían que actuase en esa segunda patria. Prefería ser un vecino más y, todo lo más, dejaba oír su vozarrón cascado pero certero, en Cádiz, donde peregrinaba con Sabina para visitar a Chicho Sánchez Ferlosio a finales de los 70, en Jerez o en Algeciras.

Diez años atrás, HazteOír le denunció públicamente, el centro jurídico Tomás Moro lo demandó legalmente y un juzgado de Colmenar Viejo abrió juicio oral contra él por ofensas a los sentimientos religiosos en base al artículo 525 del Código Penal. Lo peor es que lo condenaron en primera instancia. Ocurrió a partir de una entrevista que concedió en diciembre de 2004 a Lo + Plus, en cuyo transcurso se incorporaron algunas secuencias de un corto elaborado por Krahe y Enrique Seseña en 1978 en el que se explica cómo hornear un cristo. "Yo no he cocinado un cristo en mi vida -protesta Krahe-. En la película se ve claramente que son unas manos y es una voz de mujer la que propone la receta. Juzgarme por ello es como si juzgaran por homicidio a Schwarzenegger cada que vez que mata a alguien en una película", me confesó en Zahara cinco años atrás.

Cada vez fumaba menos porros, decía. Quizá porque se dejaba drogar por la ternura de sus nietos. Quizá, en cualquier cementerio marino, su tumba debería lucir como epitafio un verso de William Blake que a él le gustaba mucho: "Los caminos del exceso conducen al palacio de la sabiduría".

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