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Zslot Vamos, el 'Usain Bolt' de los robos de arte

Al más puro estilo MacGyver, convertía las cuñas de plástico de los cuellos de camisa en cuchillas

ÓSCAR LÓPEZ-FONSECA

El libro Guinness de los records, esa publicación especializada en alabar la estulticia humana hasta convertirla en un sucedanio barato de heroísmo, glorifica en su página web a un estadounidense que no se rompió el cuello después de tirarse a una piscina hinchable desde diez metros de altura. También eleva a los altares a un antiguo empleado de banca británico que se puso 241 piercing en su cuerpo simplemente por el placer de poder decir que su cuerpo tiene más anillas que todas las cortinas de Buckingham Palace. Sin embargo, no consta que los editores de tan flamante compendio de estupideces hayan tenido la idea de mirar hacia el mundo del crimen para saciar a sus fans con nuevos records absurdos. De haberlo hecho, seguramente hoy Zsolt Vamos, un vendedor húngaro de coches usados domiciliado en la República Dominicana, hubiera tenido un puesto de honor en estos rankings con nombre de cerveza: el de ladrón de obras de arte más rápido a este lado del Misisipi.

En agosto de 2009, este Usain Bolt del hurto presuntamente robó él solito 67 mapas de gran valor histórico en bibliotecas de media docena de provincias españoles. Y todo, en tan sólo tres semanas. Una cifra que podía haber aumentado exponencialmente si la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil no lo hubiera detenido aquel verano en Pamplona, porque entre sus planes aparecían pasarse cinco semanas más visitando otras 28 centros historiográficos de España, Francia y Portugal. El objeto, expoliar decenas de obras, aunque, eso sí, sólo de sus cartógrafos favoritos: Ptolomeo, Pomponio Mela y Theodore de Bry.

Al más puro estilo Mac Gyver, convertía las cuñas de plástico de los cuellos de la camisa en cuchillas

Para batir este record utilizó un sistema tan sencillo como ingenioso. Tras consultar por internet en el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español qué archivos públicos tenían libros artiguos que acogieran valiosos mapas, viajó desde el Caribe a España con una ruta ya determinada de las ciudades en las que hacer un alto. Acompañado de su mujer, se alojaba en buenos hoteles y aprovechaba la primera mañana en la ciudad para visitar la biblioteca y, haciéndose pasar por periodistas especializado en temas históricos, conseguir un carné de investigador. Así observaba las medidas de seguridad del archivo.

Al día siguiente, volvía ya listo para empezar a robar. Si había visto que el centro carecía de detectores de metales, simplemente ocultaba cuchillas de cúter envueltas en papel en su propia cartera o en dobles fondos que él mismo elaboraba con folios. Cuando nadie le miraba, mutilaba el libro y escondía el mapa entre sus papeles para sacarlo del centro. En aquello lugares donde sí tenían sistema de seguridad, echaba mano de la imaginación y, al más puro estilo Mac Guiver, reemplazaba las cuchillas por las cuñas de plástico de los cuellos de sus camisas, previamente afiladas. Luego, con el botín escondido entre folios, salía tranquilamente por la puerta.

Cuando lo detuvieron en un hotel de Pamplona, Vamos ni opuso resistencia ni intentó salir corriendo. Simplemente aseguró a los agentes que robaba para saciar su coleccionismo enfermizo. La Guardia CIvil va a proponer que le hagan un hueco en el record Guinness de mentirosos.

 

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