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Mientras tanto, Zulueta

Viaje al corazón de San Sebastián para entrevistar a Iván Zulueta

SARA BRITO

Para entrevistar a Iván Zulueta hay un punto de riesgo. Nada del otro mundo. Sólo coger un avión a San Sebastián sin certezas, sin saber si después de meses hablando con él por teléfono, y después de semanas de gestiones generosas por parte de su amigo Andrés Duque (autor del documental Iván Z), finalmente se abriría la puerta de Villa Aloha.

Recuerdo la subida de Miraconcha. Por allí hice la ronda durante más de seis largas horas. Recuerdo a su hermano entrando a la finca y diciendo 'Iván despierta muy tarde'. Recuerdo, horas más tarde, su voz cansada por teléfono: 'Mejor vuelve mañana'.

A eso de las nueve de la noche, se abrió la puerta del garaje de su casona de ecos tropicales. Zulueta iba en batín y estaba cansado. Era junio de 2008, y mientras hablábamos, en Madrid el equipo de Arrebato celebraba la reedición de aquel filme brecha en la historia del cine español, rareza valiente que rodó en la finca La Mata de Jaime Chávarri durante dos semanas arrebatadas en las que apenas durmió.

Ya aquella noche, Zulueta arrastraba dolorido la pierna que le acabó llevando al hospital hace tres días. Decía entonces que el cine sería su única salvación. Lo repetía una y otra vez como para acabar de creérselo. Lo decía hasta con rabia. 'Me temo que estoy huyendo un poco. Hace demasiado tiempo que no siento un arrebato'. El director de Un dos tres, El escondite inglés y de cortos extasiados como Leo es pardo llevaba desde 1992 sin filmar. Lo más parecido a los negativos de una película que había pasado por sus manos eran los cartuchos de Polaroids con los que jugó durante años y que dieron de sí miles de fotografías instantáneas sobre las que solía escribir Mientras tanto. A Zulueta siempre le intrigó el tiempo y sus pausas.

Seguía viendo Vértigo, y también Psicosis 'la película de mi vida' o descubriendo conexiones entre su Arrebato y Nosferatu. Garabateaba algún guión, pero sin tino. 'Me siento atrapado', decía, 'como en El Ángel Exterminador', y en aquella frase, hablaba de su casa, de donde no salía, pero también de la heroína, que le había retenido la vida.

Aquella noche, después de hablar de su colección de cromos, de sus dolores, del pudor que sentía hacia su obra cumbre, dijo a punto de irse: 'Todo es cuestión de tiempo y ausencias'. Mientras tanto, Zulueta.

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