Público
Público

El Chelsea seca al Barça

La rácana propuesta de Hiddink neutraliza el fútbol del Barça y deja la eliminatoria pendiente de la vuelta . El equipo de Guardiola hizo méritos para ganar, pero esta vez no encontró el gol

ENRIQUE MARÍN

Dicen que todos los caminos conducen a Roma, pero el que puede llevar al Barça a la final de la Liga de Campeones hace escala en Londres. El mísero empate sin goles que el Chelsea rascó del Camp Nou obliga a los de Guardiola a liquidar la semifinal en Stamford Bridge, donde el equipo de Hiddink se verá obligado a salir de la cueva en la que anoche hibernó. Patético planteamiento el del técnico holandés, que renunció a jugar y se limitó a impedir que el Barça pudiera hacerlo. La cara de Lampard cuando fue sustituido, mitad aburrido, mitad frustrado, lo dice todo. El centrocampista inglés no tuvo ningún protagonismo, al igual que el resto de sus compañeros. Quizás la excepción fuera el francés Malouda, que se las tuvo tiesas con Alves y fue el único que se atrevió a cruzar con decisión los límites de su campo.

El pobre bagaje de ocasiones resume un partido que prometía y que acabó siendo una ruina. Sólo una arrancada de Etoo y el desbocado arreón final del Barça, con dos ocasiones claras de gol para los recién incorporados Bojan y Hleb, permitieron al Camp Nou ver de cerca un triunfo que hubiera sido tan merecido como sufrido. Con poco fútbol, pero monopolizado por los de Guardiola.

Pep quiso evitar un partido a ida y vuelta y para ello su equipo jugó más junto de lo habitual y con más precauciones en la circulación del balón.
El primer objetivo de Hiddink fue cerrar las entradas del Barça por fuera. Para ello tejió dos líneas de presión que le permitían crear superioridades en banda. Su segunda intención fue evitar que Iniesta y Xavi mezclaran en el centro, de ahí que plagara el centro del campo de minas antipersona.

Pese a su denominación de origen, Hiddink nunca ha sido un alumno aventajado de la escuela holandesa. La herencia de Mourinho, desaprovechada por Scolari, es demasiado golosa para un técnico acostumbrado a montar equipos desde la inferioridad. Encantado con que el Barça saliera de favorito, Hiddink prefirió exprimir el enorme potencial físico de sus futbolistas en lugar de molestarse en ponerles a jugar. Lo hizo en Anfield y repitió en el Camp Nou. Nada de llevar la iniciativa. Agazapado para penalizar cualquier error del Barça y encogido para estirarse como la misma pereza de quien se acaba de levantar. Un bostezo.

Pese a que no generaba excesivo peligro, pues el Chelsea le mantenía lejos de los dominios de Cech, el Barça sí lograba tener el balón y jugarlo siempre en campo inglés. Además, cuando el Chelsea recuperaba la pelota, tampoco tenía una salida clara, lo que permitía a los azulgrana mantener la posición y no pasar apuros defensivos. Messi tenía que irse hacia adentro e intentar romper en diagonal, Etoo no lograba perfilarse para armar su potente disparo, y Henry, por más que zigzagueaba, sólo inquietó a Cech con dos tiros al muñeco.

Si algo le interesaba al Chelsea era que el partido tuviera un ritmo lento y que el fútbol fuera espeso, con continuas interrupciones. Un error de Márquez al intentar ceder la pelota a su portero no supo aprovecharlo Drogba ante Valdés, quien por dos veces evitó un gol que ya se daba por hecho. Esta vez el guardameta azulgrana no pudo estar más afortunado, pues un tanto del Chelsea en esos momentos podría haber resultado tan dañino para la moral del Barça como injusto para los méritos contraídos por los ingleses.
La segunda parte arrancó con sobresaltos. Primero, un cabezazo de Ballack al saque de una falta. En la siguiente jugada, un encontronazo entre Alex y Henry, que acabó con el francés conmocionado en el suelo. Con Tití todavía fuera del campo, Márquez se lesionó en una rodilla y tuvo que ser sustituido por Puyol.

Al partido le seguía faltando fútbol, de ahí que mientras el Barça se asqueaba, el Chelsea retozaba como los cerdos en el barro. La renuncia siempre es más sencilla que la propuesta. Aun así, Hiddink no debió de verlo claro y reculó aún más reemplazando a Lampard por Belletti. Essien retrató a su técnico cuando al recuperar un balón empezó a correr en horizontal en lugar de hacerlo hacia la portería del Barça. Lamentable. Puyol vio la tercera amarilla, que acarrea suspensión, y no podrá jugar en Londres. Por allí pasa el camino hacia Roma. No es un atajo. Sólo es una escala.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?