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Zigic no muere de amor

El delantero serbio sustituye a Villa, lesionado, y aprovecha un error garrafal de Pinillos para tumbar a su ex equipo

ALFREDO VARONA

Salió Zigic y lo complicó todo para el Racing. Hasta entonces, el partido era suyo. Tenía la propiedad de la pelota y confiaba en ganar a los puntos. Excepto una de Munitis, que sacó César, no tuvo ocasiones gruesas. Pero eso entra dentro del guión en un Racing, donde cada gol tarda tanto en llegar que parece la extra de Navidad. Está Tchite, sí, pero el misterio ha entrado en su vida: por la facilidad con la que se lesiona en condiciones que nadie concibe y porque, en el área, en vez de Al Capone en Chicago, parece Danny de Vito en Los Ángeles.

Tchite no es Zigic. Tchite se apasiona y hasta podría tirar de una manada de lobos. Zigic no sale de su despacho. Quizá sea el talento del depredador o la sabiduría de los años, pero lo cierto es que así solucionó el problema del Racing el año pasado. Ayer, con la camiseta rival, cambió el partido antes de entrar en calor. No hizo nada especial, pero estaba ahí como pasa con los carteristas a la salida del metro. Zigic es hombre que cree en esas casualidades, que tantas veces lo convirtieron en un héroe. Volvió a llenarse de razones.

Fue un momento extraño, eso sí. Pinillos, uno de los futbolistas más responsables de la tierra, enloqueció. Sin la aprobación de nadie, le regaló a Zigic un balón, sinónimo de gol seguro. Y, además, resultó el único de la tarde, un premio descomunal para un Valencia sin reputación. Nunca discutió la pelota. Lástima de escudo. Banega se asustó cuando Serrano le enseñó los tacos. Luego, se tomó la tarde libre. Joaquín ha limitado su velocidad y, tal vez, su ambición. De Mata tampoco hubo noticia. Y la indiferencia golpeó a Villa, que jugó en dirección prohibida. En vez de esperar el balón, tuvo que ir a buscarlo. Y la única vez que pisó área con peligro se lesionó para dejar su plaza a Zigic. Fue un aviso del destino.

El Racing se sintió desheredado. Tuvo amor propio para derribar un imperio. Pero sucedió lo que tantas veces en Santander. El balón llega al área y, al final, se impone la perseverancia de Serrano, al que cualquiera dice que no. La derecha con Arana es un territorio más noble. Es un futbolista lleno de aspiraciones. El problema de Arana es cuando tira la pelota al área y son otros los que deciden.

Así que el Racing fue un equipo previsible. Su tentación arrancó varias ocasiones. Pero la tarde estaba imposible. Cuando sus delanteros hicieron lo necesario para triunfar, apareció César, el portero inagotable. A su edad, otros ya han ensanchado y tienen domingos más cómodos. César, sin embargo, no ve la campana de la última vuelta. Anoche, recuperó el puesto y tuvo paradas magníficas. Sobre todo, una mano que le sacó a Munitis llena de nostalgia, como cuando César tenía rizos y a Munitis aún le quedaba pelo. Eran años, por cierto, en los que el Valencia no se fiaba de las casualidades. Jugaba siempre a ganar. Algo que ahora no ocurre y tal vez Emery sepa la razón.

0.- Racing: Toño; Pinillos (Geijo, min 83), Morris, Torrejón, Christian; Arana, Colsa, Lacen, Serrano; Munitis (Luis García, min 64) y Tchité.

1.- Valencia: César; Bruno, David Navarro, Dealbert, Mathieu; Joaquín, Marchena, Banega (Albelda, min 70), Mata; Miku (Silva, min 52) y Villa (Zigic, min 57).

Gol: 0-1, min 61. Zigic.

Árbitro: Manuel Enrique Mejuto González (comité asturiano). Mostró cartulinas amarillas a Serrano por el Racing y a Navarro, Mathieu y Banega por el Valencia.

Incidencias: partido de la sexta jornada de Liga de Primera División, disputado en los Campos de Sport de El Sardinero ante 16.729 personas.

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