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De Hamburgo a Neptuno

H. JIMÉNEZ

A tleti, Atleti!', retumbaron las calles de la coqueta Hamburgo durante todo el día. '¡Campeones, campeones!', volvió a escucharse en Neptuno por la noche. Rathausmarkt, la plaza más céntrica de la ciudad germana, pronto se convirtió en el punto de encuentro para los más de 13.000 seguidores colchoneros que acompañaron al Atlético a la final de la Liga Europa. Se sentían grandes de nuevo, orgullosos de lucir el escudo por el que tanto han penado con dignidad en los últimos años. Poco tardaron los hinchas rojiblancos en ganarse el cariño de los ciudadanos locales. 'Me gusta más el Atlético, son más divertidos y ellos no nos eliminaron', indicaba Cristophe, que regenta uno de los bares de la plaza más atestado de colchoneros, que ganaron por goleada a los del Fulham.

Las avenidas más populares de la ciudad, así como la fan-zone, situada en el barrio de St. Pauli, se tiñeron de rojiblanco. La lluvia que cayó desde primera hora no desanimó a los españoles. El color de la final lo pusieron ellos. Ni siquiera en la zona habilitada para los seguidores ingleses se vieron más de 50 juntos. El himno del Atleti fue el soniquete más canturreado. 24 años desde la última final europea era una espera muy larga para los seguidores del Atlético. 'Nos tiramos 17 horas para conseguir una entrada y otras 24 de coche desde Mérida', apunta Pepe, uno de los numerosos seguidores que llegaron vía carretera hasta Hamburgo.

Cantemos con el corazón, rezó el mosaico con el que los aficionados del Atlético recibieron al equipo. El gol de Davies enmudeció una grada que hasta entonces no había callado y recordó de golpe y porrazo a los jugadores del Atlético que la historia del club colchonero siempre alberga un hueco para episodios fatales. Fue una estocada incisiva, pero no mortal, y el equipo tardó en levantarse. Como sus seguidores. La alegría previa por el gol de Forlán se convirtió en angustia. Sobre todo porque cinco minutos antes el uruguayo había comenzado a escribir la página más bonita de la historia reciente del Atlético. Sólo ese golpe pudo frenar los ánimos de una afición que llegó a Hamburgo a hacer historia. Como la plantilla. La piña que formaron los jugadores en la celebración fue un grito a la libertad. El Atlético se soltó las cadenas que llevaban mucho tiempo oprimiéndole y por eso tardaron en asimilar que las finales pueden durar más de 90 minutos.

Como si de otro partido se tratara, la afición del Atlético reapareció en la prórroga. Tras un periodo de deserción, la hinchada entendió que su equipo la necesitaba. Las palabras de Quique antes del tiempo extra no parecieron aportar soluciones a los suyos, que miraban una y otra vez a la grada, angustiados por la responsabilidad. Hasta que en el minuto 115 apareció el Kun y un pase suyo lo aprovechó Forlán para marcar el 2-1 y darle la primera Liga Europa al Atlético.

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