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El último trofeo de Laporta

El presidente ha cuadrado el círculo virtuoso en lo deportivo, se ha manejado con solvencia en el aspecto económico y ha patinado en lo social

NOELIA ROMÁN

Y como despedida, una liga. La cuarta en siete años. La vigésima del club. El colofón perfecto a una era que contemplará a Joan Laporta como el presidente más exitoso en la historia del Barcelona, acaso también el más controvertido por sus modos.

Obligado por los estatutos que su junta reformó y por una moción de censura que puso en jaque su mandato, Laporta abandona el sillón presidencial exhibiendo un nuevo triunfo, un argumento más para alimentar su ego y su indisimulada campaña por perpetuar el laportismo en los comicios del 13 de junio.

Nadie podrá discutirle al aún presidente azulgrana su tino para gestionar un club que cogió hecho unos zorros, en 2003, y deja, siete años después, en la cúspide del deporte mundial.

Durante este tiempo, cuatro de las cinco secciones profesionales de la entidad –el fútbol sala, de reciente creación, no alcanza el nivel del resto– han sido protagonistas principales en las máximas competiciones europeas.

El equipo de fútbol, dos veces campeón de la Liga de Campeones, ha sido reconocido como el mejor del mundo. El hexacampeonato conquistado en 2009 por Guardiola y los suyos quedará por siempre en los anales del deporte mundial. El equipo de baloncesto, reciente vencedor de la Euroliga, ha sido señalado como el mejor de Europa. El de balonmano lucha con las nuevas potencias por no perder su privilegiado lugar en el concierto continental. Mientras que el de hockey sigue sumando trofeos a su impresionante vitrina.

El Barça ha conquistado cuatro ligas en siete temporadas

Tal y como prometió en 2003 al derrotar contra pronóstico a Lluís Bassat para convertirse en el presidente más votado en la historia del Barça, Laporta ha cuadrado el círculo virtuoso en lo deportivo, se ha manejado con solvencia en el aspecto económico y ha patinado en lo social, circunstancia que desvirtúa su mandato. Embriagado por el éxito del equipo de fútbol, la niñita de sus ojos, el humilde abogado que había liderado el Elefant Blau –grupo que castigó la presidencia de Josep Lluís Núñez– se ha convertido en el mandatario más popular y megalómano de la historia azulgrana.

Convencido de que medio mundo está contra él por sus ideas, Laporta ha engordado con cada título su perfil más populista. Los premios, lejos de reafirmarle en sus propuestas, le han servido a menudo para sacar pecho desde el resentimiento, con un ánimo de reivindicación personal que le ha dejado cada vez más solo. Y así, el presidente que inició su mandato como líder de una junta coral, renovadora y moderna lo concluye como única cabeza visible de una directiva compuesta por unos pocos viejos amigos y manejada con estilo caciquil, nada nuevo en el mundo del fútbol.

Del “que n’aprenguin! (¡qué aprendan!” con el que concluyó su primer año de mandato, Laporta pasó a reprender a los peñistas al grito de “¡al loro, que no estamos tan mal!”, tras un curso sin títulos (el de 2006-07) y antes de que una moción de censura hiciera temblar los cimientos de su proyecto, cada vez más personalista. Para entonces, la sonrisa que Ronaldinho había devuelto al club se había ido desdibujando en la misma medida en que las crisis afectaban a la junta.

Desde que Sandro Rosell, vicepresidente deportivo, protagonizó la primera en 2005 con su dimisión junto a otros tres directivos, las convulsiones han ido salpicando los éxitos deportivos del Barça.

Laporta adornó la primera Liga con una bajada de pantalones en El Prat que sonrojó a la siempre comedida parroquia azulgrana. Después, a instancias de un socio, un juez descuadró los planes del presidente cuando, tras la segunda liga y la Champions de París, le obligó a convocar unas elecciones que ganó por ausencia de rivales.

Sonados abandonos y el aumento del personalismo han marcado su era

La moción de censura de 2008 y la consiguiente dimisión de ocho directivos, con Ferran Soriano a la cabeza, confirmó la deriva social de Laporta, que sobrevivió gracias a su apuesta por Guardiola.

El hexacampeonato difuminó episodios como el espionaje a cuatro vicepresidentes del club , su cada vez más notoria campaña política a favor del independentismo y las poco decorosas imágenes celebrando la victoria ante el Madrid en Luz de Gas. Allí o en otro lugar, esta noche, Laporta festejará su última Liga como presidente, antes de decidir si aprovecha el impulso para lanzarse a la arena política.

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