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Al menos la Copa lanzó a De Gea

El torneo fue la rampa de despegue del meta canterano desde sus paradas decisivas en la remontada ante el Recre

L.J. MOÑINO

La palabra doblete ha acompañado al Atlético en estos últimos 14 años. Era el recuerdo de la última y única gran temporada rojiblanca desde que la familia Gil desembarcó en el club en 1987. Esta Copa hubiera recuperado en toda su extensión aquel vocablo que para los atléticos ya no tenía más que el significado de la nostalgia. Para la dirección del club, el término fue un paraguas para ocultar los múltiples fracasos posteriores. Ese paraguas se fue cerrando a medida que las temporadas vacías de títulos se iban sucediendo, incluidos los dos años en Segunda División.

La conquista de la Copa y de la Liga Europa hubieran resucitado el sentido literal de doblete para el club y para la hinchada. Lo necesitaba el Atlético para cerrar el curso con un puñetazo sobre la mesa más definitivo que el de haber llevado un único trofeo a sus anquilosadas vitrinas. Con ese par de copas, hubiera cerrado el curso con un golpe de autoridad que serviría para recordar que ha vuelto a la nobleza de los campeones con fuerza. Hubiera despojado con más rotundidad al vestuario de la etiqueta de habitáculo de perdedores que le ha acompañado en los últimos 14 año.

Sin capacidad para competir por el título liguero frente a Madrid y Barça, la Copa ha sido el gran objetivo del Atlético en las últimas temporadas. Ahí siempre se ha visto con posibilidades. Cuando Quique aterrizó en el banquillo y el camino a Europa vía Liga ya era prácticamente imposible, el Atlético puso más atención en la Copa que en la Liga Europa.

Incluso aquel gol de Simao en Chipre frente al Apoel, que a la postre valió para poder disputar el torneo continental ganado, se consideró en los mentideros atléticos más pesimistas una contrariedad. Se esgrimía que la disputa de la Liga Europa podía distraer al equipo en su empeño por abandonar los puestos bajos de la tabla. En cambio, la trascendencia que tenía la Copa para el club la reflejó la escandalosa goleada encajada en Huelva. Aquel 4-0 provocó duras críticas públicas de Quique a su plantilla, acusada de falta de compromiso y profesionalidad.

Si aquella humillante derrota en el Nuevo Colombino destapó los peores presagios, la remontada en el Calderón (5-1) fue el primer paso para que el equipo empezara a creer en algo. Para que al menos el grupo se convenciera de que en una competición por eliminatorias y con el Madrid y el Barça fuera de ella, las posibilidades de, al menos, rozar el título eran grandes.

Esa remontada también fue decisiva en otro punto fundamental en la trayectoria ascendente de este Atlético. De Gea, que ha cambiado al equipo, se lanzó hacia la titularidad con varias paradas decisivas en aquella machada en la que muy pocos creían. Por entonces, De Gea tenía asignada la titularidad en la Copa y Asenjo en la Liga. Quique sólo aguantó al meta palentino un partido más en la Liga, ante el Sporting en el Calderón (3-2).

El clamor popular y sus errores de bulto condenaron a Asenjo. El duelo que siguió al del Sporting fue la ida de los cuartos de final de la Copa ante el Celta. De Gea fue titular y ya no abandonó el puesto. Es más, Quique reafirmó su decisión al mantenerlo en las dos competiciones. La licencia de alternar a los porteros se acabó. Las tres competiciones serían disputadas por De Gea.

No ha podido el Atlético recuperar ese sentido literal y en presente del término doblete, pero al menos el torneo le proporcionó el que hoy es el símbolo de la hinchada. De Gea reúne todas las condiciones para que el club diseñe el futuro sin preocuparse en años por la portería.

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