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De Gea evita una sangría

El Barcelona de Guardiola gana al fin en el Calderón con muchas más ocasiones que goles. Messi sale en camilla tras una entrada criminal de Ujfalusi

JOSÉ MIGUÉLEZ

El Barça redujo la inserrucción. Conquistó al fin el Calderón, esa especie de pueblo de Asterix que se resistía a su hegemonía, el único escenario del planeta donde había mordido el polvo por dos veces la imperial escuadra de Guardiola. Pero a la tercera, el Atlético también cayó. Y eso que De Gea (ante la mirada quizás de nuevo indiferente del seleccionador) se empeñó una parada tras otra en dejar el partidazo en el aire. Fue la suya una resistencia en el fondo artificial. Porque el Barça, guiado con la soltura de costumbre por Xavi e Iniesta, fue superior de principio a fin. Y debió golear.

El Atlético acusó en exceso la ausencia del Kun, que saltó al campo de titular pero de una forma más espiritual que futbolística. Hizo del Cid durante 50 minutos, los suficientes para comprobar que no estaba sano, y se fue al banquillo a ponerse hielo sobre su lastimada pierna derecha. No hay noticias de que Forlán estuviera lesionado, pero tampoco asomó su repertorio por el Calderón.

Todo el fútbol lo puso el Barcelona, que a última hora tuvo que lamentar la salida en camilla de Messi tras un pisotón de Ujfalusi. Borbalán lo interpretó malintencionado y decidió expulsar al checo. El Atlético no puso juego, pero sí actitud, agresividad y carácter. Se negó a rendirse, a dar por perdido el resultado, por contundentes que fueran los mensajes que iba lanzando el balón y las maniobras del Barça.

Messi se retira en camilla tras un pisotón que le costó la roja a Ujfalusi

Quique vistió el partido favorito del Atlético con el once que tan buen resultado le dio en la Supercopa de Europa. Es decir, con una defensa sobrecargada de centímetros, aunque esta vez para enfrentarse a una delantera diminuta que acostumbra a desequilibrar por abajo. El perfil del partido quedó claro de saque. El Barça buscó la prosperidad como siempre, a partir de la posesión de la pelota, el toque y la iniciativa. Y el Atlético trazó su plan a partir de esa premisa, de que las riendas las llevaría el rival: así se empeñó en una presión muy adelantada, líneas muy juntas, espacio a la espalda de sus defensas y vértigo a la contra. Le costó saber qué hacer cuando capturó el balón, que le quemó.

Fue ahí donde enseñó más nervios que seguridad. Especialmente Raúl García, que regaló tres balones tiernos en los primeros minutos. Y de uno de ellos, el Barça sacó el primer gol. Messi montó un contragolpe, con un pase interior preciso que dejó solo a Villa ante De Gea. Al meta le dio tiempo a desviar al palo el ajustado remate, pero sus compañeros no se levantaron del susto: la defensa se quedó temblando y mirando y Pedro recogió con comodidad el rechace. Luego, esperó a que Messi llegara y se colara por el medio, y le regaló un pase magnífico. La Pulga remató a la red con suavidad.

Marcaron la Pulga y Piqué; por el Atlético anotó Raúl García

No cambió el guión ese tanto y tampoco los dos posteriores, que irrumpieron a balón parado. Ambos, de más demérito defensivo que acierto ofensivo. Busquets se durmió ante el movimiento de Raúl García en el del empate y Valdés (ante la mirada quizás de nuevo indiferente del seleccionador) se comió el centro. Y acto seguido, el sobrevalorado Godín, en vez de rugir, se dejó burlar por Piqué en el segundo palo, que se permitió, sin que el uruguayo se inmutara, controlar con el pecho y fusilar con toda la tranquilidad del mundo.

La segunda parte fue todavía más azulgrana. El Atlético incorporó más ganas de ataque, especialmente por parte de Reyes, muy tímido durante el primer tiempo. Pero realmente apenas metió en aprietos al Barça, que ya cogió definitivamente de la pechera el partido. Iniesta y Xavi se encendieron, se enchufó todo el Barça y Messi se puso a hacer de las suyas. Las ocasiones se sucedieron. Pero De Gea se volvió enorme.

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Desde lejos y desde cerca, de cabeza o con el pie. Paró todo lo que le llegó. Con estiradas llenas de reflejos en los disparos a bocajarro y con tranquilidad y oficio de veterano en los mano a mano. Xavi, Pedro, Messi, por dos veces, y Villa, por tres, fueron pasando por su consulta. Pero el guardameta dijo que no y que no. Y dejó así que su equipo creyese en el empate hasta el final.

Hasta el Barça se empezó a temer lo peor. El encuentro murió convertido en alborotado viaje de ida y vuelta. Tan sorprendido de verse con vida a esas alturas, el Atlético atacó a empujones los últimos cinco minutos y el Barça acabó con pelotazos y haciendo cambios sobre la campana (Mascherano por Iniesta). Lo que fuera con tal de romper el último maleficio. El Calderón, al tercer intento, también fue suyo.

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