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Soldado a la carga

El Valencia recobra el pulso ante un Rangers muy limitado

SALVA TORRES

Soldado afinó la puntería para encarrilar el camino del Valencia en la Liga de Campeones. El equipo de Emery fue muy superior al Rangers, que tuvo a su favor el nerviosismo local tras los últimos resultados.

Se armó de paciencia, de Joaquín y Mata para doblegar a un equipo escocés que pareció más de lo que efectivamente es. Le puso el Valencia la dosis exacta de calma y tensión, que Soldado ratificó con sendos goles. Lógica ovación para el delantero cuando fue sustituido. Lo mismo le sucedió a Joaquín, que rompió por su banda.

Mestalla le dio la espalda a su equipo, pero la mitad del graderío asistente celebró los goles de Soldado por todos los ausentes. Incluso César no paró de dar saltos a solas en su área. El júbilo fue síntoma del alivio que causó romper la densa telaraña escocesa. Como en Ibrox Park, el Rangers montó un par de escudos para detener la embestida blanquinegra. Y el Valencia se tuvo que armar de paciencia hasta encontrar el agujero. Lo halló Soldado, que acertó a colocar muy ajustado al palo su disparo con la izquierda. Hasta entonces, Banega manejó el ritmo que Mata y sobre todo Joaquín imprimieron por sus bandas. Naismith, mucho antes, provocó un enorme susto cuando a los ocho minutos disparó duro al poste. Ese era el peligro escocés.

El Valencia, con la grada expectante tras los últimos patinazos, jugó con velocidad limitada por los nervios de recibir un gol en contra. Aun así, dominó sin ansiedad, esperando su oportunidad, la más clara en las botas de Mata que McGregor anuló con una gran parada. El Rangers ni se inmutó, tieso como una roca. Las estadísticas decían que nunca había ganado en España, pero el Valencia tenía el miedo en el cuerpo y eso era lo que hacía peligroso al conjunto escocés, después de todo limitado.

El arma del Rangers la llevaban cargada los de Emery y se llamaba impaciencia. Soldado la descargó con sus goles y Mestalla, cuya mitad castigó a los suyos viendo el partido en casa, destapó la olla a presión.

Tras el gol, nada cambió: el Valencia siguió trenzando al ritmo de un Banega muy mejorado, con Joaquín y Mata incisivos; el Rangers, cerrado atrás y fiándolo todo a un contragolpe. Lo tuvo Miller, pero César, que reaparecía, paró. Antes fue McGregor el que impidió la sentencia valencianista tras cabezazo de Aduriz. El Valencia, al no concretar su dominio, dejó abierto el partido, que cerró definitivamente Soldado. Hizo la pared con Mata y fusiló en carrera a McGregor. Y aunque el partido cayó del lado valencianista, todavía tuvo Naismith ocasión de acortar distancias, que el poste volvió a impedir.

Fue el único consuelo escocés: toparse con la madera. Tampoco su juego dio para más. El Valencia salió airoso de un partido que Tino Costa selló con un tanto postrero. Fue la primera goleada en Mestalla. Y la mitad de la afición se la perdió.

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