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Marc Márquez: El niño prodigio que sólo sabe ganar

MIGUEL ALBA

Exploró los límites de precocidad en su debut en el Mundial. 15 años pelados, la edad mínima para dar vueltas al mundo corriendo con una moto, un diente de leche, los huesos en pleno desarrollo e hincando codos delante de los libros de 3º de la ESO.

Todo eso sucedió hace dos años en Jerez. Entonces, Marc Márquez era un proyecto de campeón. Pasó de luchar en el campeonato nacional a hacerlo con la élite mundial. Como Pedrosa en su día, Márquez también era una pluma de sólo 43 kilos que le obligaba a llevar un lastre de 17 kilos de placas de plomo por la KTM, para cumplir con la norma mínima de peso piloto-máquina.

'Mi objetivo es ser campeón del mundo, pero tengo que ir con calma', soltaba en 2008. Los pasos se han dado sin estridencias. Se moldeó a la persona tanto como al piloto. Tuvo que coger peso para poder manejar bien su montura, sobre todo en los cambios de dirección, punto débil en su fino estilo. Para ello, se le impuso una dieta con cinco comidas al día. Los estudios que se han efectuado de sus huesos dicen que cuando finalice su desarrollo Marc alcanzará 1,70 o 1,75 metros de altura -ahora mide 1,68-, cifras ideales para competir en MotoGP.

En el de Cervera todo ha sido siempre superlativo con respecto a la precocidad. Pero también con la madurez. Sabe asimilar bien las cosas y transmitir perfectamente a los técnicos las sensaciones de la moto. Las mismas sensaciones que mostraba Rossi a su edad. Su primera moto, con 3 años, se la pidió a los Reyes Magos. Tan solo 14 años después, Marc es el campeón del mundo más joven en la historia del motociclismo español.

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