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El último gran pionero del deporte español

Pertenece a la estirpe de Blume, Bahamontes, Nieto o Santana. No sólo popularizó el golf en España, lo con convirtió en una industria

LADISLAO J . MOÑINO

Cuando en 1976 Severiano Ballesteros deslumbró al mundo en el Royal Birkdale con su golf rabioso y genial, el número de licencias federativas en España era de 11.474. En marzo de 2011, el golf, con 333.897, es el cuarto deporte en territorio español con más federados. En 1976, existían 67 campos a disposición de las clases pudientes y del turismo anglosajón. Hoy, más de 500 campos se distribuyen por la geografía española y muchas familias planifican puentes y vacaciones en función del golf.

Por encima de su palmarés, está el legado que Ballesteros deja. En este sentido, es el último gran pionero del deporte español. Pertenece a la estirpe de Blume, de Bahamontes, de Santana o Ángel Nieto. Personajes quijotescos en una España en la que el deporte estaba más emparentado con la instrucción militar que con la alta competición o con la función educativa y formativa de una sociedad desarrollada. Todos ellos estaban cortados por el patrón del talento desmesurado. Sus éxitos respondieron más a sus extraordinarias condiciones innatas y a su empeño particular que al de mesadas políticas deportivas o adecuadas infraestructuras.

Ballesteros, como sus antecesores en la expansión de sus respectivos deportes, también tuvo que echarse al monte para poder practicar un juego de señoritos. Fue golfista lunero. Aprovechaba la luna llena para practicar en el campo de Pedreña que su propio padre cuidaba. Hasta tuvo que pagar multas cuando fue cazado. No fue jugador de academia y, sin embargo, todavía se repasan y se venden dvds por todo el mundo con sus mejores golpes. Su impacto fue descomunal, aun que España tardara en reconocerle. Fueron las revistas de prensa que se empezaban a escribir en los diaros deportivos las que empezaron mostrar la magnitud de su dimensión.

Hasta principios de los 80, en España no se empezó a tener conciencia de lo que suponía su figura, que ya había empezado su cruzada para popularizar el golf. Él hizo posible que palabras como birdie, eagle, tee o boggey fueran formando parte del vocabulario del deporte español. El mítico Estadio 2 que emitía TVE en las sobremesas de los fines de semana jugó un papel fundamental para enganchar aficionados que luego se convirtieron en practicantes.

Su forma de interpretar los recorridos, que visualizara golpes que sólo él veía y podía ejecutar fue otro factor clave que le terminó de entronizar en su propio país. Respondía al canon del genio latino y eso significaban diversión y emoción hasta el último momento. En la victoria o en la derrota, Ballesteros no era igual que los demás. Peleó por su deporte, porque la desigualdad social no impidiera su expansión. Ahí también fue único. No solo popularizó el golf en España, sino que lo convirtió en una industria.

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