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Djokovic, la peor pesadilla de Nadal

El serbio, que no ha perdido en lo que va de 2011, gana a Nadal la cuarta final de la temporada

ÁNGEL LUIS MENÉNDEZ

Ya no queda excusa en la que guarecerse de la tormenta serbia. Un saque mejor, la velocidad de la pista rápida y la altura sobre el nivel del mar de Madrid se difuminaron ayer sobre la tierra del Foro Itálico. Djokovic ganó con rotundidad a Nadal la final del Masters de Roma y certificó que no ha existido ni existirá peor rival que él para el español.

Rafa le ha plantado cara al mejor Federer, un caballero que te molía a golpes con la elegancia de uno de los más grandes de la historia. Djokovic, alcanzada su madurez tenística, es un tipo excéntrico, a ratos impertinente. Un personaje exagerado que descoloca a individuos como Nadal, reconocido embajador mundial de la naturalidad.

El mallorquín aguantó el tipo lo que tardó el serbio en romperle el saque -octavo juego-. No es que se desmoronase, ni mucho menos, pero se le nubló el semblante, de vez en cuando miró de reojo a su rival y no le gustó lo que vio: un repertorio de gestitos absurdos, amagos de molestias físicas que siempre acaban esfumándose y, por supuesto, latigazos de todos los pelajes que te van minando la moral y el marcador.

Aún tuvo arrestos Nadal para levantarse y devolverle el break de forma inmediata -noveno juego-, pero fue una brazada inútil para acabar muriendo en la orilla del primer set.

Tampoco entregó sin luchar la segunda y definitiva manga pero, al igual que le sucedió en la primera, únicamente le pudo plantar cara a Djokovic hasta el 4-4. Las fuerzas y la concentración no le dieron para más. O sí.

Para remontar in extremis tres bolas de partido antes de caer definitivamente ante el implacable serbio. 'El número uno está finiquitado', sentenció Nadal tras perder en Madrid. Sería cruel que suceda en Roland Garros.

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