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Parejo vuelve a llegar a tiempo

Salió cuando el Getafe estaba descendido y lo reparó en 12 minutos

ALFREDO VARONA

 

Apareció Parejo en una noche marcada por el odio. Lo hizo con el aire teatral de toda la vida, el pelo recogido y la bota preparada. Y la noche no era así. Cuando Parejo pisó la hierba, el Getafe llevaba varios minutos en Segunda. El gol parecía imposible y Ricardo invencible. La impaciencia era terrible. Había futbolistas en paradero desconocido. Y los más rebeldes, como Colunga, lo fallaban todo. Fue entonces cuando la pelota se desplazó a una esquina del área. La suerte para el Getafe fue que ahí estaba Parejo, y no cualquier otro. Abrió los ojos y el balón se sintió joven, por primera vez. El resto lo hizo Miguel Flaño, al que le pillaron copiando. Y como no lo esperaba fue un maldito, que acompañó a esa pelota en la raya de gol.

La noche, sin embargo, guardaba un suspense salvaje. Aún quedaban calamidades que pasar al Getafe. Osasuna cambió de padre. Llevaba hasta entonces un partido académico. Sus futbolistas parecían militares bien ordenados. Pero ante la derrota, Mendilibar acudió a un policía severo como Pandiani. Y eso significaba una opción de gol, seguro. Pandiani cumplió lo que prometió. Tuvo un cabezazo de fabula que Ustari sacó en volandas. El delantero encontró un segundo remate. Y entonces fue el larguero el que rebajó la hazaña.

Fue, en realidad, una noche pesadísima para el Getafe. Se cansó de picar piedra, de encontrar y no terminar ninguna ocasión. Pedro Ríos, incluso, presumió lo imposible al fallar un gol sin portero. Manu encontró varias veces a Ricardo, un portero que no envejecerá nunca. Miku también hizo sus cosas en el área. Pero eran amenazas malvadas que Osasuna resolvía con aire ganador. Jugaba sin gallardía, pero con orden y limpieza. La noche no recogió ninguna tarjeta. Y eso que a los 52 minutos, cuando el Coliséum escuchó el gol del Zaragoza, hubo gente que se marchó por miedo a llorar. Era durísimo. Era la primera vez en todo el año que el Getafe vivía el descenso.

Pero apareció Parejo con la frialdad que ya no tenían los demás. Y Parejo no se murió de miedo en el área. Y fue una noticia tan grande que Colunga, al ver el balón dentro de la portería, ni celebró. El deber es el deber. Míchel, sí, y casi se tira a la hierba como uno más de sus futbolistas que, al fin, sacaron los cocodrilos de las botas. Tuvo que sufrir después el Getafe y más que sufrirá en Anoeta la próxima semana. Pero tiene a Parejo, capaz de corregir a los brutos, y a un portero Ustari, que ayer no fue sospechoso. Todo lo contrario. Fue un héroe como, por ejemplo, Rocky Graziano.

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