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Borg se reencarna en Nadal

Rafa iguala los seis títulos del sueco en Roland Garros y recuerda la figura de un tenista legendario

IGNACIO ROMO

Si tienes miedo a perder, no mereces ganar'. Esta frase, pronunciada por Björn Borg hace tres décadas, puede aplicarse con toda precisión a Rafa Nadal, que situó su palmarés en París a la altura del legendario tenista sueco, con seis victorias en la arcilla de Roland Garros.

Y no son pocas las similitudes entre el juego de Nadal y el de Borg, el hombre que dominó el tenis mundial en los años setenta y lo llenó de un carisma especial. El tenista de la rubia melena huía de la red como de la peste, ejecutaba el revés a dos manos, pegaba con la máxima potencia, exhibía una gran condición física y era poseedor de una mente indestructible. Es decir, al más puro estilo Nadal.

El sueco ganó 11 Grand Slam: seis en París y cinco en Wimbledon

Iceborg, como se le apodó por su frialdad (no celebraba jamás un punto hasta el fin del partido), ganó en seis ocasiones Roland Garros y completó su nómina de 11 Grand Slam con cinco victorias en Wimbledon, estas de forma consecutiva. Borg nunca subía a la red. Convirtió en arte el juego desde el fondo de la pista. Pero no era aburrido: se movía detrás de la línea de forma espectacular y siempre golpeaba con mucha potencia: puso de moda los golpes liftados. Al contrario que la mayoría de los jugadores, que sólo liftaban de forma puntual y con el rival en la red, Borg impuso un nuevo ritmo: golpeaba la pelota, siempre muy alta, con gran potencia y siempre liftada.

La condición física fue otra de las grandes armas del sueco, que cuenta 54 años en la actualidad. Se hablaba de que tenía menos de 40 pulsaciones en reposo y su físico siempre ofrecía la sensación de que, si el partido se alargaba, aquello no iba a afectarle. Eran otros tiempos. Raquetas de madera y escasez de medios (no existían apenas la fisioterapia, las máquinas de pesas, los recuperadores...) para la preparación física y la prevención de lesiones. De hecho, Borg nunca abandonó sus viejas raquetas de madera, ni siquiera cuando volvió a dejarse el pelo largo y protagonizó una breve vuelta a la competición en 1991.

Borg fue un pionero. Una de sus innovaciones fue el revés a dos manos, poco usado en los años setenta. Una novedad que se alejaba de la ortodoxia de los estilistas de su época. El sueco era pragmático: si el golpe ganaba en potencia, adelante con la innovación. También fue un tenista precoz, pues se hizo profesional a los 17 años, igual que Nadal. Es más bajo que el español (1,80 por 1,85) y, al contrario que Nadal, jugaba con la diestra.

Un tenista que no subía a la red y que fue precursor de la condición física

El primer Roland Garros lo ganó Borg con 18 años, en 1974. Repitió victoria un año más tarde, pero luego pasó dos años en blanco. En 1976 cayó derrotado por el italiano Panatta, curiosamente el único tenista que lo derrotó (dos veces) en el Grand Slam parisino. En 1977 no disputó el torneo y luego encadenó cuatro triunfos seguidos entre 1978 y 1981. No lo jugó nunca más.

Si sus seis victorias en Roland Garros le hicieron pasar a la historia como máximo ganador, sus cinco victorias en Wimbledon tuvieron aún más brillo. La primera ya fue demoledora, porque Borg ganó su primer trofeo en Londres (1976) sin perder un solo set. Le seguirían cuatro triunfos seguidos, hasta 1980, cuando derrotó a McEnroe en cinco sets (el estadounidense comenzó con un 6-1) en el que está considerado como uno de los mejores partidos de tenis de la historia.

Borg fue elogiado en muchos aspectos técnicos del juego. Pero él tenía otra opinión. 'Mi mejor virtud es la persistencia. Nunca me rindo en un partido. Por muy abajo que vaya, peleo hasta la última bola'. Una frase que encaja perfectamente con el estilo Nadal. Vidas paralelas.

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