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Sin vencidos en la batalla varsoviana

En un partido sin concesiones, un gol en cada parte certifica un empate entre Polonia y Rusia que reconcilia a ambos con el fútbol

JORGE YUSTA

La batalla que libraron esta noche Polonia y Rusia en el estadio nacional de Varsovia se saldó sin vencedores ni vencidos. Tan solo salió ganador el espectáculo y el espectador. Que no es poco. Los rusos se adelantaron por medio de Dzagoev, pichichi momentáneo de la Eurocopa, pero los polacos empataron gracias a un magistral gol de Blaszczykowski. Las tablas acercan a los de Advoocat a los cruces pero sigue dejando mucho abierto en el grupo A.

El 12 de junio de 2012 estaba señalado en rojo por Polonia desde el pasado diciembre. Era el día marcado para saldar con el fútbol viejas rencillas. Las que el tiempo y el vecino ruso habían ido alimentando. No era un partido más, ni la suma de tres puntos. Se trataba de 'El Partido'.

La tensión por el choque ya se había hecho evidente en las horas previas al mismo, debido a los duros enfrentamientos protagonizados en los aledaños del estadio nacional de Varsovia y del río Vístula los hinchas más radicales de ambos países. 

En el césped se vivió otra batalla. Nada que ver con aquella ínfame de 1920. Pero con paralelismos futbolísticos. Para Polonia, lo dicho. Era una cuestión casi nacional. Tras el empate inicial contra Grecia, un triunfo frente a Rusia valía por triple. Los rusos, sin embargo, se colocaban a un paso de los cuartos de final tras su goleada a la República Checa.

Los generales Smuda y Advoocat repitieron esquemas. Los 22 contendientes desplegaron en los primeros minutos la artillería pesada. Sobre todo desde el lado polaco. Rusia quiso tener más la posesión. Elaborar. Pero los locales frenaban con dureza cualquier acercamiento a lo territorios de Tyton. En ataque, las jugadas a balón parado eran las únicas con las que había que contar. Y en una de ellas llegó el primer tanto ruso.

Arshavin puso un balón templado para que Dzagoev girara el cuello y cruzara el balón hasta las redes de Malafeev. La resistencia polaca se vino abajo y los de Advoocat vieron la oportunidad para matar el partido. El asedio a la portería rival comenzó a ser una constante. Pero insuficiente. Stark, hasta entonces permisivo con la crudeza del juego, pitó el fin de la primera parte de la contienda.

La reanudación trajo el desbaratamiento de todas las tácticas y estrategias. La batalla se trasladó al cuerpo a cuerpo. Era el tiempo del talento y del corazón. Y así, el partido ganó enteros en vistosidad. Se convirtió en un toma y daca. En un frenesí de fútbol alocado.

Y así, Polonia empató. A los diez minutos del segundo tiempo Blaszczykowski recogió un balón en la frontal, se colocó y empaló un zurdazo que se coló por la escuadra. Golazo, empate y vuelta a empezar.  La tensión iba en aumento. Los nervios a flor de piel.  Las ocasiones se sucedían en ambas áreas. El fuego era real y la victoria se podía decantar para cualquier lado.  

Los técnicos dieron refrescos a sus pupilos con los cambios, pero sin variar los esquemas. Kerzhakov,  en otro día sin suerte, dejó su puesto a Pavlyuchenko. Dzagoev también se marchó. Y en Polonia Smuda apuró los cambios hasta el final. 

En los locales cualquiera se animaba a atacar las debilidades rusas. Incluso el lateral Boenisch hizo varias veces de extremo llevando peligro constante. Por el centro, el gigantón Lewandowski bajaba bien a recibir. Se giraba y descolocaba el frente ruso. 

Pero el cansancio hizo mella en los contendientes, que en los minutos finales decidieron firmar el armisticio. Tan solo un arreón final de Zhirkov  por la banda izquierda contuvo el aliento a la grada. Ahí se quedó. Empate final. Reparto de puntos. Y a esperar la próxima cita de rivalidad entre los vecinos.

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