Público
Público

¿Por qué somos los mejores?

Con la que está cayendo en España, resulta que la selección está sobrada de jugadores de talento

ALFREDO VARONA

Quizá porque a España no le sobra dinero, pero sí talento. Al menos de sus futbolistas, incapaces de hacer una chapuza con la pelota. Anoche, fue la prueba mayúscula, incorregible, inolvidable. Fue la final que nunca existió. Al menos, para Italia, que se sintió tan desbordada que Pirlo acabó maltratando al balón, Balotelli agachado en el césped y Cassano sustituido en el medio tiempo. Pero no fue culpa de ellos, sino de España y de un grupo de futbolistas, los nuestros, que han descubierto en el éxito un buen maestro. La diferencia fue de película, pero, en vez de contarla, vamos a repasar la banda sonrisa de esa película, uno a uno, incapaces de separarnos de su superioridad:

CASILLAS. 8. En su desesperación, Italia buscó los disparos de lejos, los tiros libres, cualquier cosa. Fue la noche en la que Casillas tuvo más trabajo, aunque no la más difícil. La mayoría fueron tiros duros pero francos, en los que el portero puso las manos. Breve y sin ruidos, Casillas fue el reflejo de una gran Eurocopa. Su portería fue una pared. Después del primer partido, nunca más volvió a recibir un gol.

ARBELOA. 7. En todas las historias siempre hay un personaje gris. Arbeloa reivindica ese papel. Enjuiciarlo con el balón podría ser un ejercicio de mala uva. Así que es preferible acordarse de su voluntad, de su paciencia para resistir  en una zona, la derecha, por la que Italia insistió de veras en la primera parte. Barzategli tuvo opción a tirar más de seis o siete centros. Pero Arbeloa aguantó sin perder el control.

JORDI ALBA. 10. Otra categoría de futbolista con la pelota a la que concede soluciones maravillosas. Walt Disney vive en su pierna izquierda. El segundo gol fue la locura. Definió frente a Buffon como si llevase la vida entera. Pero quizá fue mejor la carrera de atletismo que lo situó en la soledad frente al portero. Demostró que el cansancio no existe, que el calor sólo es una excusa de los que no pueden.

PIQUE - SERGIO RAMOS. 9. Su motivación fue extraordinaria en una noche que prometía palos. Cassano y Balotelli venían de sentenciar a Alemania, de derrotar a un caudillo, Hummels. Con Pique y Ramos no fue posible.  Ante esa autoridad, los delanteros de Italia se quedaron pequeños. Tuvieron que alejarse del área. Di Natale sacó un par de remates al inicio de la segunda parte, pero sólo duró los diez primeros. Fue realismo, no resignación. Al final, Ramos memorizó viejos tiempos y atacó por la banda como el lateral derecho que fue.

BUSQUETS. 9. Nunca ganará un partido, pero tampoco lo perderá. Suficiente para jugar donde juega y vivir como vive. Ha aceptado una función, cuya dificultad se comprende viendo la incomodidad con la que Italia sacó la pelota. España, no. Fue lo contrario en una noche en la que Busquets se prestó a mejores ofertas. A última hora,  trató de pasar al área de Italia con un autopase. No fue una locura. Fue un acto de fuerza suprema de un futbolista, que cumplió una Eurocopa sin errores. Su mejor partido fue ante Portugal, el peor día para España.

XABI ALONSO 9. Tiene 31 años, pero da la sensación  de que podría durar toda la vida. No sólo es el futbolista. Es la idea con la que se comporta en un territorio en el que no existen los dibujos animados, pero que establece rápido las diferencias entre los futbolistas. ¿Acaso se puede comparar la paz con la que jugó Xabi Alonso a las prisas de Marchisio, a los agobios de De Rossi o a las malas pulgas de Pirlo? Allí, Italia descubrió una vida muy perra, una derrota por anticipado, todo lo contrario que España. Xabi Alonso siempre podrá recordar que él estaba allí, la diferencia entre querer y poder.

XAVI. 9. El jefe del tikitaka volvió antes de las vacaciones. En una noche donde tenía una comparación fácil y peligrosa con Pirlo, Xavi fue un placer. Pirlo, una agonía.  ¿Algo más que añadir? Sí, que al fondo queda una Eurocopa en la Xavi no siempre dio con la tecla. Pero anoche jugó en Casablanca, como si fuese Humphrey Bogart, como si Andrés Montes resucitase otra vez.  Su jefatura en el césped se sintió desde el inicio. Tenía que ser más trascendente y lo fue, sobre todo en los pases del segundo y tercer gol, donde reconoció un mundo aparte. Buena noticia. A los 32 años, no se rinde. Tiene esa cabeza.

INIESTA. 9. El partido estaba inquieto cuando Iniesta envió al área un pase a Cesc que sacó de quicio a Chielini, que no imaginó nadie más que él y que, a la larga, produjo el primer gol. Nunca se sabrá que vida hubiese corrido el partido sin ese gol a los 12 minutos.  Después, fue el Iniesta de casi siempre, el hombre que no coge un balón sin dejar su marca. A veces, salió del segundo y tercer regate y otras no. Pero ya no es eso, sino la sensación que procura. Otra vez más, jugó en volandas, con una felicidad que nunca se vio en los mediocampistas  italianos.

CESC. 8. Ha atacado, definitivamente, la tradición del nueve. Del Bosque sólo le entregó las herramientas. Después, ha sido Cesc el que ha sabido trabajar más cerca que nadie de la portería ajena. Anoche, fue otra prueba más y, sobre todo, en el primer gol en el que hizo trizas a Chielini. No se sabe si fue rapidez o talento, la realidad es que Cesc fue un trapecista con el semáforo en rojo. Su centro llegó a la cabeza de Silva, que golpeó ese balón, como si tuviese un bisturí en la cabeza.

SILVA. 7. Su vida fue la de siempre: un futbolista que, como Iniesta, jamás dejará de intentarlo. Esta vez no ha sido ni de lejos el mejor regateador del campeonato. Sus intenciones casi nunca han terminado. Pero la vida de los regateadores es así: no sólo dependen de la voluntad. También del talento, del misterio y de todo un poco. Sin embargo, anoche Silva encontró lo inolvidable. Seguramente hasta lo merecía a los 12 minutos. Fue de cabeza y por el aire, en unas condiciones casi inauditas para un futbolista de su estatura.

LOS SUPLENTES. Un voto de confianza para Fernando Torres, que salió en un partido en el que ya no hacía falta.  Se conformó con un gol, pero pudo hacer dos: el segundo se lo regaló a Mata, que por algo es compañero en el Chelsea. Cuando salieron la noche ya no tenía cintura, los jugadores italianos se sentían atormentados y el balón llegó sin vocación de rescate al área de Buffon. Pedro, como siempre, contribuyó a ello. De él siempre quedará una tentación agridulce. No fue lo que hizo en el tiempo que jugó, sino lo que podría haber hecho si hubiese jugado más tiempo.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?