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Del Bosque se abona a la ruleta y gana

El acierto del seleccionador con sus arriesgadas decisiones tácticas y cambios han sido decisivos para que España ganara el Mundial, la última Eurocopa y se haya plantado en la final de la Confederaciones. Las permutas de Nava

EDUARDO ORTEGA

Son ya comunes las caras de sorpresa de propios y extraños de tres años a esta parte. Al principio de recelo y al final de incredulidad. El trasiego de Del Bosque en el equipo titular de España es ya tan habitual como su capacidad para dar en la diana con sus variantes y cambios en partidos a vida o muerte.

El del pasado jueves es sólo el último ejemplo. La salida al campo de Javi Martínez en la prórroga en la última permuta del salmantino era una apuesta muy arriesgada. Quizás la más intrépida del seleccionador desde que ejerce como tal. Ante toda una Italia que mordía en cada choque, con más físico que los españoles, aventurarse por sacar al mediocentro del Bayern y colocarlo como único nueve, en vez de a un gris Villa, es de verdadero riesgo. Pero la apuesta, aunque con la fortuna de la ruleta de los penaltis, volvió a sonreir a Del Bosque.

Lo hace, de hecho, desde que en el Mundial de 2010 introdujo la primera gran variante en el esquema de un equipo que venía de coronarse por segunda vez en más de cuatro décadas campeón de Europa. El salmantino continuó con el doble pivote de Luis Aragonés, pero cambiando los cromos: Xabi Alonso y Busquets en lugar de Senna y Xavi. Además, adelantó la posición del de Terrasa para dotarle de más libertad de movimientos y un mayor peso en el juego del equipo.

Y aún perdura hasta esta Copa Confederaciones el segundo gran terremoto de Del Bosque. Sin un nueve que le convenciera -todavía hoy tiene esas dudas en ataque-, y ante el probable cerrojo italiano, eligió colocar a Cesc como falso delantero centro en el debut de La Roja en la Eurocopa del pasado año. La sorprendente decisión, pese al empate final, no pudo salir mejor y descubrió a todo un goleador para la selección. La nueva posición para Fábregas con España -que no lo era en el Barça-, se saldó con dos tantos. La ausencia de Villa del campeonato le abrió las puertas al ex del Arsenal en la delantera en el inicio y en el desenlace, ya que repitió también en la final que acabó con goleada a los transalpinos.

Pero el acierto de Del Bosque no se queda ahí. Cuando en partidos cruciales no da con la tecla y el choque pinta mal, también atina con los cambios. España no hubiera ganado el Mundial de Suráfrica si el extécnico del Real Madrid no se la hubiera jugado sacando a Fernando Llorente en los octavos ante Portugal. Y quién sabe si acaso hubiera pasado de la fase de grupos en la Eurocopa del año pasado sin aquel gol in extremis de un Navas que salió en la segunda parte y que certificaba el pase.

La buena estrella de Del Bosque está intimamente ligada al ya exjugador del Sevilla, en quien confía para subir las revoluciones de España y del rival cuando el encuentro está en punto muerto. Aparte de ese angustiante partido ante Croacia, le resultó por momentos en la final del Mundial contra Holanda. Y el jueves no sólo marcó el gol decisivo en la tanda de penaltis, sino que permitió a La Roja respirar ante Italia. Con su desborde y su velocidad dio al equipo la profundidad de la que carecía hasta entonces y creó casi todo el peligro de los españoles.

El envite de Del Bosque con Javi Martínez es sólo el último de un hombre que ha demostrado que tiene bastante más librillo del que pensaba Florentino Pérez cuando decidió echarle del Real Madrid hace ya diez años.

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