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De Comisiones Obreras al cielo

ALFREDO VARONA

A las puertas del Coliseum, donde esta tarde juega el gran Atlético de Madrid, hay un busto del presidente Ángel Torres (Recas, Toledo, 1952). Un antiguo miembro de Comisiones Obreras que convirtió al Getafe en una proeza y que  ahora está en la encrucijada, expuesto como casi nunca en los últimos diez años al descenso a Segunda. Toda una pesadilla para Ángel Torres, el hombre que acarició lo imposible en el Sur de Madrid. Presidió al Getafe en dos finales de Copa y fue capaz de traer al Rey al humilde palco del Coliseum en aquella eliminatoria frente al Bayern Münich, al que tuvo eliminado hasta el minuto 90 y que hizo una publicidad única de la ciudad. 'Beckenbauer se acordará toda la vida de donde está Getafe'. Todo eso está en la biografía de Ángel Torres, que cogió en 2002 al equipo cuando era un club desesperado y sin ninguna historia en Primera. Lo ascendió en un par de años y desde entonces, desde aquel 2004, el Getafe ha jugado siempre en Primera. Una vida que ahora está en peligro, un duro inconveniente para un hombre como Torres, cuya reputación menguaría: 'Alcaldes hay 8.000 en España', le contestó una vez al alcalde de Getafe, 'pero presidentes de Primera sólo hay 20'.

Tiene fama Ángel Torres de buena persona y, sobre todo, un hombre hecho a sí mismo. En su biografía hay un dato que lo demuestra. A los 14 años, recién fallecido su padre en un accidente de tráfico, llegó a Madrid para trabajar de aprendiz en unos talleres. Después, pasó a Kelvinator, aquella vieja fábrica de neveras, en la que depuró su afán sindicalista, como miembro de CCOO, en una huelga que le costó el puesto de trabajo. Una constante en su vida de  asalariado, pues años después, en una empresa de manufacturas de Fuenlabrada, tampoco toleró  la  injusticia y se fue a la calle con una de esas frases que resplandecen en su vida: 'Querían despedir a un compañero; dije que si se iba él, me iba yo..., y nos echaron a los dos'. A partir de días como esos, se explica la severa personalidad de Ángel Torres, hombre de lengua afilada y que hace uso del poder a su manera: no regala los oídos a nadie, no es tampoco un jefe fácil para los entrenadores. Hay una frase suya con la que se convive históricamente en Getafe: 'Mientras yo sea presidente, no mandará nadie más. Con mi dinero, me divierto yo y mi gente'. Ante Luis García, su penúltimo técnico, se quejó en público de que 'aburrimos a las ovejas'. Y a estas alturas, tampoco le importa manifestar que la grada del Coliseum es incorregible. 'Ni aunque abriésemos las puertas se llenaría el estadio'.

En realidad, Ángel Torres es una interesante personalidad. Un hombre con poca diplomacia, gran autoestima y fe ciega en lo que hace. De lo contrario, no sería Ángel Torres Sánchez, ese señor de barba educado en la calle y al que sólo le ha faltado decir en estos últimos diez años que él también podría ser presidente del Gobierno. Sí tuvo ciertas aspiraciones, como socio que es, de presidir el Real Madrid, aunque, al final, se quedó en Getafe, donde se habla de él como una leyenda. Hay otro dicho, 'cuando habla Ángel Torres tiemblan las farolas de la calle Madrid', que todavía perdura, capaz de explicar a un hombre que no estaba destinado a ganar 1.000 euros. Arrancó desde lo más bajo, pero supo apretar la tecla correcta. Hizo riqueza en el mundo de la construcción, como uno de los promotores del Sector 3, el primer gran desarrollo urbanístico de Getafe. De esos años tampoco le importa reconocer su vinculación con el Partido Comunista y los hay que recuerdan las crónicas que él mismo escribía del Getafe en la revista vecinal Presencia ciudadana.

Pero, sobre todo, se admira su enorme visión para los negocios, que traspasó a su pasión por el fútbol y que, pese a que el Coliseum nunca se llene, le ha ido bastante bien. Llegó al Getafe diciendo que 'todos los que llegaron delante de mí, desde el año 83, metieron la mano en la caja'. Ahora, doce años después, nadie le puede acusar de malgastar el dinero suyo ni el del club. Supo negociar y casi siempre hizo buenos fichajes de jugadores y entrenadores, a buenos precios la mayoría. Ha relanzado a mucha gente, algunos como Abdel Barrada traídos de un suburbio de París.  Otra cosa es que todos esos negocios, toda esa legión de contactos, valga para vivir eternamente en Primera. Y esa es la encrucijada de Ángel Torres en este momento. Un desafío que esta vez no sólo depende de él. Y eso es lo que le tiene en vilo a un hombre como él, que siente al Getafe como a un hijo más.

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