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La indignación brasileña devora al Mundial de Dilma

Un año después de la oleada de protestas en el gigante suramericano, éstas se recrudecen, así como la represión por parte de las autoridades. A doce días de que comience el Mundial, las críticas por los gastos, desvíos y la corrupción que ha rodeado al torneo no hace más que aumentar

Protesta contra el Mundial en los alrededores del estadio de Sao Paulo, hace unos días. REUTERS/Nacho Doce

EDUARDO ORTEGA

Cientos de personas formaban una larguísima cola, como una fila de hormigas. A lo lejos se oía el murmullo de manifestantes vociferando, mientras la Policía se acercaba con caballos y se preparaba para contenerlos con golpes y gases lacrimógenos. Todo sucedía en un entorno espectacular y lujoso. No en vano, el Estádio Nacional Mané Garrincha, en Brasilia, es la infraestructura más cara de todas las levantadas por el Gobierno de Dilma con motivo del Mundial, que comienza dentro de menos de dos semanas precisamente en este mismo coliseo.

El descontento no es ni casual ni aislado. Lo que surgió hace aproximadamente un año como una inesperada protesta se ha tornado doce meses después en un estallido social. Millones de personas comenzaron a clamar en junio de 2013 en varias ciudades por el aumento de los precios del transporte y acabaron marchando contra la corrupción política, la falta de servicios sociales, la inseguridad o la brutalidad policial. Todo bajo el trasfondo de la inminente Copa Confederaciones de fútbol, que estuvo claramente teñida de un tono de indignación social. Casi un año más tarde, la situación se repite. Ahora bien, esta vez aderezada por un mayor impulso de las reivindicaciones. Si en 2013 se trataba de millones de personas movilizadas espontáneamente, a éstas se añaden ahora sectores como los del transporte (autobús y metro), policías o profesores, que han convocado huelgas en decenas de urbes y que amenazan con paralizar al gigante suramericana a sólo doce días de que se alce el telón del mayor acontecimiento futbolístico.

Son precisamente los fastos para la puesta en marcha del evento el leitmotiv que centraliza la protesta ciudadana: se prevé que el Gobierno se gaste más de 10.000 millones de euros, lo que lo convertirá en el Mundial más caro de la historia. "La gente tenía mucha ilusión cuando se anunció la organización. Pensaban que podría servir para arreglar muchos de los problemas y modernizar las infraestructuras, como pasó con los Juegos de Barcelona en 1992", comenta Fernando Kallás, corresponsal de la BBC Brasil en España y periodista del diario As. "Prometieron muchas obras públicas aprovechando la coyuntura y apenas las han cumplido. La sensación que se tiene allí es de haber perdido una oportunidad", abunda. Y encima se teme que los coliseos acaben convertidos en elefantes blancos. "Nadie sabe qué va a pasar con ellos", agrega.

Los estadios sí que se han edificado, aunque muy sobre la fecha tope, con muertes de obreros y accidentes varios. El de Brasilia, por ejemplo, que centró las movilizaciones la pasada semana, ha disparado su coste hasta los 625 millones de euros, casi tres veces más de lo presupuestado inicialmente para una sede que no tiene un equipo puntero. Allí el Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) y el llamado Comité Popular de la capital marcharon bajo el lema "No va a haber Mundial". Pocos imaginaban que el país que ama el deporte rey, cuya selección es la que más entorchados posee, se levantaría así contra lo que tanto venera. "Es sintomático que donde el fútbol es adorado y tiene una presencia cultural tan importante se desarrollen estas manifestaciones. Se han construido estadios mientras se encarece el transporte. La gente se ha dado cuenta de que el dinero público está yendo a parar a manos privadas", opina el periodista especializado en la ética en el deporte Jacobo Rivero, quien ha publicado recientemente un libro al respecto junto a Claudio Tamburrini.

Corrupción y exención de impuestos

Jacobo Rivero: "Cada vez son más las voces que se manifiestan en contra de esta lógica deportiva tan excluyente"

De esa manera, planea desde hace años la sombra de las comisiones y la corrupción alrededor del torneo. Unos rumores que Joana Avelange, directora del Comité Organizador Local (COL), confirmó hace unos días con una enigmática sentencia: "Lo que tenía que ser gastado, robado, ya fue hecho". En este aspecto, también se critica la posición de la FIFA, que ha tratado a última hora de lavar su imagen con declaraciones como la de su secretario general, Jerôme Valcke. "Es fácil criticarnos y usar la Copa Confederaciones o el Mundial para emprender movilizaciones. No somos responsables de lo que pasa en un país ni de las inversiones", declaró. "Los ciudadanos se quejan porque la FIFA ha usado a Brasil como ha querido, mientras exige que tanto ella como sus multinacionales asociadas no paguen impuestos", advierte el corresponsal de la BBC. La élite del fútbol, siempre ajena a los problemas sociales, como en Qatar, emirato al que concedieron el torneo de 2022 pese a la esclavitud preponderante y la marginación de mujeres e inmigrantes. "Cada vez son más las voces que se manifiestan en contra de esta lógica deportiva tan excluyente. Empieza a haber una desafección hacia la estructura del negocio del deporte justo ahora que ocupa un lugar cultural y social importante", aventura Rivero.

La represión de las autoridades, que ha causado decenas de muertes, centra una de las últimas campañas de Amnistía Internacional. Reclaman que las marchas de protesta se celebren en libertad y que los ciudadanos no sean reprimidos por salir a la calle de forma pacífica. "La Policía tiene antecedentes muy graves, como cuando usó gas pimienta y lacrimógeno durante la Copa Confederaciones. Ninguno de los agentes que cometió abusos ha sido juzgado, por lo que subyace un mensaje de impunidad. Ha habido agresiones a periodistas y gente que ha perdido ojos", explica Ángel Gonzalo, uno de los responsables de la ONG en España.

Amnistía celebrará un acto este jueves en Madrid y en otras ciudades del mundo para clamar contra la criminalización de la protesta. A partir de las 11.00 horas y frente a la Embajada brasileña, activistas de la organización caracterizados como hinchas y árbitros recordarán que todas las personas tienen el derecho a manifestarse de forma pacífica y que el Gobierno debe garantizar que así sea. Además, entregaran las firmas que han recogido bajo esta petición, que de momento se elevan a 60.000, 16.000 sólo en nuestro país. "Lo que decimos es que el mundo va a estar mirando y eso a veces hace que se cometan menos abusos o que, al menos, sean menos evidente, aunque durante la Confederaciones la represión fue igualmente brutal". El Ejecutivo latinoamericano lleva meses preparando leyes para limitar la protesta, que probablemente no lleguen antes de la celebración del Mundial. "Serían el equivalente a nuestra Ley de Seguridad Ciudadana. Vamos a trabajar para estas medidas no se aprueben", dice Gonzalo.

El cambiante papel de los políticos

"Las autoridades tienen mucho miedo a las protestas y no sabemos por qué. Es una tendencia global", asume el responsable de la ONG. En este sentido, Kallás explica cómo ha cambiado la forma de actuar del Ejecutivo con respecto al Mundial: "Cuando se lo concedieron, todos los políticos querían una foto al lado de Blatter (presidente de la FIFA) o de Lula. Estar relacionado con el torneo era positivo porque daba votos y ahora sucede lo contrario. Se intentan alejar al máximo de lo que tenga que ver con el evento, e incluso muchos lo critican. Todos quieren quedar bien con el pueblo".

¿Qué tienen que decir los protagonistas del macroevento que convertirá al país que dirige Dilma en el epicentro del planeta? Cuando explotó el conflicto en junio del año pasado fueron muchos los exfutbolistas y jugadores de la canarinha, que ganó la Copa Confederaciones a España los que se pronunciaron a favor de quienes se movilizaban. "Por un Brasil sin violencia, mejor, en paz, educado, con salud, honesto y feliz", dijo Alves. "Siempre tuve fe en que no sería necesario que llegáramos al punto de echarnos a la calle para exigir mejores condiciones de transporte, sanidad, educación y seguridad, principalmente porque es una obligación del Gobierno", declaró Neymar, la estrella del Barcelona y del combinado que dirige Scolari. También los míticos Romario o Rivaldo clamaron contra el Ejecutivo, mientras que Pelé pedía "no descargar las frustraciones en la selección". ¿Qué ocurrirá este año, cuando se prevé que el clima de tensión crezca aún más? "Me extrañaría mucho que todos ellos permanecieran callados ante lo que sucede a su alrededor, porque la mayoría proceden de entornos complicados, que están sufriendo mucho lo que está ocurriendo", opina Rivero.

Lo que sí parece claro es que la indignación sólo va a ir más desde hoy hasta que se inaugure el torneo el 12 de junio. Y un ejemplo es la gigantesca manifestación que se prevé en Sao Paulo el próximo jueves 5. "Lo que pasará no estará en la mano ni de la FIFA ni del Gobierno, sino del pueblo. Y cuando el poder es del pueblo nadie sabe lo que puede ocurrir", considera Kallás. Rivero va más allá: "Puede ser el inicio del pinchazo de esta burbuja del deporte para unos pocos y del fin de este tipo de eventos para las élites. Brasil puede ser la imagen mundial de la desafección de la ciudadanía".

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