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Pequeña venganza para el Atlético

ALFREDO VARONA

Fue el contraste de lo que pasó en Lisboa, una pequeña venganza para el Atlético. El gol final, a falta de tres minutos, fue suyo, un cabezazo a cámara lenta de Raúl García que cogió indeciso a Casillas y reabre el debate de la portería. Un cabezazo que disminuyó la proeza de James en su debut en el Bernabéu. En una noche, que se resignaba al empate, apareció, de repente, el futbolista colombiano para demostrarlo todo.

En realidad, no hizo nada del otro mundo, pero estuvo ahí, en el corazón del área para volver al pasado. Un partido que tenía controlado el Atlético volvió a quedar a expensas de un instante, de una jugada en el área, en la que la defensa rojiblanca se complicó la vida. Godin despejó con poca fuerza.

Sin querer, dejó el balón en el pie de James que no malgastó la oferta. Hasta entonces, el colombiano llevaba una noche muy tímida. Incapaz de terminar nada de lo que empezó, se resignaba al calor de la noche que admitía el empate como una cosa justa y que lo perdió durante siete minutos hasta que apareció Raúl García para imponer la ley del silencio, la que demuestra que los últimos minutos también pueden ser del Atlético.

No fue una gran noche, aunque sí suficiente para el Atlético, que fue capaz de imponer sus intereses en el césped. Llegó con la idea de que no pasase nada en el Bernabéu y casi nada pasó hasta los últimos diez minutos, cuando las porterías reclamaron su derecho a existir. Hasta entonces, el Atlético de Simeone lo impidió casi todo. Hizo la vida difícil a un Madrid que lo intentó siempre, por dentro y por fuera. Pero no encontró los futbolistas que necesitaba: los tiene, pero esta vez no aparecieron. Ante ese veredicto, el Atlético pudo más y presentó en sociedad a Mandjukic, un tipo que no tiene miedo a nada.

Enfrentado a Sergio Ramos, el delantero dejó fotografías camaleónicas. Otra cosa fue con la pelota con la que no hubo manera de averiguar nada. Apenas la tuvo en su poder, ni cerca ni lejos del área. A la espera de que aparezca para finalizar, que fue para lo que se le fichó, ya se sabe que Mandjukic, como Diego Costa, también puede ser un animal. Un hombre con corazón atlético, capaz de bajar a la mina, de actuar como primer defensa, de llegar hasta Bale y de quitarle la pelota. Si realmente tiene gol, Mario será una mina en el Atlético de Simeone.

El Madrid no jugó a gusto en una noche con tanto público. No consiguió imponer sus intereses. Tuvo casi siempre la pelota, pero eso ya no es suficiente para vencer. Ni siquiera lo fue para sacar el caudal de ocasiones que se le suponen al Madrid en el Bernabéu. Sacó varios remates de Benzema y algún tiro lejano de Kross como mejores argumentos.

La hinchada también se dio el gustazo de ovacionar a un futbolista tan querido como Di Maria o de perdonar a James su timidez hasta que vino el gol. Fue entonces cuando el partido se revolucionó, las porterías pasaron a manos de los delanteros y, antes de despedirse, Raúl García reabrió el debate acerca de la portería del Madrid. Luego, hubo una mano de Mario Suárez en el área de Moyá que el Madrid tampoco dejó de reclamar.











 

 

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