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El monasterio de Contador

ALFREDO VARONA

Ocurre a menudo. Para conocer a un ciclista puede ser mejor y más fácil llegar a su entorno que a él. Y en el caso de Alberto Contador está su hermano mayor Fran, que es su mánager y que rara vez se le ocurre llamar por teléfono al ciclista más allá de las diez de la noche. 'Prefiero no hacerlo para no molestarle. A esa hora, ya es muy posible que esté acostado. Alberto, en realidad, vive como un monje en su monasterio. Incluso, en invierno. Y, sobre todo, este último invierno en el que no se quitaba de la cabeza que Froome había sido muy superior a él en el Tour de Francia'. Y lo que se demostró con esa obsesión es lo peligroso que puede ser tocar el orgullo de un campeón. Y, aunque Fran no lo diga así, sí acepta que 'la derrota te cambia. La derrota te hace replantearte muchas cosas que, a lo mejor, la victoria impide. Por ejemplo, te lleva a hacerte dos preguntas, '¿qué he hecho mal? o ¿qué puedo cambiar?' que, si ganas, lo más probable es que tú mismo no te vas a hacer. Y eso es lo que pasó este invierno en el que no quepa ninguna duda que es cuando los ciclistas hacen la base para la temporada'.

'Las lágrimas, que yo vi en Alberto cuando se cayó en el Tour, no obedecían a un dolor físico', dice su hermano FranAlberto no ganó nada en 2013. 'Y eso es algo que nunca le había pasado', insiste su hermano, al que corrobora Jacinto Vidarte, que es jefe de comunicación de Contador desde 2007. 'Otros inviernos empezó a entrenar más tarde. Es más, en otros inviernos tú veías a Alberto y no le veías tan fino de peso como este último. Y, claro, la báscula luego te lo demostraba. Y la carretera te lo ratificaba en las propias carreras o en aquella concentración tan larga que hizo en el Teide. Si sumamos que no sufrió ni enfermedades, salvo una gripe al final de la Tirreno Adriático, encontramos casi el invierno perfecto'. Sin embargo, en la décima etapa del Tour, en el descenso del Petit Ballon, en el que sufrió fractura de tibia, toda esa preparación se hizo añicos. 'Creo que lo que menos le dolió fue la caída', añade su hermano. 'Las lágrimas, que yo vi en Alberto, no obedecían a un dolor físico, sino a la obligación de irse para casa y de meter el pie en el coche, a esa pregunta cruel, '¿de qué ha valido todo el esfuerzo que he hecho?' de la que nadie le podía consolar'.

'Mi hermano sigue siendo un hombre capaz de renunciar a lo que sea por el ciclismo'Fran entonces recupera el discurso anterior. 'Yo, como es lógico, conozco a Alberto desde niños, pero todavía no deja de sorprenderme. He aprendido que siempre será así. A veces, yo mismo pienso que este tipo, que lo ha ganado todo, puede relajarse o bajar la motivación. No tiene nada más que demostrar. Pero resulta que es todo lo contrario, y no se trata de que yo esté aquí para vanagloriarle. Mi hermano ya no necesita eso. Mi hermano sigue siendo un hombre capaz de renunciar a lo que sea por el ciclismo. Desde el año pasado, se fue a vivir a Lugano (Suiza), muy cerca de las montañas, donde puede entrenar con más tranquilidad. Sale a la calle y nadie le para. Además, está cerca de Rijs, su director deportivo. Y, es más, cuando le hablas de salir una noche lo más probable es que te diga que ya tendrá tiempo de hacerlo cuando se retire. Soy su hermano, pero nunca deja de sorprenderme. A veces, me pregunto por qué. Y yo creo que es por ese esfuerzo de querer ser siempre algo más de lo que es'.

Jacinto Vidarte lo dice de otra forma: 'A mí, más que sorprenderme, me enseña. Me enseña un ciclista, un hombre que no se rinde hasta el último metro. Supongo que eso no es una lección de ciclismo, sino también de vida'. Quizá eso es lo que provocó que Contador llegase a esta Vuelta a España un mes después de fracturarse la tibia y de permanecer los 17 días siguientes al 14 de julio sin tocar la bicicleta. 'Tenía una herida grave que le impedía casi hasta flexionar la rodilla', insiste Fran Contador, que casi se sorprendió cuando su hermano le dijo de participar en esta Vuelta a España, que ahora va a ganar. 'Lo primero que pensé es qué necesidad tiene de hacerlo. No estaba ni preparado. Pero me quedó la esperanza de que Alberto necesita muy poquito para ponerse en forma'. Y no sólo eso, sino que los sacrificios de ese invierno tan perfecto, algo tan capital y silencioso en la vida de un ciclista, dieran sus frutos. 'De veras, no te equivocas si lo titulas así, 'Alberto vive como un monje en su monasterio', y este invierno más que nunca', insiste Fran Contador. 'Y, ganase o no la Vuelta, nosotros sabíamos esto...'

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