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Rayo Vallecano: la dignidad ante la "política de terrorismo social"

Un retrato de la relación del madrileño barrio de Vallecas con su equipo de fútbol a través de varios protagonistas
FOTOGALERÍA: EL BARRIO DEL RAYO

Una niña pasea delante del estadio del Rayo, en Vallecas.

EDUARDO ORTEGA / REPORTAJE FOTOGRÁFICO: C. GONZÁLEZ

"Mi propio hijo está pagando una hipoteca altísima. ¿Qué hará si se queda sin trabajo?", se pregunta apesadumbrada Ángela, mientras espera al autobús 113 en la parada de la madrileña avenida de la Albufera. Unas cuantas calles más al este, el pasado viernes, fue desahuciada de su casa de toda la vida Carmen Martínez Ayuso, de 85 años, por avalar un préstamo de su hijo con un particular. La historia creó tal alarma social que el Rayo Vallecano, el equipo de fútbol del barrio, acudió en su auxilio un día después para pagarle el alquiler de una vivienda.

"Me parece increíble que lleguemos a estas situaciones y que tenga que ser el equipo el que ayude a esta señora", abunda Ángela en el corazón de una de las barriadas más humildes de la capital, donde se encuentra el Estadio de Vallecas. De la misma opinión es Manuel San Pastor, abogado de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH): "Mientras la Empresa Municipal de la Vivienda (EMV) vende las casas a fondos buitre y hay más de un tercio vacías, no da salida a casos como el de Carmen". La PAH fue una de las organizaciones que trató de parar su desalojo. Instaron al juez a que revisara las cláusulas abusivas, pero no lo estimó. Trataron de negociar con el acreedor un alquiler social, pero sin éxito. La anciana avaló con el domicilio en el que había vivido cinco décadas un préstamo de 40.000 euros para su hijo y la deuda asciende ahora a 77.000. "Se quedan con un piso valorado en 150.000 euros y con una plaza de garaje tasada en más de 10.000. Vemos claramente la usura y los altísimos intereses de demora", afirma indignado San Pastor.

Son más de las 13.00 horas y quedan escasos minutos para que las taquillas del que fuera coliseo Teresa Rivero (la mujer de Ruiz-Mateos) cierren por esta mañana. No tiene mucho ajetreo Enrique, aunque explica que esta temporada la venta de entradas va a buen ritmo. Los abonados y seguidores son fieles al conjunto franjirrojo. Y también defensores de causas sociales como la de la anciana. "El rayismo contra los desahucios: #CarmenSeQueda", rezaba una pancarta de uno de los fondos durante el choque ante el Celta de Vigo. "¡Somos un barrio y un equipo luchador y obrero!", exclama Enrique mientras atiende a dos personas que esperan para comprar entradas.

Jesús Diego Cota, excapitán del Rayo Vallecano, en su restaurante.

Jesús Diego Cota, excapitán del Rayo Vallecano, en su restaurante.

Abre, además, un debate casi inédito en las últimas jornadas: ¿Por qué Carmen y no muchos otros casos? "Me parece genial la decisión, pero va a producir un efecto llamada. Para eso debería estar el Estado", cree el taquillero. "Lo terrible es que hay Cármenes cada día", lamenta el abogado de la PAH. "La medida demuestra la buena voluntad y conciencia social del Rayo, pero sobre todo la incapacidad de los poderes públicos, tanto del Ayuntamiento como de la Comunidad". Esa buena voluntad del equipo se traduce en que Paco Jémez, el entrenador, pagará un alquiler hasta que las instituciones se hagan cargo, como ya han anunciado. El propio técnico, en una entrevista con Público en enero, afirmaba que "el club tiene que ser un instrumento no sólo de juego sino también para ayudar a quien lo necesite, sin politizarlo; y qué mejor que ayudar a quienes representan al Rayo, que son los vecinos de Vallecas". El club donará, asimismo, un porcentaje del dinero recaudado en el próximo choque local ante el Sevilla y abrirán una Fila 0 en una entidad para centralizar las aportaciones de los interesados.

"Es como un atraco a mano armada; sólo les falta el pasamontañas". Quien lanza la pulla no es un vecino anónimo más del distrito, sino Jesús Diego Cota, mítico capitán del conjunto franjirrojo, en el que jugó y sufrió durante 15 años. Lo dice mientras escruta desde una posición privilegiada el restaurante que lleva su apellido en el interior del coliseo vallecano. "Somos un barrio que abre los brazos a todo el mundo. Todos estamos viviendo una mala situación y para algunos es crítica. Gente normal, trabajadora, en la que nunca pensarías, buscando en los cubos de basura, viviendo en la calle".

Natividad y Eladio, vecinos de Vallecas y asiduos del restaurante de Cota.

Natividad y Eladio, vecinos de Vallecas y asiduos del restaurante de Cota.

El restaurante abrió hace más de una década y hoy está medio lleno. Junto con los bares de los alrededores, es centro neurálgico de los aficionados rayistas. Quien quiera discutir sobre el equipo, la arriesgada táctica de Paco o los últimos fichajes y ventas tiene aquí su sitio. Los fines de semana, y sobre todo los días de partido, se pone a tope. Es familiar y la mayoría de los clientes son habituales y se conocen. Como Eladio y Natividad, casados hace más de cincuenta años y residentes en el barrio desde entonces. "Es un orgullo para los vallecanos lo que ha hecho el Rayo; era un drama lo de esa señora. Pese a la mala fama, aquí hay gente muy buena", aseguran estos octogenarios, sólo cuatro años más jóvenes que Carmen. "Estamos ya con chapa y tornillos", bromea Eladio, que trabajó en General Electric hasta que se jubiló. "Está mal que ayuden a los bancos y no a la gente que lo necesita y que después de que te echan a la calle tengas que seguir pagando. ¿Y encima para tener los pisos vacíos?". No entienden esta sociedad "enferma", como muchos han criticado estos días tras el desahucio del viernes. "Y mientras otros lloran a la duquesa de Alba y a la Pantoja", zanjan poniendo mala cara.

"Ahora vendrá una señora que conoce a esta mujer de la mesa de la izquierda y le preguntará qué tal fue su operación", dice Cota como el maestro de ceremonias que es, demostrando la cercanía y el buen rollo que reina en el local. Hoy el menú anuncia ensalada, pescado, sopa, pisto manchego o escalope, entre otros platos. "Vienen, comen, charlan, ven a la gente y se van a casa felices". Paloma, prima del eterno capitán y empleada, hace un descanso antes de la hora punta mientras disfruta de un cigarrillo. "Es vergonzoso que hayamos tenido que llegar a esta tesitura", reprueba entre calada y calada. "En una situación parecida estamos muchos, pero con la edad que tiene esta señora me parece muy fuerte". Repite el adjetivo una vez tras otra, tratando de verbalizar lo que hay en su cabeza. "Es necesario que los políticos se conmuevan con imágenes tan trágicas como la de Carmen para que le den una vivienda. El de ella ha sido un caso mediático, pero desgraciadamente tenemos a diario familias con menores que se van a la calle o cunas de niños en las aceras tras los desalojos", lamenta Manuel San Pastor, quien censura la "política de terrorismo social" de Ana Botella.

Uno de los laterales del estadio del Rayo, en la avenida de la Albufera.

Uno de los laterales del estadio del Rayo, en la avenida de la Albufera.

Cota explica que él mismo intenta echar una mano a quien le pide ayuda, dentro de sus posibilidades, e incluso a familiares que están pasando por una mala época. "Pero claro, no eres Dios y no puedes dar más de sí. A quien le corresponde ayudar es al Gobierno, pero está todo tan podrido... Los políticos deberían ser un poquito más personas e involucrarse más en este tipo de situaciones en vez de derrochar dinero. Nos estamos dando cuenta ahora de tanto descontrol, como el caso de las tarjetas black, y es una desgracia. Ya no creo en ningún político, ni de izquierda ni de derecha", critica. Tampoco confía todas sus esperanzas a Pablo Iglesias, el líder de Podemos, vecino del barrio, que casualmente aparece en ese momento en un reportaje en la televisión. "Le veo muy joven, no sé... me creeré a cualquiera que de verdad sea capaz de cambiar esto. Yo nunca había visto a España como la veo ahora".

El excapitán del Rayo es íntimo amigo de Jémez, con quien come de vez en cuando. "Es de Córdoba, donde la gente es también muy humilde, como en Vallecas. Es muy cercano, honrado y campechano. Los políticos tienen mucho que aprender de él. Seguro que el club ha ganado muchos abonados con su decisión", opina. El cielo se ha cubierto, truena y está a punto de abrir a llover a cántaros. Manuel, entrenador de boxeo de 83 años, afirma taciturno, mientras apura rápido su cortado y hace ademán de largarse corriendo antes de que el diluvio le atrape: "La vida es así; no quisiera verme en esa triste situación".

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