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"Adiós, adiós, a la Liga adiós"

El cántico insistió en el verdadero objetivo de los atléticos. La afición rojiblanca ganó la batalla de la grada y de la semana

LADISLAO JAVIER MOÑINO

Bufandas y brazos en alto la hinchada atlética entonó el 'adiós, a la Liga, adiós'. Ese era el objetivo del vecino incordión. No le había gustado durante la semana que le pasaran su irónica mano por el lomo los madridista. Menos les agradó la pancarta que se desplegó en el fondo sur: 'El Calderón, mejor club social del Real Madrid'. Cada sentimiento sabe dónde está el corazón del otro. Y allí que se disparan.

Estaba la hinchada rojiblanca con la exigencia hacia sus jugadores de fastidiarle la Liga al Madrid. Así que cuando el árbitro señaló el final, recordó lo que le suponía el empate a su contrario. No se arrancaron antes por ese miedo a la leyenda maldita de sus últimos minutos. Las ocasiones fallidas del Kun olían a la desgracia posterior de no haber matado el partido. Con el empate ya para la historia se soltaron.

Salieron ganadores por puntos, los seis que ha vuelto poner el Barça por medio, y por repertorio. La semana será de pecho hinchado para los rojiblancos. Los madridistas tendrán problemas para encontrar sitio en las barras del bar para acodarse; los henchidos atléticos ocuparán dos sitios. Ante cualquier intento de guerra dialéctica tirarán de matemáticas; seis puntos y el Barça campeón. Y alguno se guardará la bala del Liverpool. Otra semana intratables en todo aquel espacio público en el que haya debate. Ya se sabe que los vecinos tocapelotas taconean donde más les escucha el de abajo.

Al Bernabéu, sin embargo, se le escucha poco de primeras. Necesita una corriente emocional para conectarse a los partidos. Y no se le da la inventiva acústica que despliega el club. Lo último es remezclar el 'estamos aquí animando al Real Madrid' y el resultado es una mixtura entre música de tómbola y de afterhours trasnochado. Tampoco funciona el meter declaraciones de Raúl hablando de sus récords con el sonido de la grada coreando su nombre. Sobre todo sí es en el descanso, cuando el que no tiene la boca ocupada en el bocadillo está en el vomitorio desocupando.

El club debe ser consciente que ese silencio expectante de plaza de toros es un gol en contra, pero no acierta con la tecla para agitar las gargantas de sus aficionados. Sólo funcionan la pelota y los partidos a dos porterías. Necesita de imposibles y grandes dosis de épica. Entonces sí ruge y se enciende. El repertorio no es muy rico, pero sí apabulla. En esos momentos se ejerce de juez y de agitadora. Abuchea por igual a Guti, que se fue sin mirarle a la cara a Juande pero mascullándole culebras, y jalea la entrada de Higuaín como señal de que en el Bernabéu todo es posible.

En la otra esquina, la afición del Atlético ganó por decibelios, constancia y variedad.Tiene más consciencia de lo que es soportar, de supporter. Es capaz de levantar a su equipo perdiendo 0-2 con el Barça como de asumir dos años en Segunda. Eso en las mal dadas, porque en las buenas despliega mucho sentimiento. Como cuando Forlán reventó a Casillas. Retumbó el 'uruguayo, uruguayo'. Tal y como está la selección celeste es el mayor cántico orgulloso que hoy puede escuchar. Un homenaje a un país que conserva la épica como escudo desde el Maracanazo, hecho ligable a otra puya para tenderos y futboleros de café mañanero durante la semana. Puede que el Madrid volviera a perder por segunda vez esta Liga con su casa a rebosar.

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