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Aduriz salta sobre el reloj

Un espectacular cabezazo picado del delantero del Valencia nivela a última hora el gol de Simao

JOSÉ MIGUÉLEZ

El Valencia no logró sujetar el liderato, pero al menos rescató un punto a última hora. Se lo concedió el Atlético, que se confió en exceso y se tiró atrás de forma escandalosa en el peor momento, convencido de que la portentosa salud de su portero (enorme otra vez De Gea) le iba a salvar de todos los entuertos. El Valencia fue creciendo con sus cambios al mismo ritmo que el Atlético fue mermando con los suyos. Y al final, un cabezazo picado de Aduriz a centro de Albelda tras un forcejeo (una acción de casta) dejó en tablas un duelo que los madrileños creyeron tener en el bolsillo y que Forlán, otra vez ausente, dejó sin sentenciar.

Porque el Atlético no acusó las heridas de la semana anterior. De la primera, en Salónica, aprendió: Quique dibujó una alineación desafiante, con Diego Costa como acompañante de Forlán en el ataque. De la segunda, en el Calderón ante el Barça, simplemente se sacudió: cuando te bailan los azulgranas es mejor pasar página que sacar conclusiones. Así que, pese a la ausencia del Kun, pese a la baja de Ujfalusi, los rojiblancos pisaron Mestalla con la confianza subida, de nuevo convencidos de su fiabilidad destructiva y su peligrosidad en el ataque.

Forlán, otra vez gris, deja escapar por dos veces la sentencia

Y eso que Forlán sigue sin estar. O está muy lejos de su versión balón de oro. Ayer, ya con el 0-1 en el marcador, poco antes del descanso, el uruguayo perdonó una ocasión a puerta vacía por tratar de acomodarse con la izquierda la pelota, que no le obedeció y se le fue descontrolada por la línea de fondo. En el segundo tiempo se dejó birlar por Maduro otra ocasión nítida. Al menos participó en el primer tanto, al lanzar en largo una contra fulgurante que, otra vez por un mal control, se había encargado de retardar. Su corrección, eso sí, fue letal.

El Valencia no respondió en el primer tiempo al cartel de líder que lucía. Soportó la iniciativa, pero no supo cómo abrir la ordenada posición defensiva de enfrente. Joaquín lo intentó por la vía del regate desde la derecha, pero el Atlético le interceptó con ayudas masivas a la salida de sus quiebros. También lo buscó por percusión, con Aduriz, pero Godín aguantó los choques sin inmutarse. Menos previsible, más difícil de descifrar, muy rematador, se comportó Mata, pero su decisión tampoco sirvió para arrugar el plan táctico rojiblanco. Al Valencia se le vio, como a tantos otros, más construido para el contraataque, para prosperar a partir de la posesión del rival, que para saber atacar en estático. El Atlético, en realidad, es lo mismo. Y por eso le benefició que fuera el Valencia el que primero expusiera y se abriera.

Durante 55 minutos, el Atlético vivió cómodamente de su gol. Hasta que Emery buscó un giro con un segundo punta (Soldado) y su equipo se despertó. Llegó la hora de De Gea, un espectador hasta entonces. El meta de los milagros, que tiene a Del Bosque contra las cuerdas, le sacó un remate a Mata como la física no logra explicar y otros dos a Soldado. El Valencia se creció. Fran Mérida salió para frenar el juego, pero lo disparó en la dirección contraria. De las revoluciones, Albelda sacó un robo en una esquina, un centro templado y un vuelo espectacular de Aduriz. Su cabezazo picado logró batir al fin a De Gea. Justo cuando ya parecía imposible.

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