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Baumgartner, el hombre que saludó a las estrellas

Este austriaco, exparacaidista militar, convirtió en minucias sus anteriores récords con su salto estratosférico y supersónico

AGENCIAS / PÚBLICO

La imagen de Felix Baumgartner observando la Tierra desde 39 kilómetros, asomado desde el gigantesco globo que le elevó hasta la estratosfera y su posterior salto al vacío en posición horizontal ya pertenecen a la historia de la humanidad. Esos instantes serán repetidos infinidad de veces. Fue la primera vez que un ser humano saltaba desde tan colosal altura, mirando cara a cara a las estrellas. 

No sabemos si alguien será capaz de repetir la proeza o de superarla. Pero de momento, el nombre de este austriaco, exmilitar, deportista multiaventura y hasta especialista en películas de acción, ha quedado grabado al lado de los capaces de lograr las mayores hazañas de la humanidad. Logró, a la tercera intentona, lograr su sueño de saltar desde la estratosfera, desafiar a las leyes físicas, romper la barrera de la velocidad del sonido y aterrizar sano y salvo en suelo terrestre. 

Sobre los cielos de Roswell (EEUU), la ciudad a la que dio fama un supuesto incidente con un ovni en 1947, el único extraterrestre que se vio este domingo fue el austríaco, que saltó al vacío desde una altura de 39.000 metros.  Llegó a alcanzar los 1.342 kilómetros por hora.  Tardó exactamente cuatro minutos y 36 segundos en tocar suelo.

El antiguo instructor de paracaidismo en los comandos de elite del Ejército austríaco y esporádico doble de películas de acción de 43 años ha roto tres récords mundiales, en una jornada con el sabor de la vieja épica de los pioneros que pusieron a prueba los límites humanos frente a los elementos.

Así, se ha convertido -según cálculos que aún deben de ser ratificados- en el primero en superar la velocidad del sonido sin ayuda mecánica, en arrojarse en paracaídas desde el lugar más alto, y subir en globo al punto más alejado de la tierra. Solo se quedó sin batir el récord de la caída libre más larga. Horas antes de comenzar su desafío, Baumgartner expresaba sus deseos: 'Queremos extender los límites de la humanidad un poco más'.

Sus récord anteriores, como el salto desde el edificio más alto del planeta, el rascacielos Taipei 101 (Taiwán), de 509 metros de altura, y de otros lugares emblemáticos como la estatua de Cristo Redentor en Río de Janeiro, resultan en comparación casi inocentes aventuras sin riesgo.

También ha sido el primero en cruzar el Canal de la Mancha en caída libre ayudado de unas alas de fibra de carbono, desde Dover (Reino Unido) hasta Calais (Francia), y se ha tirado desde la mayor construcción de América Latina, la Torre Mayor de México. Algunos de estos saltos eran además ilegales, lo que al desafío de aterrizar sano y salvo, se añadía en algunos casos una carrera desenfrenada para escapar de la policía y no acabar en un calabozo.

Su filosofía de vida se puede resumir en una frase que dijo tras completar el salto en Río de Janeiro: 'No merece la pena morir en un salto. Pero al menos matarse saltando desde la estatua de Jesús tiene algo de gloria'. Con estos antecedentes no es necesario explicar su alias: Felix Sin miedo. Otro detalle de su personalidad: en uno de sus brazos lleva tatuado un mensaje definitorio, 'Nacido para volar'.

Los riesgos del paracaidismo estratosférico, en los que cualquier error le podrían haber costar la vida, tampoco le han atemorizado. Cualquier error con una caída a semejante velocidad podría haberle llevado a caer en barrena, lo que le hubiera hecho perder la consciencia o sufrir una hemorragia cerebral. A punto estuvo en los instantes iniciales de perder el control. El mundo se detuvo mientras Baumgartner giraba sobre sí mismo a una velocidad endiablada. Logró controlar su cuerpo y acabó el desafío en perfecto estado.

Ya en el Ejército dio muestras de su inconformismo, abandonó las fuerzas armadas porque no se sentía a gusto al estar sometido a la disciplina militar y tener que acatar algunas órdenes 'estúpidas', según explicó una vez.

Desde 1988 ha colaborado con Red Bull, el actual patrocinador de la denominada 'misión estratos', y que ha financiado la mayor parte de sus aventuras. Un equipo médico y de expertos en ingeniería aeronáutica han desarrollado durante cinco años la 'Misión estratos' con Baumgartner, y la cápsula y el traje presurizado que han creado le protegió en un entorno hostil para vida.

Su principal asesor era el poseedor del récord, batido hoy, de salto en paracaídas desde mayor altitud: Joe Kittinger, de 84 años, y que se arrojó en 1960 cuando era miembro de las Fuerzas Armadas de EEUU desde una altura de 31 kilómetros.

Pero además, según los primeros datos, logró superar la velocidad del sonido. Algo que no había logrado hasta ahora ningún ser humano sin ayuda mecánica. 'Demostrar que un ser humano puede romper la barrera del sonido en la estratosfera y regresar a la tierra sería un paso hacia la creación en el espacio cercano de procedimientos de rescate que actualmente no existen', explicó en una entrevista difundida por Red Bull.

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