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El Bayern de Múnich de Luis Enrique

ALFREDO VARONA

El pasado miércoles aparecía jugando al paintball con sus futbolistas. Al día siguiente, cogió la bicicleta, junto a su inseparable Unzúe, nada más terminar el entrenamiento en el Monte de A Madroa. Los periodistas que siguen la información del Celta están acostumbrados a ver esa imagen de Luis Enrique,  que emplea la hora de comer para hacer deporte. Luego, a media tarde, regresa a su despacho para preparar los partidos y, como en Vigo vive sin la familia, pasa las horas que hagan falta. 'Es un tipo estajanovista a tope. Nadie le puede reprochar que no haga horas o que no se deje la vida en esto', explica Juan Carlos Álvarez, uno de los redactores de El Faro de Vigo que, desde 1998, cubre la información del Celta, en los que nunca vio un entrenador como Luis Enrique. 'Ha sido diferente a todos, ni mejor ni peor, sólo diferente. Por ejemplo, desde el primer momento quedó claro que iba a ser imposible hacer una entrevista con él o con cualquiera de sus colaboradores y así ha sido. Nadie ha tenido acceso a ellos. Jamás conocí a nadie que llegase a ese extremo'.

Son las cosas del futuro entrenador del Barça. Un hombre que se sube a un andamio para dirigir los entrenamientos y que acostumbra a hacerlo con gafas de triatleta. Un hombre que, incluso, está más delgado y fibroso que sus futbolistas , consecuencia de sus horas en el Ironman o en la maratón y que, sin embargo, está a unas semanas de firmar como entrenador del Barcelona después de un buen año en el Celta y otro mucho peor en la Roma.  Un hombre de extremos que, en la única entrevista personal que concedió este año a la televisión del club (Celta TV), prometió que 'ser entrenador no es algo que me apasione' y que, por supuesto, no descarta tomarse años sabáticos como hizo aquellos seis meses en los que se fue a vivir a Australia. Una filosofía de vida que sostiene a un entrenador que, a diferencia de lo que se lleva ahora, no concede 'especial importancia a las jugadas de estrategia', porque 'no es algo prioritario en nuestro juego'. Y tampoco le importa que en las jugadas aéreas sus defensas  tengan las de perder. 'No tengo jugadores altos, pero no me preocupa asumir ese riesgo'.

Siempre se ha hablado de Luis Enrique como una prolongación de Guardiola como entrenador y en Vigo hasta se habla del Celta como el Bayern de Múnich de Galicia. Un equipo en el que Luis Enrique jamás prometió la victoria. 'No tendría sentido que yo prometiese eso'. Siempre habló, como Guardiola cuando llegó a Münich, de 'imponer el fútbol que a mí me gusta' . Algo que no traicionó nunca, ni siquiera en octubre, cuando logró 2 puntos de 15, y la gente sospechó de sus rarezas y hasta de su antipatía en la sala de prensa, donde también sabe dar un toque a sus futbolistas: '¿Qué pasa? ¿Qué no se pueden jugar tres partidos en siete días?' Algo que va con su exigente forma de ser, que arrancó de futbolista. 'Yo no fui internacional en ninguna categoría hasta llegar a los sub-21. Todo eso me benefició, porque me impidió creérmelo. Hasta los 17 jamás pensé que fuese a vivir del fútbol', explicaba en Celta TV, donde no comulgaba con lo que pasa ahora. 'Aquí, en la cantera del Celta, veo muchos jugadores ya sub-14, sub-15. Pues no sé si será mejor o peor. Porque es un proceso que el jugador tiene que asimilar'.

El caso es que ese hombre, recio y cabal, es el padre de este Celta en el que no se admite otra cosa que no sea el balón pegado al césped con tres futbolistas Fontas, en defensa; Rafinha, en medio campo, y Nolito en ataque, criados en el Barcelona, que han dado barniz a toda esa propuesta.  Una propuesta que volverá a acompañarle esta tarde ante el Madrid en un partido que pudo haber sido más trascendental, quizá el primer gran servicio de Luis Enrique como futuro entrenador del Barça. Pero, aunque no haga falta que sea así, hay otras cosas que demostrar esta tarde como, por ejemplo, que este estilo de juego, que se sintió tan menospreciado con la goleada del Madrid al Bayern de Guardiola, todavía tiene mucha vida por delante. Y, además, aunque cada día Luis Enrique se aleje más de Vigo, siempre quedará el recuerdo de un buen año. '¿Que si ha dejado huella?', se pregunta Juan Carlos Álvarez, el periodista de El Faro de Vigo. 'No, yo creo que tanto como eso no, porque sólo va a estar un año y para hacerlo se necesita más tiempo. Otra cosa es que hayamos sufrido menos de lo que estábamos acostumbrados', sentencia.

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