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Benítez, de monitor de gimnasio al sueño de entrenar al Real Madrid

El adelantado a su época, la obsesión por el fútbol, la lucha contra sus primeras decepciones, la admiración por Sacchi o las dosis de cierta fortuna... así es el nuevo técnico blanco.

Rafa Benítez da instrucciones al Napolés en uno de sus últimos partidos como técnico del conjunto italiano. /REUTERS

MADRID.- Tenía esa pasión; siempre le decía que su cerebro era un campo de fútbol en miniatura en el que los futbolistas podrían organizarse mejor. Pero entonces Rafael Benítez Maudes (Madrid, 1960) no era nadie más que un exfutbolista con poco pasado, una rodilla triturada y un título universitario, que en aquella época era una excepción en el fútbol.

Eran los años noventa y Benítez era un entrenador joven, obsesionado con la defensa en zona y con modernizar lo que había. Utilizaba lo que casi nadie empleaba entonces, el ordenador, hacía sociogramas entre los futbolistas y, al escucharle, intuías que ese hombre no se podía quedar ahí, debía llegar muy lejos. Tenía preparación, idiomas, discurso, sólo te hacía dudar su tremenda obsesión por el fútbol, su nombre de torero, la dificultad de todo eso.

Rafael Benítez entrenaba al equipo sub-19 del Madrid, donde no quería ser uno más. En aquella Ciudad Deportiva del Real Madrid con sabor añejo, que dirigía Del Bosque, Benítez se olvidaba del tiempo cuando empezaba a hablar de fútbol. Resultaba hasta extraño que ese hombre pudiese concentrarse en otro trabajo que no fuese el fútbol, pero no le quedaba otra para pagar el Citroën ZX que acababa de comprarse. Trabajaba por las mañanas en el gimnasio Abasota, donde creo que nunca le pregunté lo que hacía, porque él prefería hablar de fútbol, demostrar todo lo que sabía, convencernos, incluso, de que no había nadie que supiese más que él.

A veces, te podía abrasar con ese verbo corrido e indesmayable, pero tal vez yo prefería escucharle a él como entrenador del Madrid que a los profesores en la Universidad. Tenía esa posibilidad. Trabajaba de becario en el diario AS y aquello me concedió cientos de conversaciones en las que Benítez, seducido por el ejemplo de Arrigo Sacchi en el Milán, insistía en su sueño de entrenar algún día al primer equipo del Madrid. Tenía motivo. Sacchi tampoco había sido un futbolista de prestigio.

"El fútbol es una mentira"

Aquel joven, musculado y desconocido, dejó paso al general de hoy, hombre grueso y digno de portada en el mundo entero

Desde entonces, han pasado más de veinte años. Aquel joven, musculado y desconocido, dejó paso al general de hoy, hombre grueso y digno de portada en el mundo entero. El motivo es sabio. Acaba de cumplir un sueño que ya casi ni le hacía falta tras una magnífica carrera como entrenador y como hombre, doctor honoris causa en la universidad, incluso.

Benítez era, en un anterior época en las categorías inferiores del Madrid, un grito de modernidad, un adelantado de su época, plagado de una legión de apuntes en esos brazos

Ganó una Champions con el Liverpool tras ir perdiendo 3-0 en el descanso, donde no perdió la oportunidad de convencer a sus futbolistas como si fuese Paul McCartney: "Daros la oportunidad de ser héroes". Pero tal vez esa fuese la consecuencia del hombre que no pasó del Linares o del Parla como futbolista y que encontró solución como entrenador en aquellos campos de la Ciudad Deportiva del Madrid, plagado de entrenadores tradicionales como Miguel Malbo, Del Bosque, García Remón…, entre los cuáles se veía a Benítez y se advertía una diferencia brutal: un grito de modernidad, un adelantado de su época, plagado de una legión de apuntes en esos brazos, en los que se inspiraba su fortuna, la de ser entrenador, y en los que no había cosa en el mundo que más ilusión le hiciese que la de viajar a Millanello, a ver como entrenaba el Milán de Sacchi.

Tenía treinta y tantos años, criados en el barrio de Aluche, espejo de humildad, hijo de un hombre, que empezó a trabajar de portero de un hotel y llegó casi a ser director comercial. Hoy, todas esas cosas, que recuerdo contar a Benítez, actúan a favor de su destino o de su carácter, el de un hombre que no se dejaba arrollar.

Siendo Valdano jefe máximo del Madrid, se atrevió a contestarle y a dejar de suplente a Sandro en el Castilla

Siendo Valdano jefe máximo del Madrid, se atrevió a contestarle y a dejar de suplente a Sandro en el Castilla. Pero tal vez sea eso y su paciencia la que, 20 años después, le ha permitido regresar a casa como entrenador del Madrid, con el espíritu del trabajo y la influencia de la suerte, que también existió. Su carrera de entrenador pudo morir rápido. Sus dos primeras experiencias como entrenador en Valladolid y Osasuna supusieron enormes fracasos. Hasta que apareció el Extremadura, le costó horas de sueños volver a entrenar y hasta la tentación de emigrar a México.

Pero, a partir de ahí, Benítez ya se homologó como un triunfador. Marchó al Tenerife y ascendió. Y fichó por el Valencia, donde estuvo sentenciado en un partido que perdía 2-0 frente al Espanyol y venció en el último minuto. De lo contrario, no hubiera ganado la Liga ni se hubiese marchado al Liverpool ,ni se hubiese glorificado en el mundo entero. Pero, entre sus habitantes, la vida también admite a la fortuna, que ayudó a Benítez a estar donde está hoy, sin separarse de sus orígenes. “El fútbol es una gran mentira”, declaró no hace mucho en una entrevista en el periódico italiano La Repubblica.

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