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Cuando el cáncer te retira del deporte

El exciclista David Cañada, con un cáncer de piel, se ajustó a ese retrato. "Tuve que dejar la bicicleta, porque no podía caerme". Hoy trabaja de fisioterapeuta y no le reprocha nada a la enfermedad: "Me enseñó un nuevo camino".

David Cañada posa en su clínica de fisioterapia.

MADRID.- "No tengo nada que reprochar al cáncer". La voz de David Cañada (Zaragoza, 1975) ya no se asusta frente a lo que pasó. Él fue ciclista de elite. Un enorme contrarelojista que siempre será inseparable del cáncer. A los 32 años, cuando ya había descubierto cual era su lugar en el ciclismo, aquella enfermedad se presentó sin avisar en su vida con un efecto letal. A él no le pareció extraño y, de hecho, sigue sin parecérselo, “porque son estadísticas de la población normal, el hecho de ser deportista no te libera”. Y la vida le da la razón.

El último en pelear frente al cáncer ha sido el italiano Iván Basso. Y en el transcurso, desde David Cañada hasta hoy, se han narrado casos como los de Eric Abidal, Arjen Robben, Jonas Gutiérrez o Mike Roqué. Unos vencieron esa batalla y recuperaron la vida que habían perdido. Pero otros no como Mike Roqué, que falleció en el intento, o el mismo David Cañada que, pese a sobrevivir a la enfermedad, ésta le obligó a retirarse. "Los médicos me dijeron que podía seguir corriendo, pero que no me podía caer y en la bicicleta eso no te lo garantiza nadie".

"En el tratamiento contra el cáncer yo estaba tan cansado que no tenía ni ganas para terminar la carrera de Fisioterapia"

Hoy, ya ha pasado suficiente tiempo y el tiempo ayuda a olvidar. A los 40 años, David Cañada supo cómo hacerlo, encontró una vida plena y un trabajo que le gusta como fisioterapeuta en Zaragoza, donde lleva, junto a su mujer, su propio negocio. De hecho, atiende a Público.es en un descanso en el que insiste en la fortaleza de la vida. “¿Que si se puede comparar la lucha frente al cáncer con la del deportista?”, se pregunta él, que encarna ese retrato. “No sé. Realmente no lo sé, porque en el año que duró mi tratamiento pasé de montar cinco horas en bicicleta sin problema a terminar haciendo 30 kilómetros y necesitar cuatro horas de siesta para recuperarme del cansancio. Por eso no sé donde esta la comparación, no imagino a un ciclista, a un deportista, que pueda sufrir tanto”.

El recuerdo no le engaña. "Se te hace duro y se te hace triste, porque lo que vives es lo contrario a lo que viviste en el entrenamiento. A medida que entrenabas más, mejorabas. Sin embargo, en el tratamiento yo estaba tan cansado que no tenía ni ganas para terminar la carrera de Fisioterapia. Me quedaban dos o tres asignaturas, pero no me apetecía ni coger un libro. Al final, si no llega a ser por un profesor de Universidad, que empleó toda su energía en convencerme, creo que nunca lo hubiese hecho”.

"Dos días antes de casarme"

El dolor nunca se olvida. “Se perdona pero no se olvida”, añade David Cañada, que acepta que cada caso es un mundo. “No sé como se podría comparar el mío al de Iván Basso, al de Abidal… No lo sé. Pero sí sé que a mí me sucedió por fases. A finales de 2007, cuando había encontrado mi sitio en el Saunier Duval, me quitaron un lunar en la espalda, que ya era un melanoma y no me pusieron ni tratamiento”.

“Me diagnosticaron el cáncer dos días antes de casarme, pero no me iba a echar atrás”

Fue una etapa de transición. “Seguí corriendo hasta el 2008 cuando, al terminar la Vuelta a Polonia, me doy cuenta de que tengo un hinchazón en el ganglio de la axila y digo ‘esto ya está, ha vuelto’. Al volver a Zaragoza, con mi mujer, no pasamos ni por casa, fuimos directamente al hospital, donde se certificó y empecé a sentir que esa había podido ser la última carrera de mi vida”.

Cañada no se equivocó. Ni siquiera dramatizó. "Me diagnosticaron el cáncer dos días antes de casarme, pero no me iba a echar atrás". Y esa fortaleza también le ayudó a vencer a la enfermedad y hoy ni siquiera le reprocha que ya no le permitiese montar en bicicleta al nivel de antes. Por eso es difícil que su caso se parezca al de gente como Robben, que después fue subcampeón del mundo o ganó la Champions con el Bayern; al de Jonas Gutiérrez, que acaba de reemprender una nueva vida con el Deportivo, o al de Sergio Aragoneses, que duró hasta los 38 años debajo de la portería. "Pero no quiero ser desagradecido con el cáncer", señala Cañada. "Al principio, me dejó vacío, porque me quitó lo que necesitaba para estar pleno. Pero hoy prefiero ser positivo, agradecerle que fuese una enfermedad curable y que me enseñase el principio de una nueva vida".

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