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La cintura de Özil rebaja tensiones

La clasificación para la final de Copa espantó los fantasmas del palco

LADISLAO JAVIER MOÑINO

La técnica gana partidos y hasta puede ejercer de descompresor de un club sometido a una presión brutal por historia y por dimensión mediática. La finura de Özil en medio de la incertidumbre del resultado no sólo reafirmó la presencia del Madrid en la final de Copa después de siete años de ausencia. El sutil baile de cintura del alemán y el suave toque con el que ejecutó a Varas generó una relajación aliviadora en los tensos cuerpos de los dirigentes madridistas. Marcar Özil y desaparecer fantasmas muy recientes de la cabeza fue todo uno.

Antes y durante el partido, existía la sensación en la zona noble del club que una eliminación generaría otro apocalipsis difícil de digerir para el madridismo. Los pulsos de Mourinho con Valdano, la derrota con Osasuna y la pelea entre Gago y Pedro León eran caldo de cultivo suficiente para provocar un terremoto interno y mediático similar al del Alcorconazo o al del Lyon, en el caso de que el Sevilla le hubiera dado la vuelta a la eliminatoria ante los ojos del Bernabéu. Así lo sintieron en el club.

Un título y medio perdidos en menos de tres días era demasiado para una entidad que no puede controlar el histrionismo que genera todo lo que le acontece día tras día, ya sea positivo o negativo. Demasiado también para el plantel, 'niños', en palabras de Mourinho, que, como a los inquilinos de los despachos, no les queda otra que robustecer su cabeza para competir en medio de ese ganar o ganar al que les obliga el escudo.

'Nos jugábamos estar en la final y tienes que convivir con la tensión y la responsabilidad de ser jugador del Madrid, es lo que hay', aseguraba Xabi Alonso, que también reconoció que 'el partido no era el mejor ni para jugar ni para ver, por eso fue tan trabado'. Los efusivos abrazos que se dieron los jugadores de Mourinho al término del partido también reflejaban ese alivio que vivió la institución por no haber protagonizado otro punto negro en la reciente historia del club. 'Nos jugábamos mucho y lo sabíamos, es normal que hubiera tensión. Teníamos un resultado que no nos daba tanta seguridad; ellos, con un gol, se metían, es normal que nos abrazáramos así al final del partido', apuntó Arbeloa.

Logrado el objetivo de estar en la final de Copa, la figura del Barça se difuminó intencionadamente en los pensamientos de algunos jugadores por el tiempo que aún resta. Para algunos como Benzema, era una especie de tabú y no quiso dedicarle una reflexión excesiva ante los medios franceses. 'Ni pienso en ello', dice un lacónico Alon-so. Tampoco Mourinho quiso profundizar en un enfrentamiento que puede ser cuádruple: 'Las finales no siempre las gana el favorito'.

La final se disputará el miércoles 20 de abril, más que probablemente en Valencia, pero el 16 de abril el Madrid recibirá en Liga al Barça. Si ambos clubes pasan los octavos de la Champions, el sorteo de los cuartos de final podría emparejarles para verse las caras el 5 o 6 de abril y el 12 o 13 del mismo mes. Cuatro clásicos en tres semanas. Cuatro partidos que decidirán la gloria o el fracaso de los dos proyectos y que en el Madrid se resume en pocas palabras: 'A ver cómo llegamos uno y otro'.

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