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A comer en calcetines

Un horario inamovible y un ambiente familiar marcaron el día a día de Mou en Valdebebas

IGNACIO ROMO

Siete y cincuenta de la mañana. Todos los días, Mourinho aparece a la misma hora en el comedor de Valdebebas, antes que nadie. Se sienta y espera el desayuno. Siempre idéntico: una tostada con aceite y sal, otra con mantequilla y mermelada y un café con leche. Todos los días se levanta a las seis de la mañana y termina la jornada recogiendo a sus hijos al salir de la escuela: 18.30. El primer año de Mourinho en el Real Madrid se guió por un horario inamovible, una vida metódica.

La Ciudad Deportiva ha quedado convertida en una casa familiar. Y cerrada. El número de personas que accede al círculo íntimo de los jugadores se ha restringido al máximo. Mou busca una familia, un ambiente casero. Y predica con el ejemplo: resultó frecuente verlo paseando en calcetines y sentado a comer sin zapatillas y en camiseta. Entra y sale constantemente de su despacho, ve vídeos con sus colaboradores todos los días, hace vida de pasillo y comenta con los jugadores. Aire distendido pero manteniendo una fuerte sensación de autoridad. Existe incluso una zona habilitada para que duerman la siesta los jugadores, aunque aún no la utiliza casi ningúnjugador. Cuestión de tiempo.

Llega siempre a las 7.50 y desayuna una tostada con aceite y otra con mermelada

La prensa es fundamental. Mourinho la estudia en profundidad en el desayuno. Una hora después, cuando empiezan a llegar los jugadores (tienen como régimen obligatorio desayunar, comer y estar en Valdebebas hasta las cinco de la tarde) comenta las noticias cuando ellos desayunan: les muestra muchos periódicos.

Sin embargo, Mourinho no quiere transparencia. Leer noticias, sí; proporcionarlas, no. Cuanta más información externa, mejor; y cuanta más opacidad hacia afuera, también mejor. Valdebebas es un búnker. Nada debe salir de la familia. La información táctica es secreta. Las lesiones (reales o ficticias) se manejan con discreción absoluta. Ni siquiera las buenas noticias (como la rapidísima recuperación de Higuaín) deben hacerse públicas. Sus instrucciones son inequívocas: '¿Es que alguien sabe algo de la lesión de Puyol? ¿Se ha sabido algo? A mí me vendría muy bien saber si va a jugar o no para poner un delantero u otro. Pero del Barça no sale nada, estuve allí cinco años. Pues de aquí tampoco quiero que salga nada'.

Una familia y un hombre más importante que nadie. El tal Eladio Paramés, el hombre que desautorizó hace un mes en público y con muy malos modos a Jorge Valdano (a quien jamás quiso ver Mourinho por Valdebebas). Eladio es el asesor personal del técnico, su consejero para todo. Quien decide cómo debe vestirse, incluso si la camisa va a juego con su pelo cano. El que le sugiere si debe aparecer o no en las ruedas de prensa en días concretos. El que fija la línea a seguir en sus comparecencias. Cobra directamente del luso, pero tiene barra libre para operar dentro de las instalaciones del club.

Paramés le marca cuándo hablar y qué decir y vestir; Faria le dice a todo que sí

Por contra, Rui Faria, preparador físico, cumple el papel opuesto. Sigue a ciegas al entrenador y asiente a todo. Si Mourinho dice que es de noche, es de noche. Nadie puede contradecir a Mourinho en público, ni delante de la plantilla. Está prohibido discutir sus galones. 'Si te das cuenta de que te estás enfrentando a él en público, lo inteligente es dar dos pasos atrás', reconoce un colaborador suyo que al mismo tiempo resalta la ausencia de rencor en su jefe. Si alguien discrepa o discute sus propuestas (en privado), es habitual que a los dos días retome el asunto y reconsidere sus propias ideas: 'Y siempre escucha'.

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