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Una consecuencia del buen criterio

CAYO LARA

Horas antes de la semifinal con Alemania, me preguntaron unos periodistas por el resultado del encuentro. Respondí que ese partido lo habría ganado Alemania hace 60 años, cuando a raíz de la II Guerra Mundial impulsó un tipo de economía productiva que, finalmente, aupó a Alemania a los primeros puestos de la economía mundial. Con aquella respuesta no traté de mezclar churras con merinas, pero sí aproveché que el Pisuerga pasaba por Valladolid. Al final di un resultado (2-1) a favor de España. No acerté la porra pero con el golazo de Puyol bastó para hacer justicia a los méritos de la selección española.

Jugué al fútbol en el equipo de mi pueblo, primero de extremo derecha y después de extremo izquierda, pero en ninguna de las dos bandas mostré excesivas cualidades. No soy especialmente futbolero, quizá porque tanto fútbol en televisión ha terminado por aburrirme. No obstante, vibré con el España-Alemania tanto como el más entusiasta de los aficionados. Me parece ejemplar el colectivo de jugadores que conforma La Roja, ese jugar juntos y, sin embargo, no revueltos. Supongo que esa circunstancia es una consecuencia del buen criterio.

Agradezco a La Roja que nos alegre la vida en medio de una brutal crisis

Me apunto a la idea de agradecer a nuestros jugadores el hecho de que, en medio de una brutal crisis económica, hayan alegrado la vida a mucha gente que lo está pasando mal. Muchas personas afectadas por la crisis (parados, precarios) han hecho un esfuerzo económico para comprar una camiseta de la selección. Podríamos entender esa interrelación como una suerte de esfuerzo colectivo: unos juegan y tros impulsan, todos en la dirección de un mismo sueño.

En una España en la que un pulpo ha sido más eficaz en sus pronósticos futbolísticos que la inmensa mayoría de los economistas a la hora de predecir la crisis económica, La Roja es un elemento aglutinador providencial. Los rojos, los verdes, los blancos, los violetas, los azules estamos hechizados por el virtuosismo y la sencillez de unos deportistas privilegiados que, además, tienen el valor añadido de comportarse como personas cabales.

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