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La corona que le falta a España

Reedición de la final más repetida de la historia del Grand Slam. Nadal y Federer discuten por primera vez en Melbourne su inagotable rivalidad

 

GONZALO CABEZA

La pista se llenará de expectación, el mundo entero tornará su mirada para verlos, habrá emoción e historia. Con ellos siempre es así. Roger Federer y Rafael Nadal saltarán a la pista a las 9.30 de la mañana (Cuatro). Tras un breve peloteo para desentumecer los músculos comenzarán un nuevo partido para el recuerdo. Golpe a golpe, seguirán forjando la leyenda de un cartel que ya es el más repetido en la historia de las finales de los Grand Slam. Los epítetos con ellos quedan cortos, la frase 'el mejor de...' se desgasta para glosar sus figuras y sus encuentros. El duelo es uno de los puntos centrales del deporte mundial.

A un lado de la red, Roger Federer buscará su 14º título de Grand Slam para igualar a Pete Sampras en el ránking histórico. Cuenta con tres entorchados en Australia, cinco en Wimbledon y otros tantos en el Abierto de Estados Unidos. Le falta Roland Garros para completar los cuatro grandes, un hito que sólo han conseguido siete tenistas en la historia, el último de ellos Agassi.

Sus datos son apabullantes. Nadie ha llegado a destacar a su altura, su dominio sobre el circuito ha sido férreo y constante, su nombre se asocia a la efectividad... Pero por encima de los números está su excelencia. Todos los jugadores del circuito hablan de él en términos superlativos. Es la elegancia, la perfección en cada golpe, un sacador tremendo, una derecha fulgurante, un revés de la vieja escuela, a una mano, que sabe encontrar profundidad y consistencia.

Enfrente tendrá a Nadal, el jugador más rocoso, la voluntad con una raqueta entre las manos. Durante su carrera ha representado la constancia y la tenacidad para mejorar. Comenzó siendo sólo un talento sobre tierra, superficie en la que es ya considerado por muchos el más grande de la historia. Después se aferró a la hierba para abrir nuevos horizontes al deporte español y a medida que iba mejorando sobre el césped también aumentó su pericia en las superficies dudas. Su evolución le ha llevado a ser asiduo en las últimas rondas de todos los torneos en los que participa. Es el número 1 del mundo, pero la de hoy es su primera final en un Grand Slam en superficie dura.

Las dos grandes figuras representan también modelos e imágenes diferentes. Son la tempestad y la calma, la imagen juvenil casi rebelde de Nadal contra la serenidad y la elegancia del suizo. En los últimos tiempos, sin embargo, eso también está cambiando. Federer quiere parecerse a Nadal, es más enérgico, sus victorias se celebran con mayor alegría, su gesto ya no es hierático. El manacorí, por su parte, busca ser como Federer y para ello ha cambiado de imagen renunciando en parte a su estética juvenil anterior.

En el encuentro, como acostumbra a pasar entre Nadal y Federer, se disputará algo más que la victoria en el torneo. Su reto se extiende por toda la temporada y los dos ambicionan ganar los cuatro torneos del Grand Slam, algo sólo conseguido por Laver y Budge. Uno de ellos quedará sin opciones al terminar la final de hoy.

En su pelea con la historia Nadal puede abrir una nueva vía para el tenis español. Hasta el momento nadie ha conseguido ganar en tierras australianas. Sólo Gisbert, Gimeno y Moyá se han quedado cerca de conseguirlo. Es la única barrera que le queda a este deporte en España, ya que se han conseguido victorias en Roland Garros, en Wimbledon y en el Abierto de Estados Unidos, así como en la Copa Davis o los Juegos Olímpicos.

Conseguir la victoria para Nadal significaría su sexto torneo de Grand Slam y con ello igualaría a figuras legendarias como Becker y Edberg. Y se quedaría a uno de McEnroe. Nadal llega con menos descanso que Federer. Jugó un partido maratoniano en semifinales contra Verdasco y, además, con un día menos de descanso. Y de eso se queja.

El suizo no tiene un gran historial contra Nadal, que es uno de los pocos jugadores que le lleva ventaja en sus enfrentamientos particulares (12 ganados por el balear, seis el suizo). Federer ha intentado todo para reducir esa distancia. Ha entrenado con técnicos especialistas en tierra -como José Higueras el año pasado- o con zurdos para acostumbrarse a jugar contra el perfil cambiado, una rareza en el circuito.

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