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El día más triste de River

Los franjirrojos descienden por primera vez en sus 110 años tras el 1-1 ante Belgrano

 

CARLOS F. BLANCO

El día 26 de junio pasará a la historia de River Plate por dos acontecimientos bien diferentes. Tal día como ayer hace 15 años, en 1996, los millonarios necesitaban remontar dos goles de desventaja, ante el América de Cali para ganar la Libertadores. Y en aquella ocasión los argentinos vencieron por dos goles a cero, haciéndose así con la que es su última Copa Libertadores. Un jovencísimo Hernán Crespo fue el único goleador del encuentro y se consagró aquel día.

Este domingo, 26 de junio de 2011, la situación era muy distinta. La plantilla de River, que también tenía que remontar dos goles al Belgrano tras la ida en Córdoba, tenía ante sí el dudoso honor de poder hacer bajar a segunda por primera vez en la historia al equipo bonaerense. Y no sólo eso. También se tenía que enfrentar a sus propia afición, las barras bravas millonarias, que desde la ida habían causado violentos disturbios.

El partido empezó bien para ellos. Pavone, adelantó a River en el minuto 5 e hizo soñar a los de Buenos Aires. A partir de ese momento, la primera mitad se convirtió en un contínuo pero infructuoso asedio contra la portería de Belgrano. El intermedio supuso un bálsamo para los cordobeses, que supieron calmar el ímpetu local e igualaron a través de Martín Farré.

Y llegó el minuto 62. Minuto que ni Pavone ni cualquier aficionado al fútbol argentino olvidará. El ex del Betis tiró el penalti que habría puesto a River Plate más cerca de la primera división. Olave paró y con ello acabó el partido y las opciones de los locales de seguir en la máxima categoría.

Los últimos 25 minutos fueron la mayor demostración de impotencia y desolación riverense. Mientras los hinchas de Belgrano botaban y celebraban la victoria, los de River lloraban desconsolados el primer descenso en 110 años de historia.

Pocos segundos antes del término del encuentro, las barras bravas, que hasta entonces se habían mostrado, dentro de lo que cabe, sorprendentemente mansos, aparecieron en escena, haciendo leves destrozos en la grada. La policía respondió a manguerazos de agua hacia una grada entera cuando sólo unos pocos habían respondido con violencia. El partido no se reanudó. No hacía falta.

La plantilla millonaria se juntó en medio del césped del Monumental, rodeado por las fuerzas de seguridad, sin saber qué decir o qué hacer, llorando impotentes, esperando a que las fuerzas de seguridad desalojaran las gradas para evitar altercados. Mientras tanto, los futbolistas de Belgrano corrían hacia los vestuarios intentando evitar la lluvia de objetos.

Con andar pesado , los aficionados fueron abandonando el mítico estadio. Acababan de presenciar el peor espectáculo posible para ellos, el descenso de River Plate a segunda división.

La pesadumbre suele desembocar en rabia, y de eso las barras bravas de River saben bastante. Quince años después de la consecución de su última Copa Libertadores, a River Plate le esperaba el día más largo de su historia.

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