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El discípulo de Cruyff y Lillo

Guardiola exhibe su admiración por ellos.

ENRIQUE MARÍN

“Empiezo de cero”, afirmó con humildad Guardiola cuando en junio del año pasado se hizo cargo del Barça B, su primer equipo como entrenador. Aunque ahora sea su nombre, venerado por el barcelonismo y respetado por todo el mundo del fútbol, el que le permite pasar de cero a cien, Pep da el paso desde la convicción de que se siente capacitado y de que es una oportunidad que no puede dejar pasar.

De todos los entrenadores que ha tenido a lo largo de su larga y exitosa carrera como futbolista (seis Ligas y una Copa de Europa, entre otros títulos), hay dos de los que más ha aprendido Guardiola y que le han marcado. El primero fue Johan Cruyff, quien le dio la alternativa en el Barça y le inculcó el ideario al que Laporta hizo referencia ayer cuando justificó su designación como sustituto de Rijkaard. “Creemos en Guardiola para liderar el nuevo proyecto deportivo porque es un hombre que garantiza la continuidad del ideario que nos llevó al éxito. Tiene conocimientos, ilusión, confianza y el aprecio del club”, dijo el presidente. Cruyff fue quien le enseñó a apreciar el gusto por el buen juego y, con ello, a descubrir su vocación por entrenar.

El otro técnico del que Pep asegura que más ha aprendido es Juanma Lillo, a quien, no en vano, tenía apalabrado para dirigir al Barça cuando formó parte de la candidatura de Lluís Bassat como director deportivo. El actual entrenador de la Real es el último que tuvo Pep como jugador. Fue en el Dorados mexicano, por el que Guardiola fichó sólo para estar a las órdenes de Lillo.

Pep es, ante todo, un entusiasta del fútbol. Lo vive con pasión. Da gusto oírle hablar sobre el juego. Reflexiona, argumenta, gesticula. A diferencia de otros compañeros, muchos de ellos también miembros del mítico Dream Team, él no quiere ser un ex futbolista que entrena, sino un entrenador que antes fue (un gran) futbolista.

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