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España logra su cuarta Copa Davis

Protagonistas también en la anterior Davis, Feliciano y Verdasco conquistan el punto definitivo en el doble y convierten los partidos del domingo en un puro trámite, un regalo para la afición

NOELIA ROMÁN

Albert Costa, que bajo su aparente sobriedad, esconde un saludable sentido del humor y hasta un punto de socarronería, no pudo disimular. Ajeno a todos los ojos que le contemplaban agitó las manos, esbozó una sonrisa y luego gesticuló con el relajo de quien afronta un puro trámite, antes de dar por concluida la distendida charla que mantenía con sus muchachos . Fernando Verdasco y Feliciano López regresaron a la pista y prosiguieron su partido ante Tomas Berdych y Radek Stepanek. Corría el segundo set. Nada estaba decidido aún. Pero los modos del capitán del equipo español de Copa Davis, que se había empeñado en predicar la dificultad de la eliminatoria, anunciaban que la cuarta ensaladera caería en la historia del tenis español a las primeras de cambio, con un rotundo 3-0, sin necesidad de esperar la nueva intervención de Rafa Nadal y David Ferrer que, con el 2-0 de la víspera, ya habían hecho bastante. La jornada definitiva se disputará hoy igualmente, pero será ya un puro trámite.

Un año después de la Davis lograda en Mar del Plata (Argentina) sin Nadal y contra pronóstico, los 16.000 espectadores que caldeaban el Palau Sant Jordi pudieron permitirse el lujo de jalear a sus jugadores al grito de '¡campeones, campeones!' incluso antes de que Verdasco rematase con un golpe seco el último punto de un doble que se solventó en tres sets (7-6, 7-5 y 6-2) y certificó la segunda ensaladera consecutiva y el poderío del equipo español que, instantes después, ilustraba su unión formando una piña en la pista.

Verdasco y Feliciano se habían zafado del rápido y envolvente abrazo del capitán para abalanzarse sobre Rafa Nadal, David Ferrer, Juan Carlos Ferrero, Tommy Robredo y los entrenadores que, enlazados entre sí, daban botes sin parar. '¡España, España!', se arrancó la afición, ondeando banderas y bufandas, después de que los protagonistas del doble agradeciesen su apoyo lanzando sus muñequeras a la grada y todo el equipo desfilase ante el Príncipe Felipe, que les fue abrazando uno por uno, hasta llegar a Ferrero a quien dedicó unas palabras. '¡Ferrero, Ferrero!', gritó entonces el público, reconociendo el decisivo papel del valenciano en los cuartos de final y en las semifinales.

'Estoy un poco nervioso. No me esperaba ganar hoy tan rápido', confesó, a pie de pista y ante todo el Sant Jordi, Albert Costa. Los jugadores ya habían agradecido a la hinchada su apoyo y a sus compañeros la decisiva colaboración. 'Sois cojonudos', espetó Ferrer al público, comedidamente eufórico.

Como todo el mundo, los aficionados habían advertido pronto que la eliminatoria no necesitaría de los dos partidos finales. Que Feliciano y Verdasco sumarían el punto decisivo porque la gasolina de los checos, que habían jugado al despiste con su pareja de dobles, tenía un recorrido limitado. Porque, como el capitán español había aventurado, a la hora de la verdad, fueron Berdych y Stepanek y no Dlouhy y Hajek como los checos habían anunciado, los encargados de disputar el punto que, a priori, más caro le podía costar a España.

El 2-0 con el que concluyó la primera jornada obligaba a la República Checa a hacer una apuesta decidida, a jugar con sus mejores armas para intentar alargar una final que había tomado claro cariz español. Sin el punto de pensar en el domingo, en el posible cansancio de sus dos primeras espadas para la jornada definitiva, carecía de sentido.

El partido, larguito (2h48m), no tuvo, sin embargo, demasiada historia. Ilustró el empeño de dos jugadores que habían sido severamente derrotados en la víspera por mantener el honor y un hilo de esperanza en voltear una eliminatoria que el entorno dio casi por sentenciada al término de la primera jornada. Jugando en casa, arropado por su gente, y en su superficie favorita, difícilmente, se le podía escapar al equipo español la cuarta ensaladera.

Tal vez para no dejar en evidencia a Costa -'Nada está decidido aún, nos costará mucho ganar esta final', había afirmado tras el 2-0-, los checos presentaron dura batalla durante los dos primeros sets. Como si no notase las secuelas de haberse batido durante cuatro horas y 17 minutos, la víspera, ante David Ferrer, Stepanek defendió sus puntos con solvencia, exhibiendo su calidad técnica y su buen manejo en el doble. Tuvieron la primera manga a su alcance, a punto estuvieron de ganar el tie-break, pero los españoles se recompusieron, sumaron tres puntos seguidos y, con la conquista del primer set, se envalentonaron.

Esperaron que Berdych, tan inconsistente en pareja como en individual, flojeara en el segundo -perdió su servicio con el 5-5- y, a partir de ahí, todo fue coser y cantar. Los checos cedieron en su resistencia y el Sant Jordi empezó a festejar la ensaladera.

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