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Esperando a Neymar

EDUARDO ORTEGA

Entre protestas, el país entero hacía una pausa y coreaba su nombre. El nuevo ídolo después de los Romario, Bebeto, Rivario, Ronaldo o Ronaldinho firmaba una exhibición con Brasil con varios golazos y un rosario de regates y pases de gran belleza. Tras una Confederaciones sensacional en la que hizo morder el polvo a España, su salto a Europa se sabía ya inminente. Brasil se le quedaba pequeño a Neymar y se lo rifaban los mejores equipos del mundo, pero el que se llevó el gato al agua fue el Barça tras una oscura operación con varios intereses de por medio. Hoy miércoles no hay ni rastro de la sonrisa con la que aterrizó hace unos siete meses en la ciudad condal; ni siquiera de los toques que dio en su presentación aquella soleada tarde en un Camp Nou que le reverenciaba y en el que hoy ya se escuchan pitos.

El delantero se ha perdido en el desastre del Barça y el equipo con él. Por varios motivos, tan sólo ha ofrecido una buena versión durante unos tres meses. Entre tanto, la adaptación tras sus vacaciones de verano, la lesión y la investigación judicial sólo han permitido que aparezca su sombra. Hay dos etapas muy distintas en el tiempo que ha transcurrido desde su fichaje. La primera se da unas semanas después de comenzar la Liga, hasta finales de 2013. La segunda, desde principios de enero hasta ahora, que coincide con el estallido del caso de su fichaje, la vuelta de Messi y la inoportuna lesión.

Como la esperanza de la directiva y de muchos aficionados para añadir ese punto de revoluciones que faltó al final de la anterior temporada, no pudo tener un estreno mejor, con un gol decisivo ante el Atlético en la Supercopa. Le costó, no obstante, más de un mes estrenarse en Liga, con un tanto frente a la Real. Pero a pocos preocupaba. Encaraba, hacía caños, regateaba, se atrevía con sombreros, se zafaba con velocidad, asistía. Su preciosismo hacía olvidar su escasa pegada, que aún hoy demuestra, todavía más en cada choque. En el de Valladolid, donde el conjunto entero se estrelló, tuvo la mejor del partido a escasos metros del portero, pero envió inexplicablemente a las nubes el cuero, en un remate más propio de un ensayo de rugby. Ha marcado sólo siete goles en veinte encuentros de Liga, superado por los otros tres delanteros (Pedro, Alexis y Messi) e incluso por Cesc. 

En aquellos meses de otoño, hasta la Navidad, se parece a ese delantero que aniquiló a La Roja en la Confederaciones con un golazo y una puesta en escena espectacular. Da una lección en Champions ante Celtic y Milan y abre el marcador en el clásico del Camp Nou contra el Madrid. Los goles comienzan a llegar. Aunque a cuentagotas, pero llegan. En el coliseo azulgrana la vida se ve de color de rosa, pese a la lesión de Messi, que lo apartaría varios meses del juego. Al brasileño se le aparece entonces la ocasión de brillar como delantero centro. Pocos echan de menos al astro con Alexis, Pedro, Cesc y Neymar en estado de gracia. El ex del Santos se entiende a la perfección con ellos, al contrario de lo que ocurre con el rosarino. Su esperada conexión no fue tal ni entonces ni ahora. Ninguno de los dos se ha encontrado, bien porque no han coincidido por lesiones o rotaciones, bien porque no ha existido esa magia entre ellos sobre el césped.

Con el inicio de 2014 le llegan todos los males a él y al equipo. Se lesiona de gravedad en Getafe y no vuelve hasta un mes después. Entre medias, la investigación sobre la operación que lo llevó al Barça enrarece el clima del equipo y coincide con sus peores partidos. Sin embargo, sus compañeros y el Tata Martino no lo notan afligido. 'No lo veo afectado por cuestiones que no tienen nada que ver con el fútbol', repite el técnico argentino una y otra vez en cada rueda de prensa en la que es acosado con cuestiones al respecto. Patricia Ramírez, psicóloga experta en deporte, afirma que cuando uno tiene este tipo de estrés le puede crear ansiedad, pero coincide con el entrenador culé en que 'a nivel profesional no suele ocurrir'. Las técnicas que Ramírez recomienda para superar estos casos personales son varias que se centran en atender lo que depende de uno mismo y desatender todo lo demás.

El brasileño parece apoyar esa tesis cuando regresa de su lesión ante el Rayo. Juega los últimos minutos y cierra la exhibición azulgrana con un golazo desde fuera del área. Sin embargo, vuelve a desaparecer, a la par que el equipo. Su irregularidad a lo largo de la temporada coincide con la de sus compañeros y con los resultados. Si ante las debacles de San Sebastián y Valladolid nadie dio la cara, él tampoco lo hizo, pese a que fue fichado para tal labor, para sacar las castañas del fuego. Apagado, ensombrecido en la indefinición y la sensación de hastío como el resto. Precisa el Barça de que Neymar dé un paso al frente y muestre su mejor versión para salvarse de lo que parece un hundimiento sin remedio. El coliseo culé aún aguarda a que emule a aquellos astros brasileños a los que sucedió.

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