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"Un esquiador de élite no puede entrenarse en España"

Única medallista española en unos Juegos de Invierno. La cita de Vancouver le hace recordar su bronce de Albertville'92

IGNACIO ROMO

Habla con nobleza. Con serenidad. Blanca Fernández Ochoa (Madrid, 1963) atiende a Público justo antes de viajar a Vancouver para seguir los Juegos de Invierno.

¿Va a sentir nostalgia al seguir los Juegos de cerca?

No, ya no. Los veré como una aficionada más a la que le gustan los deportes de invierno. Con pasión, pero sin nostalgia. Recuerdo el esquí de élite como algo muy duro. Un deporte en el que era muy difícil llegar arriba y mantenerse.

¿Se siente ya liberada de toda aquella presión?

Tampoco me molestaba. La eché de menos justo después de retirarme, aquella adrenalina que quemaba. Ya no. Lo que sí echas de menos son aquellos días en que hacía sol, había buena nieve y un eslalon con un trazado que me fuera bien.

España se enfrenta a estos Juegos con unas perspectivas difíciles.

Pues sí. Hemos sido un país de deportistas a nivel individual.

Familiar, en su caso.

Sí, y hay otras familias. Del equipo español quiero destacar a Rienda, que ha tenido la mala suerte de romperse dos veces seguidas.

Va a competir en Vancouver.

Sí. Hombre, le faltará confianza y algo de potencia y fuerza, pero ha sido una de las grandes. El problema es que las lesiones, a nivel psíquico, te merman mucho. Lo sé porque tuve muchas lesiones y tardas más de un año en recuperarte. Eso es durísimo.

Mójese. ¿Qué pronostica para España en los Juegos?

Va a ser muy complicado. En esquí, exceptuando Rienda y Carolina Ruiz, no hay nada más.

¿Y hasta dónde cree que puede llegar Carolina Ruiz?

Puede aspirar a meterse entre las 20 primeras. A Carolina le falta una referencia, una chica de alto nivel todos los días a su lado para picarse con ella.

¿Y el equipo masculino?

Nada. Atravesamos una etapa mala para el esquí.

¿Es un problema de medios?

No. A las chicas no les falta de nada. Tienen fisioterapeuta, preparador físico, psicólogo... Los medios que yo no tenía.

Respecto a pistas de entrenamiento, ¿cómo estamos en España?

Eso se va buscando siempre fuera. Un esquiador de élite no puede entrenarse en España. No podría comenzar la temporada como debe porque se necesita un glaciar para antes de la temporada. Y aquí no existen. Tienes que irte a los Alpes o al Cono Sur. Este es un deporte muy jodido.

Pero no es el único...

Sí. Pero en el esquí te tienes que pasar meses fuera de casa. Porque enseguida se pierde la sensibilidad con la nieve. En cuanto dejas de esquiar cuatro días, se nota. ¡Es como dejar tu país! Por eso es especialmente duro.

Sin embargo, están Sierra Nevada y Pirineos. ¿No hay un centro de entrenamiento en el que la selección puede estar todo el año?

No. Todo el año, no. Imposible. No tenemos un glaciar esquiable. Es todo parque natural. El Aneto, por ejemplo.

¿Usted dónde se entrenaba?

En los Alpes franceses, siempre en glaciares. Me entrenaba con la selección de Francia.

¿Y cuál es la clave para actuar de cara al futuro?

La cantera. Trabajar con un buen número de jóvenes.

Esa cantera no existe.

Es cierto. No la hay. Pero porque no somos un país alpino. Yo le puedo dar datos que hacen alucinar. En Suiza, por ejemplo, hay más de 50.000 niños esquiando sólo en un valle, el Valle de Sion.

Quizá lo que faltan son jóvenes con la afición que tenía su hermano Paco.

Es que lo suyo era tremendo. Desde que era muy niño, y hablo de 1960, se iba los fines de semana en metro, ya vestido de esquí, cogía luego un autobús y se subía a Navacerrada.

¿Y usted tenía la misma afición?

No. Le voy a hablar claro. A mí no me gustaba esquiar. Lo que pasa es que cuando Paco ganó la medalla [fue campeón olímpico en los Juegos de Sapporo, en 1972], me hicieron unas pruebas físicas para ver si había algo especial en la familia, los genes y tal.

¡Y lo había!

¡Sí! Pasé las pruebas de sobra y me becaron en un colegio de esquí y estudio.

España regresará de Vancouver sin medallas...

Sí.

¿Cómo ve los deportes de hielo?

Me encanta que haya dos patinadores en Vancouver. Yo creo que desde 1980 no hemos tenido una patinadora.

Aquí sí que no hay problema de glaciares.

No, la clave es que no hay un bloque. Falta más cantera.

Bobsleigh, patinaje de velocidad... No hay nada.

No sé. Habría que traer entrenadores extranjeros y promocionar esas especialidades. Desde cero. Lo que hicieron conmigo.

Hablemos de esquí de fondo. Y de dopaje. ¿Conoció a Muehlegg?

No. Recuerdo su imagen cuando ganó el oro en los 50 kilómetros. Fue bestial. Luego me llevé una decepción enorme, aunque ya lo había avisado mi hermano Paco.

¿Cómo fue eso?

Paco dijo en televisión que ese tío estaba dopado. Lo intuyó. Le dieron un buen palo, la Federación se metió mucho con él y le obligaron a rectificar. Pero tenía razón.

¿Qué opina del dopaje?

Que es algo irreal. Falsea los éxitos de un deportista.

¿Usted nunca se dopó?

Yo jamás. Ni lo pensé nunca.

¿Y cree que compitió contra esquiadoras dopadas?

¡Sí! Había esquiadoras que de un año para otro parecían armarios: unas espaldas impresionantes y unas piernas tremendas. El dopaje es una farsa y llena de sombras cualquier deporte. Llegas a un nivel que roza el límite de tu propio cuerpo y te da un jamacuco como a Griffith.

¿Qué recuerda de su bronce en Albertville 92?

Tres cosas. Que me vino la regla entre la primera y la segunda manga, que me salió una pupa en la boca y que estuve tres meses sin dormir. Era la tensión acumulada y expulsada de golpe.

¿Qué futuro espera al esquí español? ¿Vienen jóvenes con calidad?

No lo sé. ¡Qué pena que no hayan aprovechado el tirón de María José y de Carolina!

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