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Fútbol David Vidal, el entrenador que se resiste a jubilarse: "Hay que ser más fuerte que el tiempo"

Debutó en 1986 como entrenador y, a sus 66 años, todavía sigue pidiendo oportunidades. No quiere saber nada de la jubilación. Acaba de ascender a Segunda al Lorca y, sin embargo, no lo renovarán. "Me han tirado del barco, porque hay gente que no respeta los pactos de caballeros"

El entrenador David Vidal /EFE

Alfredo Varona

“Tengo edad de jubilado, pero no se le ocurra hacerme esa pregunta porque me puede molestar. Si quiere le reto a hacer una carrera”, contesta David Vidal (Portosín, 1950), hijo de pescador, retrato de un entrenador casi vitalicio que un día fue capaz de decir a sus futbolistas: “De nuestra ilusión hicimos nuestra profesión”. Y se atrevió a regresar a la academia que le pagaban sus padres, en Noia, a ocho kilómetros de casa, donde iba en autobús con los libros en una mano y la pelota en la otra.

El principio de una biografía incansable, primero, como jugador y, sobre todo, como entrenador que arrancó en 1986 en el Cádiz de Mágico González. Después, cruzó media España sin miedo a la inestabilidad de una profesión que le permitió ayudar a muchos chicos jóvenes. “Porque el que se jugaba el puesto al reemplazar a un futbolista de 34 años por un chaval de 18 era yo. Pero eso son cosas que luego no todos valoran”.

Su hoja de servicios atravesó Logroñés, Rayo Vallecano, Villarreal, Hércules, Compostela, Murcia, Las Palmas, Lleida, Elche, Albacete, Xerez o Guadalajara. Y en los últimos años sin trabajo estuvo a punto de ir a Angola hasta que lo llamó el Lorca, donde le dieron dos meses para lograr el ascenso a Segunda y lo logró.

“Aún así hay gente como usted capaz de preguntarme si tengo edad para estar jubilado”, vuelve a rebatir y a convencerse a sí mismo como lo que es, un personaje inconfundible, a veces teatral, que parece desdramatizarlo todo aunque, en realidad, no deje pasar a una: “Jubilados estarán otros, que serán los que lo desean, pero ¿quién dice que yo por tener 66 años tenga que estar fuera del fútbol? ¿Quién va a elegir mejor que yo la fecha en la que voy a retirarme? ¿Quién va a conocerse mejor que nadie?”

David Vidal, remojado por sus jugadores tras consumarse el ascenso del Lorca, el pasado 27 de mayo EFE/Marcial Guillén

David Vidal, remojado por sus jugadores tras consumarse el ascenso del Lorca, el pasado 27 de mayo EFE/Marcial Guillén

“Tengo una capacidad, una resistencia. Soy capaz de andar y de nadar tres o cuatro horas diarias y de hacer tantas inmersiones que a lo mejor usted se asustaría sólo con verlo”, insiste David Vidal con esa pinta de veterano de la guerra del Vietnam que, sin embargo, no menosprecia su ilusión.

La ilusión no tiene una fecha; la ilusión no se compra en ninguna parte; la ilusión, en realidad, es llegar como he hecho estos dos últimos meses en Lorca, hora y media antes al entrenamiento, prepararlo todo y comunicarse con los jugadores como si tuviese treinta años menos y entender que, si no sabes comunicarte con ellos, vas a fracasar y hay que ser humilde para saber tratar con los futbolistas, entenderlos, conocerlos. Los futbolistas no son como los periodistas; ellos no han ido cuatro o cinco años a la Universidad, no se han sentado en un pupitre a escuchar las lecciones de un catedrático y tú como entrenador, sin ser un catedrático, has de hacer lo posible para que te escuchen”, afirma.

El Lorca, que le llamó para ascenderle, no ha respetado su éxito y no le ha renovado

Hoy, David Vidal es un hombre con la conciencia tranquila pero herido por dentro y por fuera, porque el Lorca, que le llamó para ascenderle a Segunda, no ha respetado su éxito y no le ha renovado. Hay cosas que duelen a todas las edades. “Pero yo sigo queriendo más oportunidades. No me voy a acabar aquí. Mi edad no es una limitación, como he demostrado en el Lorca, donde me pidieron llevar el barco a buen puerto y lo he dejado atracado de la mejor manera posible. Con esto no quiero presumir de nada ni que se me malinterprete, pero ha sido así”.

A continuación, regresa a las maldades de esta profesión que, pese a todo, no le invitan a decir “hasta aquí hemos llegado. Porque entonces no sería yo y, a estas alturas, no hay casi nada que me pueda sorprender. Ni en el fútbol ni en la vida. A veces, pasan cosas que no deberían pasar y que te demuestran que hay gente que incumple los pactos entre caballeros en Andalucía, en China y en cualquier parte. Te miran a la cara y te dicen una cosa y luego toman otra decisión. Para mí, eso no es la palabra de un hombre”.

Hace treinta años desde que Vidal arrancó en aquel Cádiz en la época gloriosa de Manuel Irigoyen en la presidencia. “¿Que como ha pasado el tiempo? Sí, claro que sí, pero con eso no me está descubriendo nada”, vuelve a rebatir. “El tiempo pasa para todos y lo que hace falta es ser más fuerte que el tiempo y no perder la memoria ni dejar de cuidarse física e intelectualmente. Yo no valgo para engordar ni para dejar de trabajar mi cerebro”.

"Sé cuándo merezco más y cuándo merezco menos. Por eso me molesta lo del Lorca, me han tirado del barco después de hacer lo que pedían”

Quizá por eso nunca fue un entrenador al uso capaz de repetir, así pasen cien años, que, para él, “el dinero es secundario” y de poner de ejemplo “todos esos días en los que se quedaba a pagar el almuerzo a los futbolistas, porque se portaban bien, porque ganaban los partidos”. Y a ese tipo de gente no es tan fácil que le cambien los años. “Siempre fui muy crítico conmigo mismo. Siempre fui así y nunca dejaré de serlo. Sé cuando merezco más y cuando merezco menos. Por eso me molesta lo que ha pasado en Lorca donde me han tirado del barco después de hacer lo que me pedían”.

Y lo recuerda. Y, si uno le deja, lo vuelve a recordar. David Vidal no cree que “el fútbol haya cambiado tanto respecto a 1986. En realidad, es muy similar. Los directivos siguen siendo ambiciosos y el gato al agua se lo sigue llevando casi siempre el que más dinero gasta”. Pero en toda esa vida, donde siempre ejerció como un entrenador creíble, recuerda que él también tuvo grandes jugadores “como Mágico González, como Polster, como Kiko al que yo lleve al Cádiz con veinte años… Al final, como le decía antes, era yo el que sacaba a los jugadores”.

Por eso, si hay que definirse de alguna manera, Vidal lo hace como “profesor del juego” lo que le permite decir las cosas como son y no cortarse la lengua ni debajo del agua. “Sé como colocar a los jugadores en el césped. Sé que si vas perdiendo no puedes dedicarse a tocar la pelota en medio campo, como se dedican a hacer algunos, porque entonces eso es fútbol basura. Y lo digo con toda la causa del mundo”. Y, además, no se cansa de repetir una frase que aparece en cualquier conversación con él (“muchos creen saber pero no entienden”) que remata esta charla con él, capaz de cruzar media vida y de seguir pidiendo explicaciones a esa vida. Sus 66 años todavía no impiden nada: “Yo todavía quiero seguir teniendo oportunidades”, reclama.

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