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El genio que otra vez se siente niño

Rubio juega esta noche con los novatos del 'All Stars'.

ALBERTO CABELLO

'Volver a ser un niño', que cantaban Los Secretos. Ricky Rubio ha recuperado parte de esa espontaneidad que había perdido en su última etapa en el baloncesto europeo. Esta noche tendrá la oportunidad de demostrarla en ese escaparate que abre la fiesta del All Stars de la NBA (3.00 horas, Cuatro) y en el que se presentan en sociedad los mejores cachorros de la liga junto con los que ya han pasado a segundo curso.

Antonio Martín siempre ha dudado de que su hermano Fernando llegara de la experiencia profesional americana con mejores virtudes baloncestísticas que las que se llevó en el petate. Libertad o libertinaje; esa es la cuestión. La falta de un compendio de sistemas tan largo como la lista de los reyes godos dejaba al jugador a su aire. Quedaba sólo con el talento y su atrevimiento para mostrar delante de otro puñado de virtudes las condiciones que le habían llevado hasta el planeta NBA.

El catalán, Lin y Griffin actúan hoy a las órdenes de Shaquille O'Neal

Lo que a unos perjudica a otros sana. Quizá Ricky necesitaba algo de eso, que le dejaran salir de casa sin que le pusieran una hora, volver a ser ese chaval de su primera etapa en Badalona que intentaba plasmar en la pista lo mismo que soñaba por las noches o que intentaba en la videoconsola.

Al base se le estaba exigiendo que mantuviera intacta esa progresión geométrica en su evolución como jugador. Un imposible cuando de tan precoz había mostrado tantas cosas. ¿Acaso es posible pedirle a Messi que dentro de cinco años sea cinco veces mejor de lo que lo es ahora? Messi ya es Messi. Y Ricky ya casi era Ricky. Quizá por ello se le prestó esa atención soberana a su problema con el lanzamiento. Sin mucho más que corregir, casi todos los ojos se volcaron en el aspecto más endeble de su juego. Y lo que empezó siendo una gota de petróleo en medio del océano se expandió hasta una marea negra que devoró la sonrisa de un chaval que hasta entonces no había hecho otra cosa que pasárselo pipa con un balón entre las manos. Es la cuota que toca pagar por ser un niño prodigio y que tus andanzas corran por la red de pantalla en pantalla desde hace años.

Ricky se marchitó, fue un problema que empezó en el Barcelona y se propagó en la selección. No hubo dudas, ni marcha atrás en el diagnóstico del genio; sólo la consideración de que el chaval se divertía menos que de costumbre. Y no resulta una herejía decir que Ricky jugó mal la última temporada y media en el Barcelona. Menos aún cuando el propio implicado lo reconoce. Sin responsabilizar ni culpar a nadie, pero asumiendo su bajón.

Ha recuperado esa sonrisa picarona de sus primeros años en Badalona

El viaje a Estados Unidos le ha cambiado el semblante. Corre, se inventa asistencias mágicas y hasta de vez en cuando se regala una noche con buenos porcentajes de tiro. Lo uno llevará a lo otro. Cuanto más suelto se encuentre haciendo lo que mejor sabe, menos vueltas le dará a la cabeza cuando enfile el aro en un lanzamiento. Será un acto mecánico que antes o después dominará. Tiene un profesor estupendo en Minnesotta: Rick Adelman, el tutor de chocolate blanco Williams en su desembarco en la NBA. Terry Porter, la batuta de los Trail Blazers durante años, no le pierde la pista. Y de postre, una plantilla que confía a ciegas en él cuando dirige el ataque.

Esta noche sólo hay que sentarse frente a la tele y dejarse embaucar por alguna de las diabluras que tendrá preparadas. La fiesta de Ricky, Griffin y Jeremy Lin entrenados por Shaquille O'Neal está a punto de empezar.

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