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Gervasio Deffer, el triple medallista olímpico que baja a La Mina

El gimnasta, ya retirado, transmite su bagaje a niños de este marginal barrio de Barcelona. "Intento que, a través del deporte, se evadan de los problemas que puedan ver en casa".

Deferr aconseja a una alumna.

ALFREDO VARONA

La conversación surge desde la casualidad, a partir de una llamada en la que pretendemos quedar con Gervasio Deferr. Al otro lado del teléfono surge una voz, la de su padre, José Luis, que está trabajando en su taller, donde hace chapa y pintura y aerografía en el barrio de Nou Barris de Barcelona. Gervi no está ahora, pero el padre aprovecha para explicar por qué su hijo, el triple medallista olímpico, el hombre que tiene una biografía deportiva aristocrática, ahora transmite toda su experiencia a los demás, a los que quieren seguir sus pasos. 

"Gervi tiene una mirada limpia en la que es capaz de sacar lo dulce de lo más amargo". Así se podría explicar que esta tarde, en la que anda ilocalizable ("en el móvil no hay manera de cogerle"), Gervasio Deferr tal vez esté en el área metropolitana de Barcelona, allá lejos, en Sant Adriá de Besos, en el barrio de La Mina. Un barrio que acepta su fama marginal, victimista, sacudido por las derrotas del paro, la droga y demás dramas familiares. Un barrio, sin embargo, en el que hace cuatro años Deferr encontró un motivo diferente. Inició una historia en la que volvió a demostrar lo que dijo siempre. "Nunca hice nada por dinero. Quiero devolver al deporte todo lo que me dio".

"Hay cosas que no las hace ni Dios, pero la idea de superarse es lo que te ayuda", acepta Gervasio Deferr una vez que le localizamos para hablar de ese proyecto que está llevando a cabo en La Mina. Deferr ha montado un gimnasio en el que entrena a jóvenes en gimnasia artística pero también pone su granito de arena para mejorar la vida cotidiana del barrio.  

"Sí, es verdad que arrancamos con 5 niños la primera semana y ahora tenemos entre 75 y 80". Justifica que cuando hace algo le "gusta hacerlo profundamente", sin engañar a la realidad. "Porque no se puede. Yo claro que tengo un trabajo, porque me hace falta para vivir. Trabajo en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat". Allí enseña "acrobacias a otras disciplinas". Pero, una vez que sale del CAR, marcha muchos días al barrio de La Mina, a ese gimnasio, en el que no tiene un sueldo ni lo quiere tener.

Deferr abraza a una de sus alumnas.

Deferr abraza a una de sus alumnas.

Ha pasado años escuchando una pregunta que iluminaba ojos de padres y de niños, "¿seguro que está Deferr?", hasta que el barrio se ha convencido de que, sí, Gervasio Deferr es, en realidad, uno de los suyos. Uno más en un escenario que difícilmente se imagina para un triple medallista olímpico (oro en salto de potro en los Juegos de Sidney 20'00 y Atenas 2004 y plata en suelo en Pekín 2008). Allí, en esa sala, que el Ayuntamiento de Sant Adriá cedió gratuitamente al club de Deferr, antes de cumplir sueños, se trata de evitar pesadillas para los que menos las merecen: los niños.

Deferr: "Yo demostré que con trabajo todo el mundo puede llegar, incluso, a unos Juegos Olímpicos"

El ejemplo más puro vuelve a ser el de Deferr. "Yo demostré que con trabajo todo el mundo puede llegar, incluso, a unos Juegos Olímpicos. Son pocos los que lo consiguen, pero casi nunca son los mismos". Una argumentación con causa para un hombre al que también le vale recordar eso para explicar "un proyecto social" en el que existe una prima que no tiene precio: las sonrisas de esos niños de 12, 13 o 14 años, sus ganas de volver al día siguiente.

"Intento que a través de la gimnasia se diviertan y se evadan de los problemas que puedan ver en casa"

"Se trata de dar opción de adquirir una serie de valores a niños que, de otra forma, tal vez estarían en la calle. Yo intento que la gimnasia les ayude a través de mi ejemplo. Si a mí me dio la vida que tengo, ¿por qué no le puede cambiar la vida a ellos? Y, como mínimo, intento que a través de la gimnasia se diviertan y se evadan de los problemas que puedan ver en casa".

Deferr junto a sus alumnas.

Deferr junto a sus alumnas.

Es la ideología de un hombre de 34 años, retirado desde hace cuatro de la competición, que ha comprobado que hay lugares en los que es imprescindible dar sin esperar nada a cambio. Y el barrio de La Mina formaba parte de su corazón desde la infancia. "Mis padres tenían amigos allí y desde niño me movía por la Vía Trajana y la Verneda. Para mí es un lugar querido en el que me siento seguro. Nunca tuve problemas y hasta llegué a hacer el pregón de las fiestas. Desde el 99 hago cosas en este barrio, y las quiero hacer por los niños, que son los menos culpables de todo.”

El padre de Deferr, José Luis, es un argentino que llegó a Barcelona en barco en 1976 huyendo de la dictadura de Videla en Buenos Aires. "Si me quedaba, me encarcelaban". En realidad, José Luis, que trabaja de chapista en un taller en el que es el único empleado ("soy inaguantable, trabajar conmigo es imposible"), tal vez sea el reflejo de Gervasio. "Yo he dado clases de historia gratis".

Sin embargo, el padre no desea personalizar en él, sino en el hijo, en esa obra social que está haciendo Gervi y que ha traído al barrio hasta a políticos como Miguel Ángel Revilla que querían conocer de primera mano el gimnasio en La Mina, las caras de los niños. "Gervi es un chico que no sólo se fija en el triunfo personal. Siente la necesidad de dar las gracias a la vida y no le importa regalar lo que él aprendió". Porque todavía queda gente así. Todavía quedan familias como la de los Deferr en la que el padre escuchó decir hace unos días a Pablo, el mayor de sus hijos, el día que cumplió 36 años: "Papa, gracias porque nunca nos compraste una Play Station". Quizá porque es verdad que hay otras vías para los niños. Incluso, hoy. Incluso, en La Mina, donde no abunda la tecnología y que persigue desesperadamente ese ejemplo.

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