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El gimnasta español que luchó por competir en un mundo de mujeres

Rubén Orihuela acaba de lograr su noveno campeonato nacional de gimnasia rítmica. Hace siete años peleó para que la Federación creara un torneo para hombres y ganó

Rubén Orihuela, en un campeonato de gimnasia rítmica.

Nueve campeonatos nacionales y sólo ha valorado de verdad el último.

Una lucha personal para que se le reconociera, y sólo su primera derrota, el año pasado, le lleva a poner la medalla en el salón y casi adorarla como si tuviera un altar en la salita con vírgenes y santos.

“No le daba la importancia que tenía”, confiesa Rubén Orihuela (Valencia, 1987). Probablemente no.

Probablemente no recuerda lo mal que lo pasó cuando de pequeño se le antojó hacer gimnasia rítmica, una disciplina sólo para mujeres. Con once años, veía a compañeras de colegio practicarla en el recreo y durante un mes estuvo imitándolas desde las gradas de un pabellón. Su flexibilidad impresionó tanto a la entrenadora que le incluyó en el equipo.

Las bromas, los ataques, el acoso siempre estaban ahí. Le gritaban que hacía algo de chicas. “La diferencia es que entonces, cuando me decían que era un deporte para niñas, no me quedaba otra que darles la razón, porque era verdad”, expresa con dolor. “He tenido compañeros de otros clubes que lo dejaron porque no querían sufrir más ese acoso. Pero yo tenía claro que quería esto, y que si tenía que pasar por ahí, lo iba a hacer”.

Probablemente no se acuerda de la faena que le hicieron en 2009, ya con veintidós años, cuando iba a competir con toda la ilusión en un campeonato nacional, después de varias temporadas haciéndolo en categoría open. Dos meses antes, le dijeron que no podía, tirando por la borda tanto trabajo, tantos sueños. La Federación ordenó que cada Comunidad regulara el torneo a nivel autonómico. La suya, la valenciana, también lo rechazó. “Sentí muchísima frustración, lo pasé muy mal. Y la única manera de pelear en aquel momento era hacerlo público, que llegara a la sociedad”.

Probablemente no rememora aquella guerra que casi le cuesta demasiadas cosas. “Fue un camino muy difícil porque era una lucha contra una mentalidad muy fuerte que no nos dejaba, mucha gente que pensaba igual y muy pocos los que queríamos defender esto. Fueron bastantes quebraderos de cabeza. Y, además, como gimnasta, es complicado, porque no sabes si vas a poder participar, pero tienes que seguir entrenando bien y con ilusión”.

El veto era injustificado, y así lo reconoció la Federación aquel año, al crear el único campeonato nacional de gimnasia rítmica para varones en el mundo. Almudena Cid, una estrella en España, se involucró, se puso en contacto con el entonces Ministerio de Igualdad y su presión hizo efecto. “Luchamos un montón de tiempo para conseguir algo que era justo. No había forma de prohibirnos algo sólo por ser chicos”. El mundo al revés. Precisamente las mujeres, que son discriminadas a diario en España en todos los ámbitos (incluido el deportivo en la mayoría de sus modalidades), no veían bien que los hombres compitieran en gimnasia rítmica.

“Hay muchos hombres y mujeres que no lo ven bien. Durante décadas, la mujer ha buscado el hueco que le pertenece y ahora somos nosotros los perjudicados, cuando hay espacio para todos. Entiendo que los cambios no son fáciles y que visualmente pueda ser chocante, pero siempre hay que darle la posibilidad a cada persona de que sea feliz y de que pueda cumplir sus sueños”, asegura.

Mucho por hacer

Hoy muchas cosas han cambiado, aunque queda tanto por hacer. Han pasado de ser tres participantes varones en 2005 o cinco en 2009 a quince en la última edición. Y a tener competidores en todas las edades. “Los niños de infantil son diez veces mejores de lo que era yo a su edad”, revela con cierto orgullo. O a disponer de tres horas y media, toda una tarde, para su prueba, cuando antes apenas les daban cuarenta minutos. O a tener algún tipo de ayuda, de empresas privadas, eso sí. Ninguna subvención pública.

“Desde pequeño, me he encontrado con una sucesión de puertas cerradas por todas partes"

Pero aún resta mucho desarrollo. Por ejemplo, todavía no hay mundiales o europeos, sólo pequeños torneos a nivel internacional. Además, siguen compitiendo en todo el mundo bajo las reglas de la disciplina femenina. “Imagino que con el tiempo habrá más modificaciones porque es necesario, porque los cuerpos y las cualidades son diferentes”. En otros países están peor. Hay gimnastas de Francia o de México que vienen a competir a España porque en sus países la modalidad masculina no está regulada. Y Rubén, que por las tardes ejerce de entrenador de un equipo de chicas, quiere hablar con sus federaciones para ayudarles.

Su gran medalla de oro es haber hecho tanto por tantas personas anónimas y tantas generaciones. “Desde pequeño, me he encontrado con una sucesión de puertas cerradas por todas partes. Pero, al final, todo ha merecido la pena. Siento que lo que he conseguido es como un regalo que me hace la vida por todo lo que he tenido que pasar”.

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