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Casi una hora en la historia

Hasta el minuto 55 Brasil no derriba la resistencia norcoreana y sufre para ganar

LADISLAO JAVIER MOÑINO

Corea del Norte estuvo casi una hora en la historia. No entró para siempre como aquella selección del 66 que derrotó a Italia en Midlesborough, pero pudo hacerlo. Se lo impidió su portero, que se empleó como un aficionado en un centro a ninguna parte de Maicom. Le descubrió el primer palo y la pelota se coló entre el infantil Ri Guk y el palo. Hasta entonces Brasil había sido un equipo agarrotado. Acusaba el peso de la camiseta y de una posible humillación. No le hacia caso la pelota.

La historia abría sus puertas de par a medida que pasaban los minutos. El diez, quince, el veinte, el treinta, el descanso. Nada. Los ecos del Maracanazo, del Negro Varela, el mediocentro uruguayó que paralizó a Brasil cuando iba camino de su primer Mundial tras el gol de Friaça en aquel drama que aún llora el pueblo brasileño, empezaron a retumbar en el Ellis Park.

Allí, en Johhanesburgo, 60 años después estaba el fantasma de Gigghia, el verdugo de los sentimientos del pueblo brasileño recordando que sólo 'yo, el papa y Frank Sinatra hemos silenciado Maracaná'. La figura de Sparwarser el autor del tanto con el que la Alemania Democrática derrotó a la Alemania Federal en su casa en el Mundial del 74. Aquel fue reconocido como el triunfo del socialismo frente al fútbol capitalista. Ayer, de alguna manera, se repetían aquellos parámetros. Los brasileños son millonarios juegan en la rica Europa.

Los norcoreanos, salvo Tae Se y Hong Yong, son unos parias del fútbol. Futbolistas disciplinados bajo la cultura del colectivismo. En cuanto Brasil intentaba progresar por el medio, los norcoreanos se cerraban en abanico. Tendían emboscadas rojizas. Cuatro y cinco jugadores rodeababan a Kaká, a Luis Fabiano o a Robinho que estuvo bailón desde el principio. En realidad es el único fútbolista que representa de los pies a la cabeza la esencia brasileña que Dunga desprecia.

Robinho quiere bailar con la pelota para reivindicarse. Es la única licencia que se permite su industrioso seleccionador. Él fue un mediocentro picapedre, un integrante de aquel trivote junto a Mauro Silva y Mazinho con el que Parreira le devolvió la corona Mundial en el 94. Estética y tácticamente aquel título le hizo mucho daño. Fue el tajo definitivo que cortó el cordón umbilical de la canarinha con la alegría del pueblo.

La alineación de ayer lo corroboró. Otro trivote por mucho que Elano se disfrace de volante diestro. Es un escolta de Gilberto Silva y Melo con licencia para descolgarse en ataque. Eso le permitió cerrar el partido con el segundo gol. Elano hace exactamente lo mismo que hacía Dunga en el 94. Es el vértice del trivote.

Los norcoreanos resistieron lo que les duró su entusiasmo anímico. En la previa hablaban de espíritu, de sacrificio, de unión, de toda la verborrea que resumen todas las caídas de Goliath contra David. Al principio, su portero sacaba largo. Evitaban cualquier riesgo con el balón. Esperaban un error, un rechace, una segunda jugada con la que atenazara más a los presionados brasileños. Luego se animaron. Mun le hizo un caño a Bastos con el que le arránco las cinco estrellas de campeón del mundo del escudo. Hong Yong, el diez, empezó a justificar su dorsal con regates y pases al espacio que descomponía a Lucio. Tae Se corría esos balones. La segunda mitad comenzó igual. Hasta ese error inocente de Ri Guk. Una cantada que puso fin a casi una hora de una historia maravillosa adornada por el gol de Ji Yun.

Brasil: Julio César; Maicon, Lucio, Juan, Bastos; Gilberto Silva, Felipe Melo (Ramires, m. 83); Elano (Alves, m. 72), Kaká (Nilmar, m. 77), Robinho; y Luis Fabiano.

Coreal del Norte: Ri Guk; Cha, Pak Chol, Pak Nam,Ri Kwang; Mun, Ri Jun, Ji Yun; Hong Yong, An Yong; y Jong Tae Se.

Goles: 1-0. M. 55. Centro chut de Maicom desde el costado derecho del área que se cuela entre el palo y el portero norcoreano Ri Guk. 2-0. M. 71. Elano, a pase de Robinho, supera por abajo la salida de Ri Guk. 2-1. M. 87. Ji Yun, fusila de cerca a Julio César.

Árbitro: Kassai, de Hungría. Mostró tarjeta amarilla a Ramires.

Ellis Park de Johannesburgo: 55.000 espectadores. Partido correspondiente al grupo G jugado bajo un frío intenso.

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