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Jokin vuelve a su sitio

Caparrós regresa esta noche a San Mamés, su casa durante cuatro años

ALFREDO VARONA

No es un día rabioso en Bilbao. No hace un frío de escándalo. La previsión tampoco apunta a la lluvia en una mañana en la que Caparrós, como en los últimos cuatro años de su vida, tiene al Guggenheim a su lado. La ventana de su habitación en el hotel Silken le ofrece esa panorámica. Mientras tanto, los aficionados del Athletic preparan 'una gran ovación' para el hombre que eligieron como su entrenador en las elecciones de 2007.

No era fácil, porque en otra candidatura figuraba Del Bosque. Pero entonces Caparrós ya era un hombre importante, un personaje con futuro que comparaba la motivación con la ambición. En su primer mensaje, se quedó con el pueblo. 'Quiero repetir esa fotografía con la gabarra'. Al final, no lo hizo, pero tampoco se quedó lejos en aquella final de Copa ante el Barcelona en la que él y sus jugadores, un cuarto de siglo después, lloraron de alegría. La ciudad también se paralizó, como no sucedía desde los tiempos de Clemente o, tal vez, de Luis Fernández.

'Me identifico con la filosofía del Athletic', proclama el ahora técnico del Mallorca

Fue un Athletic notable el de Caparrós, y eso es lo que se deseaba preguntar ayer. Sin ser un nostálgico, Caparrós alabó al club vasco. 'Volver a Bilbao, a la catedral, donde he convivido cuatro años, me he metido en su cultura y me identifico con su filosofía... Eso es muy importante para mí'. El técnico reconoció que defiende 'a ultranza' todas las costumbres del Athletic. 'Se trata de un grandísimo club al que le estoy muy agradecido, tanto a su afición, a sus dirigentes y jugadores, porque gracias a ellos he disfrutado de la profesión de entrenador'. Pese a estas palabras, Caparrós no se apartó de su vocación como entrenador del Mallorca. La Copa es prioritaria para los baleares y el Chori Castro delató al míster: 'El técnico quiere ganar como sea esta noche'. Algo que no sorprende en Bilbao, donde siempre ejerció de entusiasta.

Vivió en el centro y, excepto a Lezama, iba andando a casi todas partes. Tan sólo lamentaba ser tan conocido en las fiestas de la Aste Nagusia. Pero era el entrenador del Athletic y eso adquiere categoría de obispo en la ciudad. Caparrós lo aprendió rápido. Fue un hombre que veneró ese cargo y a los antepasados del Athletic, como De Andrés, De la Fuente o Urkiaga, a los que siempre preguntaba por el secreto de los años ochenta.

Nunca protestó por la presión. 'Otra cosa es que los malos resultados me den rabia'. Su manera de ser creó afición. 'El hecho de estar en la elite es como si viviese en una burbuja'. Aprendió que 'Lezama es un pozo sin fondo', y todavía echa de menos esas mañanas norteñas y lluviosas. 'Lo bueno no se olvida nunca'. A veces, se precipitó a la hora de sacar jugadores, y él mismo lo reconoció, pero... 'no me quedaba otra', decía. 'En un equipo como el Athletic, es cuestión de supervivencia'. Trató siempre de decir la verdad. 'El gol se compra, no se fabrica. Agüero se compra, Kanouté se compra...'.

La afición de Bilbao prepara una gran ovación para el que fue su entrenador

Su legado, sin embargo, dejó más de lo que encontró en 2007. Caparrós instaló en lo más alto a Amorebieta, Susaeta, Llorente, Muniain o Javi Martínez. También preparó para soñar a Urko Vera y, naturalmente, a Toquero, que hasta entonces jugaban un fútbol de ascendencia proletaria. Por eso esta noche será tan emotiva para Caparrós y los que lo escucharon los últimos cuatro años. Hizo debutar a Muniain con 16 años ('en una sociedad tan competitiva, hay que adaptarse muy rápido'). Creyó en los libros de historia. 'Necesito empaparme de la historia del Athletic, de la cultura de la ciudad. Quiero que los que me juzguen el domingo me vean como un vasco más'.

Su declaración fue siempre excitante, como el personaje. Hubo tanta química que alguna vez le preguntaron si se veía como Ferguson en el United. Pero aunque Bilbao guarda algún parecido con Manchester, Caparrós prefirió no contestar. Su obra estuvo en el campo, en ese gen ganador para motivar a los apagadizos (el técnico hablaba, a veces, de Iraola o Gurpergui) hasta que, de repente, estableció una nueva definición de los futbolistas.

Con un lenguaje metafórico, les pidió jugar con un GPS para estar atentos a todo. 'Ahora, no basta que un jugador haga una sola cosa', les dijo, 'porque hasta el más lento te puede desbordar por velocidad'. A Javi Martínez se le quedó grabado y por eso esta noche, antes de pisar el césped, buscará a Caparrós para darle el abrazo que no le pudo dar en verano. La diferencia es que el técnico ya no va en el autobús con ellos ni tiene habitación en el hotel Carlton, donde se concentraba su Athletic antes de jugar en San Mamés.

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