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Un juego apto para menores

El curso dirá si los jóvenes surgidos en el verano tienen continuidad

ALFREDO VARONA

Ser joven ya no sólo es una moda, una ambición prematura o un cabello revolucionario. Ser joven también significa aprobar antes que nadie el examen de acceso a la élite. 'Yo quiero jugar con..., no quiero sustituir a nadie', declara Thiago (1991), capaz de sentenciar en su primer día al Bayern en Múnich sin otro motivo que su manera de ser: 'Soy muy atrevido'. Es la primera piedra de las nuevas generaciones, que unen razones y rápidos deseos como los del lateral Martín Montoya (1991) en Barcelona. Jugando en Segunda, Del Bosque ya lo ha llamado. Pero él jamás olvida el sacrificio. Ni el suyo 'Cada año era una criba en la cantera del Barça' ni el de su padre: 'Cada día se levanta a las seis menos cuarto de la mañana'. Y aún menos el recuerdo que baja del cielo y que elige a su madre. 'Murió hace tres años'.

Las dificultades acentúan a estos jóvenes sabios como Deulofeu (1994), también en el Barça. A su manera, con sus pelos de erizo, da vida a un extremo rubio al que no avergüenza nada. A los 14 años ya cobraba 150.000 euros por curso. A los 17, tiene su propia web y una página de Facebook con 1.200 seguidores. 'El fútbol es mi vida', explica.

Mourinho hizo entrenarse ayer con los mayores al hijo de Zidane

Ser joven y no ser revolucionario, dicen, es una contradicción casi biológica que procura disgustos como el de Joel, portero del Atlético, el día que Manzano eligió a Courtois, aún más joven (19 años). Antes, Joel ya se había reivindicado 'Llevo diez años en el club' y tenía razón. A los 11, ya parecía una pantera. A los 21, no sólo se fía de él. También de los que le dirigen. 'Caminero ha dicho que la cantera debe ser importante'.

Los jóvenes son así. Cada minuto que pasa es irrecuperable y por eso quieren formar parte cuanto antes de esos días felices en los que había héroes. Thievy ya lo ha vivido en el Espanyol. Logró un hat trick frente al Bar-ça en la Copa Catalunya. Y en ninguna de las celebraciones perdió el cerebro. Quizá porque el suyo es un sueño responsable. Arrancó en Saint Dennis, un suburbio al lado de París. Luego, fichó por el Espanyol, donde se acompaña de unos auriculares. Al parecer, escucha música hip hop, cosa que a Pochettino no le parece mal porque 'Thievy ya tendrá tiempo para ser un ídolo'. Así que, hasta ahora, estos jóvenes son lo que no se sabe si podrán ser mañana. Gentes normales, que escuchan las letras de Bob Dylan y se emocionan: 'No tienes que morirte de hambre para ser un buen artista'.

Todo eso forma parte de sus principios, en los que no vive el fracaso. Por eso existe gente como Sarabia (1992), criado para jugar en el Madrid. Pero este verano ha debido buscar otro horizonte en el Getafe. Sin resentimiento y con madurez: 'Yo lo veo como el comienzo de una nueva etapa'. Y allí ha encontrado a Abdel (1989), que no sólo ha firmado su primer contrato profesional. Algo que no es fácil para nadie y menos para él, que es marroquí y que, antes de llegar a Getafe, vivió a la sombra en el París Saint Germain. Abdel también inició la Liga de titular. 'Pero sólo avisa es el primero de mis objetivos'. Y quizá todo esto sea la huella de una generación que ha comprendido, que, siendo realistas, se puede aspirar a lo imposible. Y la prueba es Ramalho en el Athletic. Hace décadas no se imaginaba a un defensa negro en San Mamés ni en sueños. Ra-malho, campeón de Europa sub-19, sabe que se puede lograr. Bielsa ya ha aceptado su pasaporte en el lateral diestro. Jonás, que era central, acepta la metáfora: 'Quiero hacerme un huequito en el primer equipo'. El mismo espacio que el técnico argentino tiene en mente hacerle a Ruiz de Galarreta en el centro del campo.

El Málaga pagó seis millones por Isco, que apenas había jugado en Valencia

El miedo no explica nada y se soluciona pronto. Al menos, eso dicen todos los niños de Valdebebas, hasta los de preescolar. Y con mucho más motivo Morata o Jesé Rodríguez que, al fin, conoció en la pretemporada lo que significa marcar el primer gol con el Madrid. Un golazo en realidad. A Jesé no le confunde un peinado de ciencia ficción. 'Me gustan los elogios, pero no soy mejor que nadie'. Ha escuchado la oposición de Mouri-nho a la cantera (ayer hizo entrenarse con el primer equipo a Enzo Zidane, 16 años, hijo del mito) , pero prefiere la ambición: 'La vida da muchas vueltas'. Algo que Isco también aprendió este verano, en el que ha conocido lo impensable. Sólo había jugado 200 minutos en el Valencia. Pero el Málaga pagó seis millones por él. Tanto dinero no le ofusca. Quizá porque recuerda un viaje a Nigeria. 'Tú llegas allí y ves que la mayoría de la gente no tiene ni para comer, y eso te hace valorar más las cosas que tienes aquí'.

A veces, sin embargo, no hace falta cruzar el continente. Illaramendi supo lo que Montanier, el técnico de la Real Sociedad, pretende de él y no le resultó 'difícil de entender'. Frente al Sporting en Liga, no sorprendió a nadie. Jugó y lideró a un equipo en el que Agirretxe goleó sin timidez, como jamás en su vida imaginó Lasarte. Pero Montanier no sólo es un entrenador que juega al ataque. También cree en la cantera y por eso ha convencido al jovencísimo central Íñigo Martínez de su poder. 'El talento es más importante que la edad', le dice.

La idea es recortar distancias con la perfección. Algo que Bernat (1993) ya hizo en el Valencia en pretemporada. Marcó su primer gol. Eligió un escenario casi perfecto, el José Alvalade frente al Sporting de Lisboa, ante 50.000 espectadores. 'Miraba para arriba y me daba miedo'. Pero luego no tuvo compasión con el portero Patricio. A los pocos días, Bernat renovó hasta 2015, 'una oportunidad a la que muchos aspiran y pocos consiguen'.

Illaramendi y Agirretxe resultaron claves en el triunfo de la Real en Gijón

En casi todos los equipos hay algún niño que avisa de que el futuro no esperará. Sergio (1992) lo promete en el Betis. Apareció ante el Newport County en la gira inglesa con la idea de acompañar. No se le pedía más. Pero siempre se recordará que hizo un partido fantástico. No importó que el año pasado jugase casi siempre en el juvenil y apenas probase el filial. Ahora Mel, su técnico, no duda que 'Sergio jugará muchos minutos este año'.

Thiago lleva razón cuando dice lo que luego hace: 'Nunca se puede acabar la alegría jugando'. Aunque ser joven a veces también implica ojos de pena, porque el destino no se aísla. Y Paco Alcacer lo sabe. Conoció la muerte antes de despertar. El primer día que puso a Mestalla en pie, en el Trofeo Naranja, su padre moría de un infarto a las puertas del estadio a los 44 años, pero Alcacer es demasiado joven. Quizá como lo era Bob Dylan el día que dijo: 'Todavía no he escrito nada que me haga dejar de escribir'.

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